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La fuerza para combatir al Estado Islámico asalta la campaña

Hillary Clinton “carece de la fuerza física y mental para combatir al Estado Islámico y a los muchos adversarios que enfrentamos", dijo su rival

Hillary Clinton “carece de la fuerza física y mental para combatir al  Estado Islámico y a los muchos adversarios que enfrentamos”, dijo su rival, Donald Trump, tras un breve desmayo de la candidata demócrata, el pasado 11 de setiembre.

Clinton asistía a los actos conmemorativos de los atentados del 2001 en Nueva York, cuando se sintió mal y tuvo que ser llevada del lugar, apoyada en sus guardaespaldas.

El plato estaba servido. Su estado de salud ocupó los principales espacios de una campaña en la que el debate sobre la salud de los candidatos –la física o la mental– vuelve al primer plano, una y otra vez.

Los representantes de la candidata han acusado a su adversario de desatar una “enloquecida conspiración sobre la salud de Clinton” quien finalmente reconoció su enfermedad, un diagnóstico que no había hecho público, pues “no creía que se iba a convertir en gran cosa”.

Anthony Zurcher, analista de la BBC en Washington, recordó otros problemas médicos de los presidentes de Estados Unidos, como cuando George Bush (padre) vomitó sobre un primer ministro de Japón, o cuando su hijo se desmayó en la Casa Blanca al ahogarse con un pretzel. Décadas antes el presidente Franklin Roosevelt ocultó los graves problemas de salud que lo llevaron a la muerte en 1945, durante el primer año de su cuarto mandato, lo mismo que el presidente  John F. Kennedy nunca habló sobre sus problemas de espalda.

La diferencia entre los problemas de esos presidentes y el de Hillary Clinton, dice Zurcher, es que el de ella ocurre en la recta final de una campaña electoral en la que aparece como favorita, pero en medio de encuestas que reiteradamente advierten de que se trata aún de una campaña de dudoso resultado.

Confiabilidad

¿Cómo afectará la salud de Clinton su candidatura?, se preguntan ahora los analistas.

Ryu Spaeth escribía en New Republic la semana pasada: una nueva encuesta de Bloomberg muestra a Trump cinco puntos sobre Clinton en Ohio, lo que demostraba que la batalla en el estado iba a ser dura en noviembre. Toda la trayectoria de la campaña, desde las convenciones de julio pasado­ –decía– “muestran una competencia cada vez más ajustada, no solo en Ohio sino en todo el país”.

Clinton sigue siendo la favorita, pero no se puede descartar la derrota, para lo que, de acuerdo con este análisis, se necesitaría una serie de acontecimientos que pusieran en duda su capacidad de liderazgo. El tema de la neumonía, afirma, es precisamente uno de esos acontecimientos.

Hay cierta perplejidad en algunos análisis ante la evidencia de que los resultados de las elecciones de noviembre próximo sean aún inciertos. Se argumenta sobre la existencia de otros dos candidatos –Jill Stein, del partido Verde, y el exgobernador de Nuevo México, el libertario Gary Johnson–; la naturaleza de las primarias demócratas, que pueden haber debilitado a Clinton; o aun los problemas de la candidata, como factores que contribuyen a darle aire a la candidatura de Trump.

“La economía se desarrolla bien después del periodo de recesión y el actual presidente demócrata es popular”, afirma Spaeth. De modo que el problema es la candidata misma y lo de la neumonía solo viene a dejar en evidencia un problema más profundo: el de su confiabilidad.

Situación que ha permitido a los partidarios del exrival de Clinton en la candidatura demócrata, el senador Bernie Sanders, renovar las expectativas en torno a una aún posible candidatura suya. H. A. Goodman, columnista de diversos medios, publicó en el Huffington Post, el pasado 12 de setiembre, un artículo titulado “Trayendo de vuelta a Sanders. Clinton podría realmente perder con Trump”. “Si Clinton tiene que abandonar la carrera, solo una persona puede derrotar a Trump”, afirma. Partidario de Sanders durante las primarias, Goodman afirma que ahora votará por la candidata de los verdes, Jill Stein.

Trump apuesta

Con la campaña centrada en la confiabilidad de los candidatos, Trump redobló la apuesta, cuando Clinton afirmó que sus partidarios eran un “bando de deplorables”: racistas, homofóbicos, sexistas, xenófobos, islamofóbicos… salieron el Washington Post y el New York Times a reconocer el error de Clinton. Atacar a los partidarios de Trump en vez de atacar al candidato la dejó en situación vulnerable. Se redoblaron los ataques en su contra: “ellos no son un bando de nada; son americanos que merecen su respeto”, contestó el compañero de fórmula de Trump, el exgobernador de Indiana Mike Pence.

Tres días después, en entrevistas en las cadenas CNN y Fox, Pence se negó a calificar de “deplorable” al exlíder del grupo racista Ku Klux Klan, David Duke, partidario de Trump.

A Trump lo acusan de tener “ideas”, “sensaciones”, pero no políticas. “Vayan a su sitio web y verán afirmaciones vagas y pura palabrería”, dice Jamelle Bouie, corresponsal jefe de política de la publicación Slate.

Pero sus partidarios piensan que las cosas van mal en el país, y muchos están de acuerdo. Una frase citada en medios norteamericanos parece resumir la reflexión de los dos bandos. Unos dicen: “Yo sé que usted  piensa que las cosas están muy mal, pero usted no tiene idea de lo malo que es Trump…” A lo que los otros responden: “Yo sé que usted piensa que Trump es muy malo, pero usted no tiene idea de lo malo que están las cosas…”.

Mientras tanto…

Mientras tanto, los conflictos internacionales siguen ofreciendo ejemplos de la fragilidad de la situación mundial.

El pasado fin de semana Estados Unidos bombardeó tropas sirias en medio de la recientemente acordada tregua en ese país, matando a por lo menos 60 militares sirios y dejando más de un centenar de heridos. Rusia pidió la convocatoria del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para analizar la situación, mientras Washington decía que fue un error involuntario.

Hace dos años, cuando su candidatura era aún solo una expectativa, Clinton se lamentaba de que Obama no hubiese transformado en una fuerza militar creíble a los rebeldes sirios. Pero fue esa misma política de Washington la que contribuyó a transformar esa crisis en el conflicto que dio origen a la ola de refugiados y a la consolidación del Estado Islámico. Aunque, para Clinton, fue la debilidad de Obama la que creó un vacío, ocupado por los islamistas. Clinton prefería entonces dar un mayor apoyo a la rebelión, contribuyendo a desestabilizar el gobierno del presidente Assad.

El mismo fin de semana, Trump prometía, en Miami, que si era elegido revertería la apertura de Estados Unidos hacia Cuba y criticaba la intención de Clinton de revisar el permiso para portación de armas en Estados Unidos. “Armas, armas, armas, dijo Trump, sugiriendo, con ironía, que los guardaespaldas de Clinton anduvieran desarmados.

–Va a ver lo que le pasa, afirmó, a lo que el equipo de Clinton respondió asegurando que el candidato republicano asume reiteradamente un tono que incita a la violencia contra la candidata.

 

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