Mundo Franz Voltaire

El asesinato de Moïse es otro acto de una crisis que vive el país desde la caída de Duvalier

Poco a poco se va armando la historia del complot que puso fin a la vida del presidente haitiano Jovenel Moïse, crimen del que, por ahora, han sido indicados por la policía como sospechosos el rico empresario Christian Emmanuel Sanon y el exprimer ministro Claude Joseph.

Christian Emmanuel Sanon es un médico y rico empresario haitiano, residente en La Florida, con grandes inversiones en República Dominicana.

Sanon habría contratado a los colombianos con formación militar como guardaespaldas, utilizando una empresa de venezolanos exilados en Miami, según investigaciones de la policía haitiana. Pero, al parecer, la misión cambió.

Sanon está detenido en Haití. La policía haitiana lo considera autor intelectual del asesinato del presidente Jovenel Moïse.

Las investigaciones, aún en pleno desarrollo, parecen confirmar una denuncia hecha por Moïse el 7 de febrero pasado, cuando dijo que los ricos más ricos de Haití tenían un plan para asesinarlo, y habló de los dueños de los negocios de la electricidad, de la telefonía y de la banca, recordó el experimentado periodista dominicano, Huchi Lora.

Se puede calcular que los $16 mil millones que se invirtieron en esas misiones no han tenido ningún resultado. Ni siquiera mejoraron la situación de seguridad en el país, que ha empeorado en los últimos años.

Lo que se hizo para asesinar al presidente costó millones de dólares. Solo la gente más rica pudo haber organizado una cosa como esa, dijo Lora.

Investigaciones más recientes involucraron también al exprimer ministro Claude Joseph, al que Moïse habría destituido un día antes de su asesinato. Joseph rechaza la acusación. Hay versiones, difundidas en Colombia de que el presidente habría sido torturado antes de ser asesinado.

UNIVERSIDAD conversó con el historiador, cineasta, gestor cultural haitiano Franz Voltaire sobre la situación en su país. Voltaire dirige el Centro Internacional de Documentación e Información Haitiana, Caribeña y Afrocanadiense (Cidihca) en Montreal. Su hermano, Leslie Voltaire, fue ministro de Educación y candidato presidencial en 2010.

La conversación ocurrió antes de los nuevos avances en la investigación, pero contribuye a entender los orígenes y la profundidad de la crisis haitiana.

Me parece que el asesinato de Moïse no es más que otro acto de un la crisis sin fin. ¿Estás de acuerdo? Si es así, ¿cuál es el inicio de esa crisis?

—El asesinato de Moïse es, de cierto modo, otro acto de una crisis que vive el país, yo diría que desde la caída de Duvalier, en 1986.

Desde la caída de Duvalier hay una crisis electoral. No se ha podido establecer ningún Consejo Electoral permanente.

Pero es, por otra parte, una crisis económica, en el sentido de que en el país no ha habido una transformación del modelo de desarrollo.

Sigue siendo un país dependiente de la ayuda internacional y de las remesas de trabajadores haitianos. Las remesas empezaron en Canadá, Estados Unidos, Francia, y luego se agregaron remesas de Brasil y Chile, esencialmente.

Con una crisis permanente, hoy prácticamente todos los productos alimenticios vienen de República Dominicana.

Se ha acelerado la migración como resultado de ese modelo. Uno tiene un país donde la clase media, y también una porción importante de los trabajadores calificados, están viviendo en el exterior. En Montreal, por ejemplo, hay más médicos haitianos que en Haití mismo.

Desde afuera, y mirando los hechos, los diversos intentos de encontrar una salida política para el país han fracasado. ¿Qué ha ocurrido? ¿Cuál sería, desde su punto de vista, la alternativa?

—De cierto modo, ese modelo viene desde antes del régimen de Duvalier, viene del período de la ocupación militar norteamericana de 1915 a 1934. Ocupación que sigue, luego de la salida de las tropas norteamericanas, con la creación de una gendarmería, cuya misión era mantener el orden interno.

Una de las consecuencias de esa ocupación fue acelerar la migración haitiana hacia las plantaciones azucareras del Caribe, especialmente de Cuba y Santo Domingo.

La migración hacia Santo Domingo, donde crecía la demanda de mano de obra, es una migración continua que empezó en los campos de cañaverales y se transformó, poco a poco, en una migración más global, que incluía a trabajadores en la construcción, en el turismo, en la cosecha de café o, en general, en trabajos no calificados.

¿Quiénes mataron a Jovenel Moïse?

—Luego del asesinato empezaron a circular diversas hipótesis. La primera atribuía el crimen a gente que pertenece al círculo del poder mismo.

La policía capturó a una treintena de personas que luego se identificaron como haitianos-norteamericanos y militares colombianos, al parecer de la reserva, que habían sido contratados para prestar servicio de seguridad a algunas personalidades haitianas.

Pero que un grupo armado logre entrar a medianoche en la residencia del presidente sin resistencia es poco creíble. Entran sin disparar un tiro, matan al presidente y se van. Pero tampoco se esconden y son capturados también sin disparar ni un tiro.

Todo esto tiene la apariencia de un golpe de Estado.

¿Cómo se explica la pobreza tan generalizada en Haití? ¿En qué debería basarse, en su criterio, una política económica que permitiese promover un cierto desarrollo económico del país?

—La gran crisis viene con el retorno del presidente Jean Bertrand Aristide en 1994. Había asumido el cargo en febrero de 1991, pero fue derrocado siete meses después por el ejército.

Aristide es elegido nuevamente presidente en 2001, pero fue obligado a renunciar en febrero del 2004.

En medio de la crisis, en junio de ese año, se instala en el país la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) encabezada por militares brasileños.

Se puede calcular que los $16 mil millones que se invirtieron en esas misiones no han tenido ningún resultado. Ni siquiera mejoraron la situación de seguridad en el país, que ha empeorado en los últimos años. La gente se pregunta de dónde salieron todos los armamentos que hay ahora en manos de bandas de delincuentes.

Haití también hizo parte del programa de Petrocaribe, que lanzó el presidente venezolano Hugo Chávez. El programa ya llegó a su término, pero $4 mil millones fueron dilapidados en los dos últimos gobiernos. Esto ha creado un fuerte movimiento contestatario contra la corrupción.

Usted es haitiano, conoce bien el país. ¿Cuál es la sensación que prevalece entre los haitianos en medio de esa crisis tan larga que vive Haití?

—La población está cansada. Desde 2019 no han parado las movilizaciones contra Moïse, sin haber logrado derrotarlo pacíficamente.

Hay un fenómeno de violencia generalizada —en la capital por lo menos— que antes no había, como en México, o en Colombia.

El gobierno ha armado a los grupos de delincuentes en las bidonvilles (grandes espacios urbanos donde la gente vive en condiciones muy precarias), donde imponen un clima de terror.

Puerto Príncipe pasó de 300 mil habitantes a 3 millones en treinta años. La ciudad se ha extendido. La población ha ocupado todos los lugares, de tal manera que la gran mayoría vive en bidonvilles donde no hay ningún servicio estatal. No hay un sistema unificado de salud.

Durante todo este tiempo la ayuda internacional no fue canalizada a las instituciones públicas, sino a las ONG, de modo que el Estado está ausente. Con la disolución del ejército (que, en realidad, era una gendarmería) se constituyó una fuerza de policía de 15 mil personas.

Todo esto terminó en una guerra entre dos grupos de delincuentes. La gente no puede atravesar de un lado a otro.

Finalmente, más allá de esta nueva coyuntura, que no podemos calificar sino de trágica, ¿ves alguna alternativa que pueda encauzar el país en los próximos meses?

Por el momento no. La oposición está muy dividida. Moïse concentró todos los poderes en sus manos, disolvió las cámaras, no hizo ninguna elección municipal. Todos los nombramientos eran interinos.

El primer ministro actual, Claude Joseph (que acababa de ser destituido), al mismo momento del asesinato dice: –“Yo soy la autoridad”. Pero el país no tiene, por ahora, autoridades legítimas.

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