Opinión

Basta un clic para normalizar la precariedad y esclavitud laboral

Actualmente la precariedad y la neoesclavitud laboral están a un clic de distancia o de algunos breves movimientos en las pantallas de nuestros dispositivos tecnológicos.

Actualmente la precariedad y la neoesclavitud laboral están a un clic de distancia o de algunos breves movimientos en las pantallas de nuestros dispositivos tecnológicos.

Alguna vez seguramente hemos escuchado en diversos ámbitos y espacios sociales, en nuestra interacción cotidiana con personas cercanas o no tan cercanas, frases como “prefiero estar explotado y no desempleado” y “trabajo es simplemente trabajo”. Estas se utilizan con mayor frecuencia para ocultar o, al menos, desviar la atención de una realidad que se encuentra latente dentro de lo que desde el capitalismo de las nuevas tecnologías se nos presenta como algo innovador, creativo, moderno y sobre todo de fácil acceso a las personas con tal solo hacer un clic o un par de toques en las pantallas táctiles de nuestros dispositivos tecnológicos.

En efecto, estoy hablando de todas esas plataformas digitales o aplicaciones que ofrecen una nueva experiencia de conexión de las y los consumidores con multitud de empresas que han puesto sus servicios y productos de una forma tan accesible como nunca antes se ha visto, con tan solo descargar una aplicación y realizar una serie de pequeños movimientos desde nuestros dispositivos celulares o cualquier otro. A simple vista esto puede presentarse como algo dinámico, como algo innovador (en efecto lo es), como algo que ha venido para cambiar nuestras interacciones, nuestras formas de comunicación, como algo que nos permitirá facilitar nuestras vidas al acceder a determinados productos o servicios sin necesidad de salir de la comodidad de nuestra casa o sin mover un solo dedo.

En días anteriores hemos presenciado casos que evidencian una cuestión “fetichista” o “romántica” de estas plataformas digitales, que a simple vista parecen no implicar daño alguno, Más bien todo lo contrario, parece que nos brindan más beneficios y nos facilitan más las cosas, que nos proveen algo innovador, barato y cómodo y sobre todo que brindan a las personas que lo necesiten oportunidades laborales para acceder a fuentes de ingresos. Esto si se aborda desde una perspectiva como consumidor, pero si abordamos estas plataformas digitales desde la cuestión laboral todo cambia, ya no parece algo tan beneficioso.

La lógica de lo que se conoce hoy como “Economía Gig”, que es inherente a la era del capitalismo de las nuevas tecnologías o el capitalismo digital y que se expande con una lógica global, se expresa en las plataformas como Uber Eats y en las que a través de esta conectan -como anteriormente mencioné- a los consumidores. Son una diversidad de compañías que prestan o brindan sus servicios y cuyas políticas laborales se sustentan bajo la premisa de un intercambio colaborativo entre la empresa y el “trabajador” que ya no aparece como un “trabajador asalariado” sino como lo que se denomina un “socio-colaborador”. Este término hace referencia a la clara diferenciación existente entre un trabajador asalariado acuerpado por un contrato laboral definido y a individuos autónomos o como ellos le llaman “socio-colaboradores” que no cuentan con un contrato laboral definido, que se encuentran expuestos a condiciones precarias (rutas largas, peligrosas, extensas jornadas, sin derechos a vacaciones, seguridad social etc.).

Así pues, lo que parece o parecía ser algo innovador no lo es o en todo caso lo es en el sentido que normaliza la precariedad de las y los individuos que colaboran o hacen de colaboradores dentro de estas empresas. No hay seguridad ontológica –diría Giddens–, entonces para estos “trabajadores” informales o “socio-colaboradores” que únicamente buscan acceder a una fuente primaria o secundaria de ingresos, que prevén una oportunidad laboral antes que la miserable realidad del desempleo.

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