Opinión

Bien, ¿y vos?

No tengo idea de cuándo comenzó este malestar en mí. Solamente sé que este asunto del tuteo se ha esparcido como un cáncer invasivo infectando

No tengo idea de cuándo comenzó este malestar en mí. Solamente sé que este asunto del tuteo se ha esparcido como un cáncer invasivo infectando hasta los últimos organismos libres de tal enfermedad. Desde que tengo uso de razón, recuerdo que en mi entorno familiar solo hablábamos de usted como muestra de  respeto hacia nuestros mayores, y en mi entorno de camaradería solo hablábamos de vos. Mis oídos se deleitaban cuando al saludar a alguien con la típica pregunta: “¿cómo estás?”, alguien del otro lado me contestaba con otra interrogante: “bien, ¿y vos?” Actualmente no falta quien me responda: “bien, ¿y tú?”, y entonces siento agujas que traspasan mi cerebro. Realmente no sé cómo reaccionar ante semejante pregunta. Aquí lo importante no es saber la teoría repetitiva de que el origen del voseo se remonta a la época colonial cuando fuimos víctimas del legado cultural de algunos españoles que se establecieron en nuestro humilde país y de nuestra dependencia política respecto a España. Lo más importante es comprender que el voseo llegó para ser parte de nosotros igualándonos en un ambiente de confianza, identidad y sencillez. Por su parte, el tuteo implica presunción, desigualdad y pedantería, sustantivos que no se ajustan al ser costarricense. Por lo tanto, aunque son muchos los que día a día se integran al bando del tuteo,  yo abogo por el rescate del voseo de las garras del olvido.

Siempre había tenido esta inquietud de poner en líneas mi preocupación ante la posible desaparición de esta forma de hablar que nos distingue. He llegado hasta el punto de experimentar fuertes sentimientos de impotencia y de frustración ante la nefasta  propagación del tuteo en Costa Rica. Lo más sorprendente es escuchar a individuos de mi propia generación (padres y abuelos del siglo XXI) utilizar el tuteo con sus pares, sus hijos y sus nietos. Me atrevo a adivinar que se sienten más refinados. Mi interrogante es: ¿cómo los hace sentir el voseo? ¿Disminuidos? Afortunadamente, hay quién piensa como yo, y esto nos ha conducido a un notable aumento de propaganda que promueve el uso del voseo como un intento desesperado de recuperar esto tan  maravilloso que nos identifica. Sin embargo, en algunos casos este intento de rescate nos está arrastrando a un fenómeno aún más alarmante. Yo lo voy a llamar el “vostuteo”: amasijo del “voseo” y el “tuteo”. Es  usual escuchar en algunos programas televisivos a algunos narradores costarricenses hacer un comentario como el siguiente: “Tú tienes una capacidad vocal sorprendente, pero tenés que adueñarte del escenario”. Primero aprendamos cómo se conjugan los verbos con el pronombre “tú” y los verbos con el pronombre “vos”. Luego, aprendamos a hacer la diferencia.  El “vostuteo” fracciona todas las reglas gramaticales y el “tuteo” desquebraja nuestra identidad.

Por supuesto no podemos ignorar el hecho de que nuestros herederos muchas veces no saben hacer la diferencia entre el tuteo y el voseo gracias a que las redes sociales nos ofrecen una estructura del español donde el voseo no tiene cabida. Gracias a la expansión mediática, nuestros hijos y nietos viven bajo una constante influencia del tuteo.  El tuteo se expande y no perdona los estratos sociales. Se tutean los más humildes, los menos humildes y los arrogantes. Se tutean en el hogar, en la escuela, en la universidad, en la iglesia, en los bares o en cualquier otro punto de reunión.  Se tutean los amigos, los novios, los esposos, los conocidos, los hijos, los nietos. Se disemina y no hay quien se salve. No obstante, desde mi perspectiva un poco práctica, creo que no todo está perdido. Nosotros, los defensores del voseo hemos de enseñar a nuestros sucesores lo que el voseo encarna en nuestra cultura. El tuteo me suena falso y pomposo. No quisiera especular que todos estos amantes del tuteo buscan librarse del voseo porque es “polo”. De ser así, ¿cuántos estarían de acuerdo conmigo? ¿Polo? Polo es jugar de lo que no somos. ¿Y qué somos? Somos orgullosamente ticos que tomamos agua dulce, comemos gallo pinto, y respondemos: bien, ¿y vos?

Suscríbase al boletín

Ir al contenido