Mundo

Europa en busca de rumbo en el vértigo del mundo

Los cambios políticos en tres grandes países europeos dejan en evidencia los desafíos que enfrenta el continente y las dificultades para mantener la unidad en la UE y definir políticas tanto hacia su gran socio, los Estados Unidos, como a los rivales rusos y chinos.

“El mandato de Angela Merkel será recordado como el más paradojal y cruel de Alemania y de Europa”, dijo el exministro de Economía griego Yanis Varoufakis, el principal opositor al draconiano programa de ajuste que Alemania y la Unión Europea le impusieron a Grecia en 2016.

La canciller alemana, Ángela Merkel, ha dominado la política como ningún otro líder en tiempos de paz, dicen exfuncionarios. (AFP).

Merkel “ha dominado la política europea como ningún otro líder en tiempos de paz”. Pero, según Varoufakis, lo ha hecho de tal forma que ha condenado a Alemania y a Europa a la estagnación y a la decadencia.

La responsabiliza de haber provocado una crisis humanitaria en su país para ocultar el rescate de banqueros alemanes cuyas políticas, en su opinión, “orillan la criminalidad”. La acusa de haber saboteado “todas las oportunidades de unir a los europeos”, de haber conspirado para evitar cualquier transición verde en Alemania o en Europa, y de “haber trabajado incansablemente para castrar la democracia e impedir la democratización de una Europa desesperadamente antidemocrática”.

“Ha dominado la política europea como ningún otro líder en tiempos de paz”, pero lo ha hecho de tal forma que ha condenado a Alemania y a Europa a la estagnación y a la decadencia, exministro de Economía griego Yanis Varoufakis.

No hay dudas de que Alemania es hoy más fuerte política y económicamente de lo que era cuando Merkel asumió el gobierno, en 2005, dice Varoufakis. El secreto —afirma— está, entre otras cosas, en un superávit comercial de efecto devastador sobre las otras economías europeas, y en el control del gasto con medidas de austeridad sin precedentes que afectaron principalmente a la clase trabajadora alemana y a la europea. No obstante, afectaron principalmente a la griega, a la que sometieron a un drástico programa de ajuste a cambio de recursos billonarios, que luego de transitar por la banca griega, fueron a parar a sus verdaderos destinatarios; los acreedores alemanes y franceses. 102 mil millones de euros, dice Varoufakis, debía Grecia solo a los bancos alemanes que, sin el salvavidas lanzado por Merkel, corrían el riesgo de enfrentarse a las drásticas consecuencias de sus arriesgadas inversiones.

Sin saber que estaban realmente pagando por lo errores de los banqueros franceses y alemanes, los eslavos y los finlandeses, los alemanes y franceses, creían que les estaban cargando cuentas alegres de otro país, dice Varoufakis. A los ciudadanos europeos les vendían la idea de que la crisis era el resultado del despilfarro de los gobiernos de los países del sur; acostumbrados a gastar más de lo que tenían. Afirmación que, como lo han demostrado diversos economistas, no tiene sustento alguno. De ese modo, dice Voroufakis, “Merkel sembró las simientes del odio entre los orgullosos pueblos de Europa”.

Sobre la deuda regional, un grupo de cien economistas europeos publicó un documento, en febrero pasado, en el que pedían “anular la deuda pública mantenida por el Banco Central Europeo (BCE) para que nuestro destino vuelva a estar en nuestras manos”.

El texto, con la lista de profesionales que lo firman, encabezados por Thomas Piketty, puede ser visto aquí: https://elpais.com/opinion/2021-02-04/anular-la-deuda-publica-mantenida-por-el-bce-para-que-nuestro-destino-vuelva-a-estar-en-nuestras-manos.html

Vértigo

Ahora que se va, la herencia de Merkel es tema de debate en Europa, donde se espera con ansiedad la conformación del gobierno que la sucederá, luego de las elecciones alemanas del pasado 26 de septiembre.

Europa enfrenta “el vértigo de la era post-Merkel”, dijo Beatriz Navarro, corresponsal del diario La Vanguardia en Bruselas. Navarro atribuye a analistas, diplomáticos y altos funcionarios de varios países europeos, entrevistados por ella, la expectativa de que su sucesor tenga la visión geoestratégica “que nunca ha tenido Merkel”. El desafío será “posicionarse con claridad ante los grandes retos geoestratégicos a los que se enfrenta: el desdén de Estados Unidos, el auge de China, el pulso constante con la Rusia de Vladímir Putin…”.

Opinión parecida expresó un editorial del Observer, del Guardian londinense: “Merkel, una consumada constructora de consensos, ayudó a mantener unida a la Unión Europea durante las sucesivas crisis financieras, migratorias y pandémicas”. Pero no dejan de señalar que, por otro lado, “es notoria su falta de visión estratégica”.

Adam Tooze, director del Instituto Europeo en la Universidad de Columbia, prevé el fin de una era en la que el debate político izquierda-derecha (en lo fundamental, en Alemania, eso quiere decir entre social demócratas y demócratas cristianos) quedó reprimido. Tres de los cuatro gobiernos encabezados por Merkel fueron en alianza con los socialdemócratas. Pero eso quedó atrás.

No fueron los demócratas cristianos los que pusieron fin a la división izquierda-derecha como centro de la política alemana, dice Tooze. Fueron los socialdemócratas del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD, por sus siglas en alemán) los que giraron hacia el neoliberalismo durante el gobierno de Gerhard Schröder (1998-2005). Junto con su colega británico, Tony Blair, crearon la llamada “tercera vía”, la fórmula neoliberal de los socialdemócratas europeos, no muy distinta a las adoptadas en diversos países latinoamericanos —entre ellos Costa Rica, México y Chile— por partidos que reivindicaban una orientación social demócrata.

“Hay consenso entre analistas de que Merkel obtuvo el beneficio político de las reformas del mercado de trabajo y del Estado del bienestar que Schröder y sus socios ecologistas lanzaron para fomentar el crecimiento económico y reducir el desempleo. Esas reformas, un paquete de medidas bautizado como Agenda 2010, perjudicaron a la población más modesta y vulnerable —se crearon los llamados minijobs, empleos con sueldo inferior a 450 euros al mes sin apenas cotización—, y explican, en buena medida, el milagro económico alemán”, dice María Paz López, corresponsal de La Vanguardia en Berlín.

Tooze recuerda que Olaf Scholz era el secretario general del SPD durante el gobierno de Schröder. También Blair resurge en el laborismo británico, quien acaba de desarrollar su conferencia en Brighton, reivindicado por su secretario general, Keir Starmer. La conferencia terminó mal para Starmer, derrotado en su propuesta de cambiar el peso de los votos para elegir a las autoridades del partido. La idea era volver a un viejo sistema de votaciones por sectores que restauraba el peso del voto de los parlamentarios, haciendo más difícil la elección de representantes de sectores de izquierda del partido, como el exsecretario general Jeremy Corbin.

Nuevo gobierno

En Alemania, por ahora, el sucesor de Merkel parece ser Scholz, el candidato socialdemócrata y ministro de Finanzas del actual gobierno de coalición, en el que hicieron de furgón de cola del conservador partido demócrata cristiano. La ligera ventaja de su partido (25,7% frente a los 24,1% de la coalición CDU-CSU) le da preferencia para la conformación del gobierno.

Algo que tomará su tiempo (no sería extraño que tuviéramos que esperar hasta fin de año, o más) en el marco de la tradicional negociación para formar gobierno en Alemania.

Scholz tiene diversas opciones, pero la que parece estar sobre la mesa, en primer lugar, es con los verdes con un 14,8% y los liberales del Partido Democrático Libre (FDP, por sus siglas en inglés) con un 1,5%.

Christian Lindner, presidente del FDP, manifestó en campaña su deseo de ocupar el ministerio de Finanzas, el cargo actual de Scholz. Prometió no subir impuestos y adoptar una línea dura con respecto a la deuda. Según las reglas europeas, no debería superar el 60% del Producto Interno Bruto (PIB) de cada nación. Pero ya antes de la COVID-19 algunas incumplían ese límite. Hoy, Francia, Italia, España, Bélgica y Portugal tienen déficits superiores al 100% de su PIB.

“Si el ministro de Finanzas de Alemania apoya a los pequeños estados conservadores de la UE, que piden volver a una política fiscal ortodoxa, será un desastre para Europa”, advierte Tooze.

Reabrir el debate izquierda-derecha tiene riesgos para la política alemana, agrega. Pero también hay riesgos en pretender que esas diferencias no son reales. “No es exagerado decir que es el futuro de Europa el que está en juego”.

Mirando el escenario político alemán, Varoufakis es menos optimista. Es implacable con Merkel. Pero, viendo el bando de políticos “toscos y burocráticos” que luchan por sustituirla —afirma—, “quizás en breve estaré pensando en su gestión con más cariño”.

Para Ignacio Molina, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), investigador en el Real Instituto Elcano y editor de Agenda Pública, el sustituto de Merkel no encontrará un panorama plácido. Su principal reto será “superar el pesimismo con respecto al futuro que hoy domina en amplios sectores de la sociedad alemana y que se refleja en las sombrías proyecciones demográficas o en las dificultades para preservar la convivencia en un país llamado forzosamente a ser multicultural”.

Molina enumera diversos desafíos, pero concluye señalando el de posicionar el país en el nuevo orden internacional y determinar el futuro de la relación con Estados Unidos en el contexto de renovadas tensiones con China y con Rusia.

Al otro lado de la Mancha

Se fueron los tiempos en los que los periódicos británicos podían titular Niebla en la Mancha, continente aislado.

Las filas de automóviles en las gasolineras y estantes vacíos en los supermercados no eran imágenes habituales en países como Inglaterra. Pero ahora lo son.

Las dificultades en las cadenas de suministros, responsables de la escasez, podrían durar hasta Navidad, dijo el primer ministro británico Boris Johson. La gente se peleaba en las estaciones de servicios, mientras profesores y trabajadores del sector salud no podían atender sus tareas diarias, según la prensa británica. Las tiendas no quedarán vacías, pero la cantidad de productos disponibles se reducirá.

Para Johathan Freeland, columnista del Guardian, la causa de la escasez de combustible y de productos en los supermercados es el Brexit. Los estantes vacíos en los supermercados, como los pubs carentes de cerveza, son el resultado de los problemas en las cadenas de suministro. “En otras palabras, de falta de camioneros”, dice Freeland.

Un panorama gris para Inglaterra pintaba también Steve Smith, miembro del Centro de Investigación de Economía Política, en un artículo para la BBC.

“Dieciocho meses después de la pandemia de la COVID, otro invierno muy difícil parece cada vez más probable, con temores sobre un resurgimiento del virus, combinado con un aumento de la inflación y una crisis energética y de la cadena de suministro”, afirmó.

Una recuperación económica más rápida de lo esperado ha puesto presión sobre los precios de las materias primas. El precio del gas casi se ha triplicado en Gran Bretaña desde principios de año.

“El Brexit ha empeorado toda la situación porque muchos trabajadores de la cadena de suministros de alimentos procedían del continente, y ya no tienen permisos para trabajar en Reino Unido”.

Por otro lado, “para mantener la economía, el Banco de Inglaterra recortó en los últimos años las tasas de interés a mínimos históricos, y metió enormes cantidades de dinero en la economía en forma de flexibilización cuantitativa”.

Un aumento de las tasas de interés podría significar que la deuda pública futura se encarezca también, llevando al gobierno a restringir aún más el gasto público.

Es probable que la paga del sector público se reduzca, como sucedió en la última revisión del gasto y, si la inflación se mantiene alta, “se traducirá en un recorte salarial significativo en términos reales”.

En ese escenario, se podía esperar que el laborismo inglés concentrara su atención en la crisis por la que atraviesa el país. Pero no ha sido así.

Keir Starmer, su secretario general, intentó un golpe de mano en la conferencia laborista para restablecer un sistema de votos ponderados para elegir a las autoridades del partido. La maniobra visaba reducir las posibilidades de la izquierda dentro del partido.

Pero Starmer tuvo que retirar su propuesta ante la oposición de los sindicatos. También trató de reivindicar al exprimer ministro Tony Blair, el mismo que, junto con el presidente norteamericano George W. Bush y el jefe del gobierno español, José María Aznar, aseguraron al mundo tener noticias ciertas sobre las armas de destrucción masiva de Irak, con las que justificaron la invasión de ese país.

Después de una década con el partido tratando de borrar los recuerdos de Blair, Starmer se propuso reivindicar su legado. El resultado es que, lejos de su promesa de unir al laborismo después de los años bajo la dirección de Jeremy Corbin, el partido terminó “más dividido que nunca”, según dirigentes y periodistas que acompañaron la conferencia.

Ahora habrá que esperar las elecciones francesas de abril próximo para poner otra pieza sobre un tablero en el que Europa se juega su destino.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido