Opinión

Derecho de respuesta

Bajo el título “Los suicidios aumentan en Costa Rica ocultos entre las comunidades”, la periodista Lucía Molina publicó los resultados de un estudio elaborado por las investigadoras Adriana Maroto y Carolina Castillo.

“De verdad, el valle era perfecto.”

Gustavo Elizondo Fallas

Bajo el título “Los suicidios aumentan en Costa Rica ocultos entre las comunidades”, la periodista Lucía Molina publicó los resultados de un estudio elaborado por las investigadoras Adriana Maroto y Carolina Castillo. Estudio al que tuvimos acceso y que luego de revisarlo, llegamos a la conclusión que ciertas afirmaciones que se hacen en el artículo no aparecen en su contenido.

No dudamos que el estudio tiene conclusiones valiosas ni tampoco desdeñamos que existe una problemática de suicidios en nuestro cantón, que se denota aún más por tratarse de una población muy pequeña, donde un solo caso ya representa un 0,02 % de la población, mientras que en Perez Zeledón, solo significaría el 0,001 %. El estigma nos seguirá acompañando siempre, en la parte personal, dos de mis mejores amigos los perdí luego de una decisión fatal de autoeliminación; las heridas, como dice el reportaje, duelen en el alma.

No obstante, esta problemática no debería de usarse para “basurear” al pueblo que amamos tanto los marienses que vivimos allí, como los que tuvieron que migrar por distintas circunstancias y que sin importar el destino, ya sea fuera de las fronteras como en lugares de esta patria, añoran su pedacito de tierra y cada vez que pueden visitan ese “valle perfecto” comillas que reproduzco del reportaje, no se que ironía o burla quería expresar la periodista porque en realidad si se trata de un valle donde la asimetría y cercanía de las montañas cuesta encontrar en el mundo. Agréguese los nuevos marienses, que han escogido nuestra comunidad para residir y así alejarse del tumulto de la ciudad, ellos viven en nuestro valle más que felices.

Uno de los párrafos dice: “Para poder acercarse el equipo tocó durante cinco años puerta a puerta cada casa en Santa María de Dota, para conversar desde el anonimato con los vecinos, que de otra forma nunca contarían el dolor que cargan por los que se suicidaron y que muchas veces -demasiadas veces- los lleva a ellos mismos a intentar suicidarse”. Decir puerta a puerta es garantizar que cada vecino del pueblo fue entrevistado, yo no lo fui, ni mis hermanos, ni mis vecinos a quienes consulté, si lo que realizaron fue una muestra, ¿usaron la metodología establecida en estadística inferencial?, porque el método de números aleatorios debió incluir al menos una de las casas de mi barrio que se ubica a 200 metros del parque. En el estudio se lee lo siguiente: “La selección de las personas se realizó bajo la técnica de bola de nieve, según la cual cada persona que se contacta fue estableciendo sugerencias de nuevas personas a entrevistar. En total se realizaron ocho entrevistas individuales y una en que participaron dos personas. Estas se hicieron en espacios acordados previamente por ambas partes, los cuales usualmente fueron sus casas de habitación o sitios de trabajo”, esto responde a nuestra inquietud, no es cierto que fue puerta por puerta ni tampoco se usó una técnica objetiva; el entrevistado sugiere que otra persona se puede entrevistar, primera vez que veo esta técnica en las ciencias sociales.

Una de las afirmaciones que nos produjo mayor molestia es: “Santa María de Dota nace en conflicto. La fundación de Dota sale de relaciones de incesto y del conflicto entre familias se deriva un cantón muy dividido por clase social”. ¿De cuál referencia histórica se sacó tal aberración?, los primeros habitantes llegaron en el año 1863, eran familias provenientes de Desamparados, encabezadas por José María Ureña quien junto a su esposa Leona Zúñiga y otros pioneros como Leandro Elizondo, Cornelio Monge, Sabas Zúñiga, Domingo Barrantes, Estanislao Ureña, entre otros, con sus respectivas consortes, se asentaron en el valle que había formado por millones de años el río Pirrís, tierras agrícolas por excelencia, donde el golpe de herramienta se juntaba con el trinar de las aves, esa fue la génesis de nuestro pueblo, no producto de “relaciones de incesto y conflictos sociales”.

En forma burlesca afirman las investigadoras: “Las calles están siempre desoladas a tal punto que es más común ver una vaca que un doteño”, la ausencia de personas por esas calles puede tener distintas razones y es propio de las zonas rurales de Costa Rica, lo mismo sucederá en lugares del Coto Brus, San Carlos, Buenos Aires, aparte que son pocos habitantes, el trabajo está en los cafetales y campos de labranza, recuerdo una vez que viajaba por la zona baja del cantón de Acosta y tuve que recorrer cerca de tres kilómetros para encontrar un vecino que me confirmara una dirección, ahí le puedo afirmar que no encontré ni siquiera una vaca, creo que merecemos respeto y la comparación con un cuadrúpedo es molesta.

Otra parte del artículo contiene: “Dota es una comunidad que rumora en los parques y en las misas. Los vecinos aseguran sentirlo en el aire, algunos dicen que son energías, otros dicen que la tierra de Santa María de Dota está enferma y gran parte no pueden ponerle palabras”, no vamos a tapar el sol con un dedo diciendo que no existe el chisme, algunas veces hemos sido víctimas de ellos o a lo mejor, hemos participado en su difusión, pero no es esta una característica exclusiva de esta comunidad, es un fenómeno que sucede en cualquier rincón de este país, característica muy bien captada por Samuel Rovinsky en su obra “Las Fisgonas de Paso Ancho”, entiendo que este barrio no se ubica en Dota.

Acudimos a la Municipalidad para que expresara su desacuerdo, pero al no tener respuesta, me tomo la atribución de defender la tierra que me vio nacer, donde espero que algún día reposen mis restos, en el mismo camposanto donde duermen el sueño justo mi padre y mis abuelos, que también amaron este “valle perfecto”.

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