Opinión

Desesperanza

Leo en La Nación, del lunes 30 de enero de este 2023, un desalentado artículo de un colaborador habitual, Gustavo Román Jacob, quien se identifica como abogado. Titula su trabajo “Nuestra fractura es una vieja factura” y califica la situación actual de Costa Rica como la de una “(…) zanja profunda de violencia criminal e inseguridad ciudadana, de odio identitario, de desesperanza y de tóxica desconfianza social”. La responsabilidad por el naufragio la identifica como resultante de la acción de todos, una especie de Fuenteovejuna invertida: “Todos, sindicatos, cámaras empresariales, profesionales liberales, etc., con la absurda ilusión de que resguardando lo propio y desentendiéndonos de todo lo demás, defendíamos nuestros intereses, como si la estabilidad duradera de una sociedad humana pudiera construirse sobre otra base distinta a la de inclusión y el bienestar del mayor número”.
La sociedad descrita por Román (inclusiva y que potencia a todos, superando conflictos, porque los comprende/asume) es quizás la humana primitiva esbozada por antropólogos y en las que las condiciones de sobrevivencia exigían el apoderamiento radical de todos y de cada uno. Un filme de bajo presupuesto, En busca del fuego, ilustra esta representación. Pero la Costa Rica actual no surge directamente de una original sociedad primitiva inclusiva e igualitaria, sino de la invasión y Conquista ibéricas que privilegiaba a algunos y sometía, de distintas maneras, a otros.
Tampoco las agrupaciones humanas conquistadas del área eran igualitarias: se daban en ellas poderosos y sometidos, entre los últimos, las mujeres y los niños. Desde luego los ibéricos conquistadores no eran igualitarios. Incluían generales, capitanes y tropa, por decir algo, religiosos ordenados y laicos. Y, después o siempre, desde luego, machos y hembras. En todos los casos se trata de personas y sectores con poderes y caracteres diversos y muchas veces encontrados. Así, una efectiva conciliación entre diversos demanda siempre una acción político/reflexiva constante, no se ha de derivar de una naturaleza de las cosas. En este sentido, las acciones humanas (individuales o sociales) contienen siempre una responsabilidad político-cultural. Aunque todos portan esta responsabilidad, para los más poderosos ella resulta obligatoria. Aquí, quien más consigue de un ordenamiento dado se torna responsable. Quien logra poco o nada solo es responsable de no tornar visibles estas asimetrías y no luchar por su superación estructural.
En América Latina y el Caribe la superación estructural de las deficiencias y los rebajamientos permanentes de poblaciones mayoritarias hacen parte del corazón de la existencia política. Así deben entenderlo y asumirlo los partidos políticos, en especial los que reciben mayor votación en los torneos electorales. Esta referencia urgente no parece de recibo en la Costa Rica de este siglo XXI. Los partidos aquí solo aparecen para los torneos electorales. No parecen estudiar la realidad local, regional y mundial. Sin este estudio y comprensión no entenderán la realidad inmediata en que se mueven y cómo superar colectivamente los desafíos y problemas que ella contiene. A diferencia del título del artículo mencionado en el inicio la ‘vieja factura’ tiene formas nuevas (mañana quizás inéditas).

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