Opinión

Dióxido de cloro, ignorancia e irresponsabilidad

Lo bueno es que no se les ha prestado la atención que buscan, pero lo malo es que lo publicado se ha divulgado en momentos en que la pandemia ocasionada por el Sars-Cov-2 y sus variantes parece no dar tregua al planeta, pese a que el mundo científico ha concluido que la forma más efectiva, quizá la única, de enfrentar ese devastador coronavirus, es por medio de la vacunación. Y es que leer y escuchar en medio de ese monumental esfuerzo, que no hay que vacunarse sino que con tomar un desinfectante llamado dióxido de cloro es suficiente, no podríamos hacer otra cosa que referirnos a ello.

Cual si se tratara de alguna de los cientos de prestigiosas revistas científicas en que se publican, ¡previo análisis de diversos comités de especialistas!, artículos que pretenden dar luz sobre áreas de investigación para que con la atención de investigadores contribuyan con su responsable retroalimentación, aparece un “journal” carente de edición impresa y otras formalidades que publica desde temas sobre productos de la industria a la medicina, por medio de revisiones de dos párrafos, informes de investigación breves, opiniones sobre publicaciones, cartas al editor, noticias comerciales, patentes, etcétera. O sea, es una publicación digital donde hay espacio para todo, aunque su atractivo nombre en inglés sea “Journal of Molecular and Genetic Medicine” pareciere sugerir algo formal, serio que no lo es.

Empecemos por “lo anecdótico”. En un artículo sobre la supuesta efectividad del desinfectante dióxido de cloro en el tratamiento del COVID-19 (“Determination of the Effectiveness of Chlorine Dioxide in  the Treatment of COVID 19”), al indagar sobre sus siete autores, encontramos cosas que solo podríamos calificar como anecdóticas.  ¡Veamos! Luego de más de 200 años de la gesta libertadora de Simón Bolívar, al señalar la dirección de dos firmantes bolivianos (Suxo y Ajata) dice “¡La Paz, Bolivia, Spain!”

Pero eso no es todo. Los que firman no son especialistas ni en inmunología, genética, bioquímica, fisiología, virología, o alguna disciplina relacionada con la pandemia provocada por el SARS-Cov-2.  Un señor es traumatólogo, otro dedicado al cáncer y cuidados paliativos, otro a técnicas de medicina alternativa sin base científica, y a otras “cosillas” no muy prestigiosas. La que se presenta como investigadora de la colombiana “Fundación Génesis” (Bolaños), está dedicada fundamentalmente al misticismo, a la autosanación, a la ubicación de la personalidad, es decir, no tiene nada que ver con la investigación científica médica, ni epidemiológica que es supuestamente tratada en ese “estudio”. Pero, para complicar más la cosa, según el diario El Heraldo, de Colombia (14 diciembre del 2018) la tal “Fundación Génesis” está involucrada en un caso de estafa con viviendas populares…

Y aunque otro autor, Insignares, se presenta como director de investigación supuestamente de la desconocida institución suiza “Liechtensteiner Verein für Wissenschaft und Gesundheit”, resulta que la tal LVWG, es parte de “Schweizer Zentrum für wissenschaftliche Forschung, Innovation und Entwicklung” que se ilustra en Internet con un formidable edificio de varios pisos. Infraestructura que la televisión alemana, en un reportaje de investigación, “descubrió que en realidad es un edificio de alquiler de oficinas, en la que esta empresa solo ocupa 100m2 del tercer piso”.  “Organización”,  cabe aclarar, es del alemán Andreas Kalcker (digamos que es el padre del milagroso dióxido claro) a la que fácilmente podríamos afiliarnos y usar su nombre en publicaciones semejantes, pagando anualmente, eso sí, la “módica” cuota de unos C 250.000 anuales. Como habrán inferido, el señor presentado por los promotores costarricenses como “brillante científico europeo” (Insignares) realmente reside y trabaja en su país, Colombia.

Pero en fin, lo que quizá a usted amigo lector más le interesa no es lo anecdótico, sino el contenido de la publicación que motiva este comentario, así lo haremos, pues hay un matiz de irresponsabilidad alrededor de esta “prueba indiscutible de las bondades del dióxido de cloro”, por lo que se lamentan del “por qué gastar tiempo y dinero en vacunas si ya tenemos la medicina que tanto estábamos esperando para acabar con el coronavirus”. según se ha demostrado con la formidable investigación científica que hicieron siete brillantes investigadores latinoamericanos y europeos”, dicen.

Así que echemos un vistazo a “lo científico”.  Si analizamos el tal “estudio” encontramos que es apenas como para ser presentado en una feria científica escolar. ¡No hay tal “investigación”, sino que se trata de una mampara para presentar, cual si fuere una “revisión de literatura científica”, un mamarracho de publicación escrita probablemente (aunque no la firma) por el compañero de andadas de los “investigadores”, o sea, el alemán Andreas Kalcker, el merecidamente muy cuestionado “doctor en biofísica” de una “open university”. El señor que promueve irresponsablemente la ingesta sin control del desinfectante dióxido de cloro. Y advertimos lo anterior pues Kalcker sí aparece como coautor con Insignares en otra publicación en el mismo “journal”, pero que en ésta se cuidó de no hacerlo para que pareciere, tal vez, como una revisión (así presentada) donde se demuestran sus afirmaciones por parte de “científicos independientes”. Objetivo en que tuvo éxito pues nos consta que en Costa Rica algunos anti-vacunas y fanáticos de la cura milagrosa con el desinfectante, se entusiasmaron tanto al leer las conclusiones de la publicación, que no hicieron la investigación que nosotros sí realizamos.

Sin avanzar más allá de la fase de observación preliminar con que se inicia el método científico, lo que estos señores observaron fue lo siguiente.  A dos pacientes positivos de Covid-19 en Perú, cuatro en Ecuador y 14 en Bolivia, les hicieron tomar dióxido de cloro durante 21 días, mientras observaban su comportamiento en algunos lugares. Así, sin contar con un diseño experimental que valorara, por ejemplo, el hecho de que el 80% de los contagiados con síntomas superan la enfermedad sin tratamiento antiviral alguno (y sin el desinfectante, por supuesto), y que hay un gran grupo que incluso jamás llega a mostrar síntomas, llegaron a la conclusión que sus escogidos habían superado la enfermedad gracias al dióxido de cloro. Igualmente, tales señores no tomaron en cuenta que ese diminuto grupo de solo 20 pacientes, distribuidos en diferentes lugares en tres países suramericanos, no podría jamás representar una muestra estadística significativa, y que además su selección no corresponde a una determinación previa de ciertas características de la muestra, donde a partir de requisitos, como serían por ejemplo, el perfil médico de los voluntarios, sus edades, sexo, peso, situación social, centros de salud utilizados, etcétera. Razón por la cual podría explicar quizá por qué no consiguieron suficientes voluntarios para tratarlos en condiciones debidamente monitoreadas, más allá de los exámenes de sangre que les hicieron para ver posibles cambios en sus hemogramas.  Ahora bien, para ese tan particular estudio, reunieron los datos de un grupo de otras 20 personas que al no haber ingerido dióxido de cloro, se usó como “población control”. Pacientes en “varios centros médicos” bolivianos (sin identificar”) para un total de 7, dos en Perú, ocho en Ecuador, 3 en México, que se curaron también, solo que fueron dados de alta una semana después, más o menos, después de haber recibido acetaminofén, antibióticos, antialérgicos, y otros. Como otra debilidad, los señores se adelantan a aclarar que ante los costos, no se determinó  la carga viral de los participantes en la observación, por lo que, se podría pensar que los tres mexicanos, por ejemplo, en la de menos tenían una carga viral más alta que los dos peruanos tratados con dióxido de cloro, por lo que los pocos días de diferencia para ser dados de alta podría tener un factor  independiente del uso del desinfectante. Asimismo, como quizá era “tan costoso” darle seguimiento a los pacientes tratados, no se preocuparon tampoco por mantener la observación o los análisis de sangre, más allá del día 22, aunque dicen que el “estudio” duró cinco meses.

¡Y la gran conclusión, la revolucionaria conclusión! fue que se observó que los pacientes que consumieron dióxido de cloro, tuvieron menos síntomas del Covid-19 que los que no lo consumieron. Que eso se notaba solo al verlos.

Sobre el tamaño de la muestra, en momentos en que vemos cómo se miden, por ejemplo los efectos secundarios de las vacunas en decenas de millones de personas, los señores que suscriben el “estudio” (posiblemente redactado por su amigo el alemán) reconocen que el mismo no es más que “una fase preliminar de un ensayo clínico”, por lo que actualmente están trabajando con el objetivo de aumentar la muestra a 400 pacientes. ¿Seguirá creyendo el polifacético Kalcker (quien hasta ha jugado de político en España) que ese minúsculo grupo es suficiente para obtener conclusiones válidas para algo de tanta trascendencia para la salud humana? ¿No es grande la irresponsabilidad? ¿Qué podría haber sucedido en Costa Rica si (solo imaginamos) el señor Presidente de la República hubiera determinado que no se invirtiera ni un colón, en la compra de las vacunas contra el COVID-19 y que no se movilizara el personal de salud para atender hospitalizaciones en salón y en unidades de cuidados intensivos, porque la pandemia se combatía con solo repartir miles de litros del potente desinfectante, para la ingesta masiva de la población de todas las edades? ¿Cuántas muertes más estaríamos lamentando?

Dicen los “investigadores” además, sin comprobación alguna, que como en Bolivia “se ha dado un consumo masivo de dióxido de cloro” los casos de COVID-19 tuvieron una disminución considerable. Algo similar a lo que se presentó, por cierto, en muchos países, incluyendo a Costa Rica, donde por razones indeterminadas (¡y sin exponerse al desinfectante!) de pronto hubo una caída en el número de contagios diarios, de pacientes graves y de fallecimientos.  E igualmente, sin demostración alguna se afirma en el artículo, que el efecto del dióxido de cloro es oxidativo sobre la base nitrogenada guanina del ARN mensajero del virus, impidiendo así su replicación. ¿Será que están reuniendo requisitos para recibir el premio Nobel en medicina?

Pero para no quedarse cortos en sus conclusiones, afirman que el desinfectante no solo tiene propiedades antivirales, sino también anti-inflamatorias pues los pacientes observados mostraron menos tos seca y dolor de garganta. ¡Otra maravilla!  Y agregan  que pese a no haberlo valorado rigurosamente como parte del “experimento”, los pacientes mostraron una mejor oxigenación, porque el dióxido de cloro in vitro, al entrar en contacto con un ácido, se disocia en cloruro y oxígeno, “lo que lo hace capaz de robar electrones a otras sustancias químicas y de manera inteligente aporta oxígeno en ciertos tejidos en donde la sangre llega con deficiencia de oxígeno, facilitando la combustión en otros para eliminar agentes patógenos”, anotan desfachatadamente.

En fin, perdonen el tiempo que les hicimos perder leyendo este comentario (también lo hemos perdido escribiéndolo) pero era una tarea necesaria, en vista de que insisten en que “las autoridades de salud no pueden seguir desdeñando las maravillas del dióxido de cloro”, para así olvidarse de las vacunas y tratar a la gente en forma masiva con el fuerte desinfectante que representa “una revolución terapéutica!”, dicen. La gente, según ellos, se sigue enfermando y muriendo por culpa de las tercas autoridades, pues ya se ha comprobado por esos destacados científicos europeos y latinoamericanos, que con el dióxido de cloro (para el que Kalcker ya tiene un lugar en la república checa donde fabricar el aparato generador de la sustancia) se puede vencer la pandemia en pocos días y con poca inversión, como se ha demostrado con los 20 voluntarios suramericanos.

 

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