Opinión

Antiaborto

Tengo una duda. No sé si la desventurada declaración de Carlos Alvarado en La Nación...

Tengo una duda. No sé si la desventurada declaración de Carlos Alvarado en La Nación del 6 de julio –donde califica el aborto terapéutico como “distractor de temas prioritarios”– se le ocurrió a él o a su mentor, Rodolfo Piza. En cualquier caso, es una excusa inaceptable.

¿Por qué no quiere firmar el decreto? Mientras le da de largas el  tiempo pasa, el país entra en delirios góticos y en el imaginario colectivo circulan horribles imágenes donde un médico con cara de loco arranca del vientre de la “homicida” un bebé destazado y sangrante… Lo que sí debería circular, y no se dice, son las historias reales de mujeres con embarazos inviables a las que se deja sufrir lo indecible en espera de que el feto muera por su cuenta antes de extraerlo.

La histeria antiabortista esconde información. No sabemos la verdad. No tenemos idea de lo que sucede en los hospitales. No sabemos –o no las hay– de estadísticas que digan cuántas mujeres embarazadas murieron porque los servicios de obstetricia se negaron a interrumpir su embarazo a tiempo. No sabemos nada sobre las que mueren por abortos clandestinos. No sabemos nada de esas víctimas obligadas a parir el recuerdo lacerante de su violación… Sin un protocolo que lo respalde, el cuerpo médico se convierte en cómplice involuntario de negligencias femicidas.

¡Qué contradicción más absurda! Gritar por un embrión y no hacer nada por la niñez abandonada y despojada de sus derechos básicos. Luis Guillermo Solís pretendió quitarle financiamiento al PANI y desde hace muchos años ocupamos los primeros lugares en las listas internacionales de prostitución infantil. Si al antiabortismo le importa tanto la vida, debería comenzar por exigir al Gobierno acciones urgentes y concretas para rescatar a las y los niños de la calle.

El fanatismo antiabortista es ciego, no se fija en los aspectos médicos, ni en los sociales ni en los psicológicos: se aferra a la ley. Pero los nazis también tenían leyes y aquí lo que verdaderamente importa son los Derechos Humanos, el derecho soberano de las mujeres sobre su vida, su bienestar y su cuerpo.

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