Opinión

El miedo y la mentira en la campaña electoral del 2018

El reciente proceso electoral pasará a la historia política de este país por el uso intensivo de sentimientos y motivaciones religiosas como instrumentos de_propaganda_electoral.

El reciente proceso electoral pasará a la historia política de este país por el uso intensivo de sentimientos y motivaciones religiosas como instrumentos de propaganda electoral. Incluso, la campaña asumió un cierto perfil de show religioso –en Brasil se le denominó showmícios pentecostales–.

Pero lo que resulta igualmente novedoso y también contradictorio, dado ese componente religioso, fue el derroche que se hizo de los recursos del miedo y la mentira: las dos armas más poderosas de violencia simbólica utilizadas para manipular a las masas.

El miedo se propagó por parte de sectores fundamentalistas evangélicos y católicos, los cuales apelaron a dos argumentos falaces: la “ideología de género”, como la gran amenaza a la familia, y la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre el matrimonio igualitario, como la gran amenaza externa a la soberanía del país. ¿Acaso podrían existir dos amenazas más peligrosas que las que atentan contra la integridad y unidad de la familia, así como contra la soberanía y libertad de un país?

Al convertir la “teoría de género” en “ideología” –con las connotaciones negativas que tiene este concepto– se buscó devaluarla e instrumentalizarla, presentándola como un peligroso agente de desintegración familiar y de perversión de la  sexualidad humana. Así, se buscaba desprestigiar a una teoría que tiene fundamentos científicos validados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Asimismo, fue utilizada para divulgar mentiras, tales como que las “Guías de educación para la sexualidad y la afectividad”, portadoras por excelencia de “ideología de género”, promovían el aborto y la pornografía, entre otras. De esta manera, la “ideología de género” operó como ideología del miedo.

Por su parte, el diputado y candidato presidencial, don Fabricio Alvarado, se refirió a la CIDH aduciendo que ha sido su línea “violentar la soberanía de los estados como ya lo hizo en el caso de la fecundación in vitro”, sin considerar la legislación vigente al respecto. Otra mentira que se presentó como verdad fue que quienes impulsan la idea de un estado laico “en realidad buscan un estado ateo”, cuando de lo que se trata es de eliminar el carácter confesional del Estado porque privilegia a una de las diversas religiones del país: la católica.

El país ha venido avanzando en definir el perfil de un estado promotor y defensor de derechos humanos y culturales. Se reformó la Constitución Política para precisar el carácter pluricultural y multiétnico del Estado costarricense. Ahora, necesitamos avanzar hacia un estado laico que garantice a la ciudadanía el derecho y que le asiste a vivir y expresar sus sentimientos y adhesiones religiosas diversas, sus preferencias sexuales diversas y sus ideales políticos también diversos.

El miedo y la mentira son el caldo de cultivo de la violencia. Tenemos una gran tarea por delante: fortalecer una cultura de la convivencia armoniosa y pacífica que respete la diversidad constitutiva de nuestra sociedad.

 

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