Mundo Medios señalan intereses detrás de la hidroxicloroquina

La trama de la Casa Blanca para promover un medicamento de dudosos beneficios

Fue una apuesta muy riesgosa y dependiente de un complejo entramado público y privado, la insistencia de Trump en promover la hidroxicloroquina apuntó hacia un botín inesperado.

Además de promover un negocio millonario al vender en farmacias al público en general un medicamento que todos los expertos consideraban debía ser administrado bajo control hospitalario, la promoción de la hidroxicloroquina buscó generar una base de datos masiva a disposición de la empresa Oracle y su dueño, un generoso financista republicano.

Poco más de un mes parece haber durado la fiebre de la Casa Blanca con la cloroquina y, sobre todo, la hidroxicloroquina, un medicamento usado contra padecimientos como malaria y lupus y que el presidente estadounidense Donald Trump insistió en promover casi como una cura milagrosa al COVID-19.

A mediados de marzo, Trump inició una serie de menciones muy optimistas sobre el medicamento en sus conferencias de prensa, a pesar de que no se existen estudios científicos rigurosos que evidencian las bondades de aplicar el medicamento a las personas afectadas por el coronavirus SARS-CoV-2.

La euforia del mandatario parece haberse disipado el pasado 21 de abril, cuando un estudio llevado a cabo en un hospital de veteranos militares mostró que, entre los pacientes que sólo recibieron ese medicamento, la mortalidad alcanzó el 28%.

Sin embargo, queda la inquietud de qué llevó a Trump y a la Casa Blanca a insistir en la promoción del medicamento.

Tufo de dinero

La primer conjetura a la que muchos analistas y medios de comunicación se abocaron tuvo que ver con los eventuales beneficios económicos: si Trump promueve el medicamento, puede deberse a que tiene intereses en alguna de las empresas que lo produce.

Sin embargo, el único nexo comprobado vincula a la empresa francesa Sanofi, que fabrica el medicamento bajo la marca Plaquenil pero no lo distribuye en Estados Unidos, aunque sí en el resto del mundo.

De acuerdo con el New York Times, el año pasado Trump reportó que sus tres fideicomisos familiares tienen inversiones en el fondo mutual Dodge & Cox, cuyo aporte más grande es precisamente en Sanofi. Sin embargo, es sabido que la participación particular del presidente estadounidense en la farmacéutica es muy pequeña. Incluso, la revista Forbes estima esa participación en menos de $3.000.

El diario neoyorquino destacó, sin embargo, que entre los principales accionistas de Sanofi figura la empresa Fisher Asset Management, la cual pertenece a Ken Fisher.

De acuerdo con datos oficiales de la Comisión Federal de Elecciones, este 2020 Kenneth Fisher, de Fisher Investments, ha donado $597.700 a diversas instancias de apoyo electoral al Partido Republicano. Para las elecciones de 2016, hizo pequeñas donaciones a diversas instancias de apoyo a los candidatos republicanos al Congreso, mientras que aparece con dos contribuciones al comité de acción política Trump Victory: una en junio del año pasado, por $125 mil, y otra en junio de 2016, por $25 mil.

Tras la publicación, Fisher Investments emitió un comunicado en el que la calificó como una “falsedad”; además, informó que Sanofi representa 0,8% de su portafolio de inversiones y que la empresa es dueña de “menos del 0,7%” de la farmacéutica francesa. Añadió que Fisher en el pasado también ha contribuido con el Partido Demócrata.

Otro nexo surge a través del fondo de inversión Invesco, que perteneció al actual secretario de Comercio Wilbur Ross. Invesco tiene inversiones en Sanofi y en otra empresa farmacéutica denominada Mylan. Ross divulgó un comunicado en el que alegó desconocimiento de las inversiones de Invesco y aseveró “no tengo ninguna vinculación con la decisión” de explorar si la hidroxicloroquina puede servir como tratamiento.

Lawrence “Larry” Ellison, dueño de Oracle, en febrero fue anfitrión de un evento de recaudación de fondos para la campaña de Trump. (Foto: Phillip Faraone / Getty Images / AFP)

“Inundar Nueva York y Nueva Jersey”

Mayor claridad sobre los intereses detrás de la insistencia del mandatario norteamericano en promover el medicamento se puede lograr al revisar el entramado de presiones y relaciones público privadas detrás de sus palabras.

De acuerdo con el New York Times, en un inicio las principales voces que hablaron a Trump del medicamento fueron su abogado Rudolph Guliani, su asesor en comercio internacional, Peter Navarro y el magnate dueño de la empresa tecnológica Oracle, Lawrence “Larry” Ellison.

Ellison es otro donante del Partido Republicano, por lo menos desde 1991. Los registros de la Comisión Federal de Elecciones muestran una cantidad de constantes aportes, la mayoría pequeños, pero se puede destacar que entre 2015 y 2016 donó más de $5 millones de la fracasada campaña presidencial del senador Marco Rubio.

Otro vínculo revelado por ese periódico es el de Roberto Mignone, directivo de la farmacéutica Teva. Mignone logró, a través de contactos con el equipo del yerno de Trump, Jared Kushner, que lo refirieran a la Casa Blanca, y allí solicitó que se presionara a India para aflojar sus restricciones sobre la exportación del medicamento, lo cual se logró.

La revista Vanity Fair tuvo acceso a correos electrónicos entre funcionarios de la Casa Blanca y agencias federales en los que se aprecia el nivel de presión ejercida.

La noche del 4 de abril, Brett Giroir, secretario adjunto de Salud en el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), envió un correo con el asunto “Hidroxicloroquina” a un grupo de funcionarios de alto nivel de esa institución y de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).

Esa comunicación decía: “Llamó la Casa Blanca. Realmente quieren inundar Nueva York y Nueva Jersey con tratamientos”.

Los correos demuestran insistencia en que los medicamentos fueran disponibles al público en general a través de farmacias, aunque en ese momento la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) había emitido una medida de emergencia que permite el uso de la hidroxicloroquina para pacientes de COVID-19 sólo en casos de pacientes hospitalizados.

Sin embargo, también en la FDA se había colocado una ficha de Trump: la asesora legal Stacy Amin, quien fungió como asistente del mandatario antes de acceder a ese puesto.

Desde el 23 de marzo Amin envió un correo a funcionarios de la FDA, el HHS y los Institutos Nacionales de Salud (NIH) en el cual detalló el plan para que una instancia denominada la Autoridad de Investigación y Desarrollo Avanzado Biomédico (BARDA) apoyara la emisión de un estudio investigativo de medicamento nuevo, denominado IND, que en este caso se emitirá respecto a un nuevo uso de un medicamento viejo.

“Creo que la Casa Blanca quiere esto listo para mañana y que los datos fluyan a la plataforma de Oracle”, escribió.

Este es el punto en el que salta la figura del magnate Ellison, pues el plan incluía una aplicación diseñada por Oracle para recolectar información de pacientes y médicos para dar seguimiento a “tratamientos experimentales” contra la COVID-19.  Se trata de un botín nada pequeño ni despreciable: una base de datos actualizada con la información de millones de personas meses antes de las elecciones presidenciales.

El plan, sin embargo, no se llegó a concretar. Fue el personal de la pequeña BARDA que decidió resistir y el pasado 21 de abril –el mismo día que se anunciaron los catastróficos resultados del estudio con los veteranos militares– su director Rick Bright denunció que fue removido del puesto porque “limité el uso de cloroquina e hidroxicloroquina, promovido por la Administración como una panacea, pero que claramente carece de mérito científico”.

 

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