Opinión

¡Alerta roja!… ¿Elecciones de Rectoría?

Las prioridades de la Universidad de Costa Rica deberían ser claras: compromiso desde la docencia, investigación, la acción social, los laboratorios, la infraestructura y la conciencia cívica.

La cosa va muy en serio, la cantidad de personas contagiadas por el coronavirus sigue creciendo de forma abrumante y sin tregua, tanto así que la semana anterior nuestro país alcanzó la cifra de 5355 casos positivos, la mayor cantidad registrada hasta la fecha en siete días.

El número de fallecidos por la plaga es ya, prácticamente, el mismo que por homicidios y femicidios. Este mes, hemos afrontado pésimos datos y lo que conlleva a la cercanía de la saturación de los servicios de salud.

Las personas en condiciones graves siguen llegando a cientos, el personal está exhausto y con serios problemas de salud mental. Sin embargo, ante esta cruda realidad presente en los pasillos de hospitales y las salas de emergencia, muchos optan por dirigir la vista para otro lado.

Escuchamos a los sectores económicos clamando por aperturas cada vez más amplias, buscando defender su subsistencia y en algunos casos desesperadamente. Pero resulta chocante que varios grupos dentro de nuestra misma institución se apoyan en este movimiento para seguir su propia agenda, sin importar el riesgo a la salud de los funcionarios, estudiantado y sus familias.

Recapacitemos un momento, pensemos qué que significa la saturación de los servicios de salud, la fase 5… ¡Lo peor de la pandemia!, etapa donde no solo escasearán los implementos sanitarios, el personal de atención estará al servicio del colapso, y se podrían dejar morir a personas en las afueras de los centros de salud.

No habrá posibilidad de hospitalizaciones, ni la atención para otras patologías, por ejemplo: en un accidente con heridos graves, no se podrán dar tratamientos oncológicos, enfermedades crónicas, entre otras.

En Europa, los servicios de salud fueron parcial o totalmente interrumpidos en muchos países, se determinó el resultado de esto en una encuesta realizada a cerca de la mitad (53%) de los países donde esto sucedió. Hubo la detención del tratamiento de la hipertensión, el 49% los servicios de la diabetes y las complicaciones conexas; el 42% los servicios de tratamiento del cáncer, y el 31% los de emergencias cardiovasculares. Todos estos son padecimientos presentes en gran parte de la población costarricense y podemos esperar un impacto análogo.

Ante tal panorama, las prioridades de la Universidad de Costa Rica deberían ser claras: compromiso desde la docencia, investigación, la acción social, los laboratorios, la infraestructura y la conciencia cívica. Desde aquí debemos profundizar en la detección y contención en los grupos y zonas de riesgo, pues ya la UCR cuenta con pruebas para tamizajes poblacionales.

Al momento, se han llevado acciones por parte de varias unidades académicas e institutos, preocupados por brindar un tratamiento al paciente con COVID-19 y colaborar con su salud mental. Asimismo, la aplicación de modelos matemáticos, la confección de equipos médicos, la asesoría jurídica, entre tantas otras más. Debemos integrar y estimular otras iniciativas, donde exista interés de trabajos colaborativos interdisciplinarios, donde todas las poblaciones estudiantiles, docentes y administrativas de todas las sedes puedan participar y tener impacto.

Es así, que la razón de ser de la Universidad de Costa Rica, que está siendo aplaudida socialmente, nos impone concentrar esfuerzos en la emergencia, la ciencia y la solidaridad. Pero frente a este afán, “hay unos cuantos a los que lo único que parece importarles en este momento sigue siendo las elecciones para Rectoría”, sin importar todo el caos y peligrosidad de lo que se está viviendo. Obligar a unas elecciones universitarias en los próximos meses aciagos, propulsados por un cálculo mísero e insensible, implicaría un pésimo ejemplo para nuestra institución ante la ciudadanía.

¿Y qué hay de la democracia universitaria? ¿No se tiene presente que realizar unas elecciones prontas implicaría que no se puede asegurar una presencialidad real, pues habrá grupos la población universitaria y de las sedes que no podrán participar? ¿No se toma en cuenta la poca concentración en la discusión de ideas y programas de gobierno en medio de un desastre nacional?  ¿O será más bien que no se quiere justamente que haya debates y discusiones?

Y, además, ¿quién será el responsable si por estas elecciones funcionarios o estudiantes se contagian del virus? ¿Se le echará la culpa al TEU, a quien no se ha dejado de presionar de manera descarada y manipuladora? ¿Tanta es la pérdida económica de gastar en empresas publicitarias unos meses más? ¿Tan poca confianza tienen en sí mismos como para arriesgarse a perder algunos votos de funcionarios a punto de pensionarse?

Nuestro ejemplo debe ser de unión, de proactividad, de estar presente ante los principales desafíos que tienen que ver con la emergencia sanitaria, económica y social de esta pandemia. Estas elecciones se harán cuando debamos hacerlas, límpidas e impecables, sin una sola gota de sangre en las urnas de votación.

 

 

 

 

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