Opinión

El final del verano socialista latinoamericano

Lo que llamo reorganización operativa de la derecha subcontinental deviene de un proceso conspirativo posibilitado por errores e ineptitud en el proceder gubernamental y culturalizador de los actores de la nueva izquierda.

La eclosión de la democracia

Lo que llamo reorganización operativa de la derecha subcontinental deviene de un proceso conspirativo posibilitado por errores e ineptitud en el proceder gubernamental y culturalizador de los actores de la nueva izquierda. Principalmente la marcada incapacidad de emprender y consolidar una nueva mentalidad cívica, puesta como prioridad por el Movimiento de los sin tierra, el Foro social mundial, los Zapatistas y el indigenismo suramericano, tiene mayor peso en su actual debilidad hegemónica, o bien, su franca defenestración política, según el país en el que pensemos. En Venezuela, una vez que se abandona la reingeniería de la mentalidad cívica al no darse continuidad a las misiones bolivarianas, el gobierno de Maduro queda sin posiciones para contrarrestar el discurso en su contra, siendo incluso incapaz de mediatizar a un Guaidó cuyo performance persigue liberar a una figura clave: Leopoldo López.

Entendido así, puede delimitarse la incidencia del discurso derechista prodemocrático como una articulación específica de la narrativa del orden y bienestar social, la defensa de tradiciones y valores, el restablecimiento del gobierno legítimo y el fin de la corrupción. Justamente esa configuración categorial es lo que marca la madurez operativa de la derecha, la cual, valga observar, no tiene un proyecto gubernamental homogéneo y carece de una figura centralizadora, lo que podría serle una desventaja porque la asesoría de E. Abrams tiende a recolocar el protagonismo estadounidense en una nueva época de imperialismo y diplomacia de las cañoneras a través de aliados estratégicos sacrificables. Estaríamos entonces a las puertas de una remozada geopolítica Roosevelt en un contexto de guerra de posiciones con Rusia y China. Esto último es determinante para explicar el rápido reposicionamiento del imperialismo, y es lo que da lugar a los vínculos funcionales de la Casa Blanca con la derecha regional.

En este escenario, el regreso al gobierno de las derechas latino americanas marcará un nuevo proceder reaccionario: erradicar prioritariamente cualquier reivindicación humana que se materializó en el período de los gobiernos de izquierda, desde la educación universitaria gratuita hasta servicios esenciales sin cargos, desde la integración de la diversidad hasta la solidaridad internacionalista. Los nuevos gobiernos de la derecha se dirigirán necesariamente a la derechización de la sociedad como un todo como recurso de gobernabilidad. Es de esperar que la democracia alcanzada se sacrifique por totalitarismos de distinto grado. Un escenario que exige la supresión jurídica de todo contrapeso tensional, como huelgas, manifestaciones callejeras y sindicatos, que al no tener prácticas de visualización y equilibrio de fuerzas serían víctimas fáciles de formas de descalificación ideológica provocadas por la sensibilidad coyuntural resultante de su misma supresión jurídica. Con esto, las tensiones estructurales en la sociedad civil no podrían provocar cambios en lineamientos gubernamentales, ni salidas superestructurales a conflictos, reduciéndose por ello a simples movimientos de presión que se agotarían en sí mismos sin lograr más que vulgares concesiones.

Esto da pie en América Latina a caracterizar una nueva época de totalitarismos enmarcada por intereses de guerra comercial gringa, redefinida ya como guerra fría. La aparición de conflictos de baja intensidad como los vividos subregionalmente en la década de los 80 del siglo XX resultaría sintomático de ello.

Al final, el verano socialista latinoamericano tendría como corolario invernal la eclosión de la democracia por medio de la aparición de “demodictaduras”, ejercicios gubernamentales totalitarios legitimados por reducciones de la verdadera democracia, tolerante e integradora, a electoralismos pluripartidistas simplones. Veríamos entonces al nieto de Pinochet como presidente de Chile, o a un Somoza como gobernante de Nicaragua.

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