Opinión

El Premio Magón: alias Chicharrón

Y sucede a veces (en veces) a la hora de seleccionar a los  "premiosos" que el Jurado  desconoce  la historia  biográfica de los posibles candidatos.

…. y cuando el Maestro  falleció,  un “periodista”  escribió en la mitad de un rio en llamas:  ya solamente quedó convertido en  “chicharrón”. El periodista, egresado  de la  Universidad de  Costa  Rica, desconocía lo  ” además”  del fallecido: Premio Nacional de la  Cultura en Costa Rica y cuyo apodo es Magón.

Un  río  de  fuego inundó la casita (un  tugurio en toda la vejentud del tiempo). Era un anciano inválido y su silla de ruedas, obsequio de  un hijo, también artista del pincel, estaba en el taller de reparaciones.

Acosado por el infierno del fuego, el Maestro se arrastró hasta el portal del tugurio, a rastras, sobre el suelo. No llegó hasta la puerta de su salvación. Y,  así no más, se escribe una anécdota siniestra y dolorosa en el campo de la Cultura  Nacional.

El Maestro no llegó, desde sus magros  ahorros, a lograr una silla de ruedas nueva. Esta  historia nos llega a la memoria ante el recuerdo con el que los señores diputados refromaron los  Premios  Nacionales de la  Cultura y suspendieron  la humillante  “pensión”  de  “cuatro colones”, que por ley debíase entregar al artista galardonado en su ancianidad.

Los  señores  diputados jamás pensaron en los más de mil millones que se han despilfarrado en el Festival Internacional de las Artes  (FIA) en donde se llegó a  pagar a un  grupo de  ” artistas”  sudamericanos la suma de ochenta mil dolares por bailar y gritar en las calles de San José.

El  dinero del FIA es el mismo  dinero que una investigación en marcha (y en marcha y en marcha) nos ha dicho como una vez  y, “a veces”, se hacía humo con ese dinero.

El Premio Nacional de la  Cultura, bajo el apodo de ” Magón”, es un gesto de la Patria Agradecida con un  artista por su trabajo de “toda una vida”, en pro de la excelencia de su trabajo en el  arte. Se entrega en la  vejentud del agraciado cuando sucede una vez (en veces) que hasta sus hijos creen que el viejo o la vieja es un estorbo en el camino. Y  le ha legado el tiempo en que no sirve para nada.

En algún país del Mundo, el laureado es invitado a eventos distinguidos de la cultura y a conmemoraciones en Universidades de  honor. En Costa Rica hasta la Academia considera que un Premio Nacional de la Cultura (al que denominó  “Chicharrón” el periodista de marras) no  es  “nada de nada y nada”.

Sucede de vez en vez, que hasta el Ministerio de Cultura agrega un apodo, como se hizo con el  suscrito “Premio Magón Carcelario”.

Y sucede a veces (en veces) a la hora de seleccionar a los  “premiosos” que el Jurado  desconoce  la historia  biográfica de los posibles candidatos. El Jurado desconoce sus méritos en teatro, poesía, novela, historia, cuento, ciencia y pintura.

En una reunión del Honorable Jurado se “ladeo” el nombre del  Dr. Jaramillo pues  “ellos no sabían que había  escrito más de  100 obras y poesía. Libros que ya  tenían iluminado al mundo de la ciencia.

Y   lo  “pior, de lo pior  entre lo pior”, en un año la Editorial Planeta publicó la obra de  Ana Cristina Rossi,  La romana indómita y el Jurado reconoció “después de después”, no haberla leído.

Ya  ser editado por Editorial Planeta es un decoro que no muchos escritores  suelen lograr en  el mundo.

Y… bueno. Que tal historia de los Premios de la  Cultura Nacional, idiotamente nombrados Magón, ha llegado hasta la noticia de un Señor Jurado dispuesto a denotar el camino de la novela como literatura, desconocía ante los periodistas la existencia de  esa maravillosa creación de Juana Fernández  Ferraz, “El espíritu del río”, escrita hace más de 100  años.

Ya el Maestro Beto Cañas, Padre de la Criatura Premios Nacionales, se quejaba en que no y no se podían dar Premios a la CULTURA DE UNA NACIÓN a una persona por tejer macramé, dar brincos o cocinar el mejor  arroz y frijoles del mundo.

En este tema, no concuerda nuestra idea con la del Maestro Cañas, pues en el día en que se entregó el  Premio Nacional de la  Cultura por el Gallo Pinto que preparan cada día en Santa Cruz de Guanacaste, ese premio merece el respeto de “todas y todas” como  esgrimen los periodistas al dia de hoy. El premio se le entregó a una digna cocinera que forma parte de la Cooperativa de Cocineras de Guanacaste.

Es  nuestro sentir, que se impone recordar a los señores  diputados, que  puede ser de urgencia dar una mano a los  artistas en su “vejentud”  olvidados, humillados y ofendidos por la vida que mañana o más allá del mañana, han de recorrer los últimos días de su vida sobre una destartalada silla de ruedas.

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