¡Bésense con quien quieran!

¡Dolor!, es la palabra más sencilla para resumir todo lo que experimenté cuando vi la noticia sobre la masacre ocurrida el fin de semana pasado en Orlando, Florida. Cincuenta personas fueron asesinadas mientras se encontraban disfrutando su noche en el bar Pulse definido como “bar LGBTI”. Y reitero, personas, es decir, sujetos y sujetas con Derechos Humanos.  Mi primera reacción estuvo permeada por una ira tan grande que sin querer golpeé la mesa donde me encontraba desayunando. ¿Cómo es posible que hoy en día pasen situaciones así?- expresé con la voz entrecortada. Esta interrogante fue la misma que generó una cantidad de reflexiones incontables, las cuales hoy intento abreviar en cuatro mil caracteres. Era sábado por la noche, y utilizamos el partido de La Sele como “excusa” para decirnos: “salgamos después que termine”. Asimismo, surgió la “excusa de “no están cobrando por entrar y las birras están baratas”. Y de esta manera, decidimos ir a distraernos del estrés diario que generan las asignaciones evaluativas de la universidad.  Simultáneamente, mientras mis amistades bailaban y se besaban con quien querían hacerlo; acribillaban a más de cien personas en un bar en Orlando. Quizás muchas de las personas emplearon “excusas” similares a las razones por las cuales mi grupo de amigos y amigas decidimos salir; nunca esperando que nos arrebaten el derecho humano fundamental de la vida, así como se les despojó a esas personas. Y aunque Abelino Esquivel justifique la masacre, afirmando que “hay lugares donde uno no debe estar”, tenemos derecho de sentirnos seguros y seguras sin importar donde nos encontremos. No podía creer que mientras yo me “recuperaba de la resaca” del día anterior, aquellas personas que asistieron a Pulse, iniciaban a sufrir un proceso doloroso de duelo. Debo hacer un paréntesis para señalar que todo asesinato duele, así como duelen las cincuenta personas asesinadas en Pulse, duelen todas las muertes en cualquier zona geográfica del mundo. Sin embargo, no podemos eliminar el elemento de la subjetividad cuando decidimos problematizar una situación específica (esto no quiere decir que las demás no sean relevantes), y más cuando las situaciones pasan por nuestros cuerpos. Hace más de un mes, gritábamos la consigna: “no a la homofobia”, debido a que expulsaron una pareja de jóvenes homosexuales del establecimiento en donde se realizaba la fiesta de Semana Universitaria. Esta situación, la abordé anteriormente en otro artículo. Ese día “me sorprendía” porque la homofobia seguía latente en la sociedad. No obstante, posterior a este evento y tomando en cuenta, la tragedia sucedida en Pulse, creo que no resulta tan alarmante como creí; ya que la diversofobia continúa arraigada en las relaciones sociales que se tejen cotidianamente. Y aunque intenten mostrar al culpable de los asesinatos como un “asesino que cometió un acto aislado”, y se justifiquen manifestando que “esas otras religiones matan gente”; no podemos dejar de ver que al final hay aparatos ideológicos (la religión es uno de los principales) y personas que reproducen estos, propiciando la violencia que acaba con tantas vidas. Cada vez que alguien grita “playo” y “tortillera”, hace burlas sobre las identidades de género, ofende a las personas transexuales, repite chistes homofóbicos, condena al infierno por “pecados explícitos de homosexualidad”, entre otras situaciones, ayuda a accionar el gatillo que asesinó e hirió a más de cien personas en Orlando. Por último, quiero finalizar con la consigna que gritó una amiga cuando se decidió detener la fiesta mencionada: ¡Bésense con quien quieran! Y así debe ser, transformemos las muestras de amor y afecto en actos de resistencia y rebeldía, apropiémonos de los insultos, y aprendamos a defender nuestros derechos, ya que rendirnos sería borrar el legado histórico que han dejado y siguen dejando cada una de las víctimas de la diversofobia.