Mundo Ciudades siguen paralizadas

Desafío económico del COVID-19 es más devastador que el sanitario

Con la pandemia quedó en evidencia que las políticas de austeridad de la Comisión Europea no respondieron a la población.

Abra la página de cualquier medio internacional, como la de la BBC en español, el domingo 22 de marzo. El escenario es dantesco: vehículos militares cargados de ataúdes en Bergamo, Italia; la conmovedora campaña para que los pacientes que están a punto de morir puedan despedirse de los suyos, también en Italia (donde, el día anterior, habían muerto 793 personas, como consecuencia de la epidemia); las salas de emergencia de los hospitales que se están derrumbando; la previsión de una pesadilla peor que la de Italia en el país más pobre de América: Haití; y la pregunta: ¿cuándo terminará este brote?

Más optimista parece ser la noticia de que, en Alemania, el número de muertos es más reducido que en países vecinos, o de que algunos países tienen una estrategia más exitosa para enfrentar la crisis.

Hay otro desafío que, para algunos, podrá ser aún más devastador que el sanitario: el económico. Con las ciudades desiertas, el mundo se mira con asombro, sin terminar de entender cómo enfrentar esta crisis.

Emmanuel Macron afirmó que lo que esta pandemia revela “es que hay bienes y servicios que deben estar fuera de las leyes del mercado”.

Fin de la austeridad

“Con el coronavirus el pacto presupuestario europeo vuela en pedazos”, dijo el periodista Maxime Biosse Duplan en un artículo para Euronews.

La crisis deja en evidencia que esas políticas no apuntan a responder a las necesidades de la población.

La Comisión Europea anunció el viernes pasado que su rígida política de austeridad presupuestaria se suspende. La norma no sirve para atender las demandas que la crisis del coronavirus impone a los países comunitarios. Hay que invertir en salud.

Dos días antes el Banco Central Europeo había anunciado una verdadera “bomba”: un plan de compra de activos públicos y privados por 750 mil millones de euros. Europa se vuelve a inundar de dinero barato para la banca.

No se trata, en todo caso, de una norma cualquiera. Es la base de la política económica europea impuesta por Alemania a los demás, sobre todo a los “gastones” países del sur, para controlar el déficit y la deuda.

A principios de semana, el domingo 15 de marzo, fue la Reserva Federal norteamericana la que salió al rescate de las empresas, con otros $700 mil millones. “La medida más dramática de la banca central norteamericana desde la crisis financiera del 2008”, escribió Heather Long en el Washington Post.

Dos días después la bolsa seguía desplomándose. El índice Dow Jones sufrió su peor caída desde el llamado “lunes negro”, el 19 de octubre de 1987.

Tiro en los pies

“Europa se pega tiros en los pies”. La frase es del economista español Juan Torres, catedrático de la Universidad de Sevilla.

“La Unión Europea (UE) lleva años poniendo grilletes fiscales a los países socios para favorecer el negocio bancario que crece a medida que aumenta la deuda pública. De facto, los países de la UE no tienen soberanía sobre sus propios presupuestos”, asegura Torres. “Mucho menos desde que se obligó a incluir en nuestras constituciones que el pago de la deuda es prioritario, como ahora, ante cualquier otra necesidad”.

Una deuda, dice Torres, debido en gran parte a que los tratados europeos prohíben al Banco Central Europeo (BCE) financiar a los países en crisis (como en el caso de Grecia) y los obliga a acudir a la financiación bancaria privada.

Además cita los datos: de 1995 a 2018 la deuda pública europea creció en 5,8 billones de euros, mientras los intereses pagados por los gobiernos crecían en 6,1 billones. Es decir, una deuda que crece imparable, alimentada por el pago de intereses.

Con la pandemia devastando Italia, con cifras similares de muertos en España, con el sistema hospitalario amenazando colapsar también en Inglaterra, las políticas de privatización de los servicios de salud, aplicadas durante décadas tanto en España como en Inglaterra, desnuda ahora su falencia.

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“No hay que preocuparse del déficit fiscal hoy. El gobierno debe gastar cuanto sea necesario para enfrentar la crisis”.
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“España, y en concreto Madrid, se ha convertido en uno de los grandes focos mundiales del COVID-19. El país ya registraba hasta el 12 de marzo más de 3.000 infectados y 86 fallecidos. Todo eso en tan solo ocho días”, dijo Irene Hernández Velasco en un artículo para BBC News Mundo.

La privatización promovida por el conservador Partido Popular (PP), que gobierna Madrid y ha gobernado España en gran parte de los últimos 20 años, “deja la sanidad madrileña en la UVI” (Unidades de Vigilancia Intensiva), dijo Asier Martiarena en el diario La Vanguardia. El ratio de camas se ha reducido en Madrid a 0,15 por cada mil habitantes frente a 0,35 del conjunto del país, señaló.

“Aquellos que promueven la privatización y el recorte de gastos que privan de atención de salud a los más vulnerables ahora saben que lo hacen a su propio riesgo. La salud de toda la sociedad depende de la salud de los más pobres”, recordó Jayati Ghosh, profesor de Economía en la Jawaharlal Nehru University de Nueva Delhi.

Un banquete de buitres

Torres se ha extendido en el análisis del tema. Lo hace casi diariamente en su blog y en artículos publicados en la prensa española.

Pero esas políticas de austeridad tienen larga historia, anclada en los intereses alemanes y, con frecuencia, alabada por sus discípulos en otras partes del mundo, incluyendo América Latina.

El exministro de Economía griego, Yannis Varoufakis, lo recordó en entrevista concedida al periodista George Souvlis y publicada la semana pasada. Una entrevista que ha generado preocupación en los líderes europeos.

Varoufakis anunció que va a publicar las grabaciones de sus reuniones con los representantes de la troika –El BCE, el FMI y la Comisión Europea– cuando trató de renegociar, hace más de cinco años, la crisis de la deuda griega.

Después de cinco años mintiendo sobre lo que sucedió en esas reuniones del Eurogrupo “las fuerzas políticas de la troika en Grecia sintieron pánico solo de pensar que iban a escuchar con sus propios oídos lo que realmente sucedió allí”, dijo Varoufakis.

¿Por qué publicarlos ahora? Varoufakis lo explica acudiendo a dos acontecimientos. El primero es una ley promovida por el nuevo gobierno de derecha en Grecia, del partido Nueva Democracia, que permite vender las hipotecas morosas de quienes no pueden pagar préstamos obtenidos para comprar su casa, a fondos buitres.

Esto “ocasionará desahucios en masa de familias que, a causa de la interminable crisis, no pueden cumplir con el pago de sus hipotecas. Desde el 1 de mayo de 2020, una nueva oleada de miseria hundirá a nuestra ya derrotada población”, advirtió Varoufakis, que es actualmente diputado en su país.

La segunda razón es que Syriza, el partido a cuyo gobierno entonces representaba, lo acusa de ser el responsable del fracaso de las negociaciones con la troika.

Varoufakis afirma que las grabaciones mostrarán cómo los representantes de la troika bloquearon todos los caminos a un acuerdo honorable. Denunció, además, el grado de “incompetencia técnica” y, “por encima de todo, la propaganda negra con la que pretendieron presentarme como un maleducado y un recalcitrante que no planteó ninguna propuesta seria, cuando lo cierto es justo lo contrario”.

Syriza y el primer ministro Alexis Tsipras se mostraron luego como los “más firmes y eficaces en la aplicación de las medidas de austeridad, más despiadados en cuanto a las privatizaciones”. Como dijo (el entonces ministro de Hacienda alemán) Wolfgang Schäuble, “fue el único gobierno que llevó realmente a cabo el programa de la troika”.

Para Varoufavis, el gobierno de Nueva Democracia, que encabeza Kyriakos Mitsotakis, es una coalición “de cuasi fascistas y neoliberales”. “De repente, todo un contubernio de fondos de alto riesgo, asesores, contables y parásitos están obteniendo los mayores índices de beneficio del capitalismo mundial, aquí en Grecia. Es un poco como buitres dándose un banquete con la carne de un moribundo agonizante”.

Evitar la guerra

El historiador inglés Eric Hobsbawn, fallecido en 2012, afirmó en su libro Historia del siglo XX que la “segunda guerra mundial tal vez podía haberse evitado, o al menos retrasado, si se hubiera restablecido la economía anterior a la guerra como un próspero sistema mundial de crecimiento y expansión”.

Ahora que no solo el coronavirus amenaza a la población mundial, sino también se perfila en el horizonte una grave recesión económica, el conservador presidente francés Emmanuel Macron ha sumado una reflexión al anuncio de las medidas para enfrentar la crisis.

Lo que esta pandemia revela –afirmó– “es que hay bienes y servicios que deben estar fuera de las leyes del mercado. Habrá que sacar conclusiones sobre las debilidades de un modelo de desarrollo que hemos adoptado desde hace décadas”.

Para el profesor de Economía de la Universidad de Oxford, Simon Wren-Lewis, los efectos de la pandemia pueden ir mucho más allá de lo que nos imaginamos.

Más que una crisis de oferta, Wren-Lewis advierte que si la gente empieza a reducir el consumo como consecuencia de la pandemia, “el impacto económico será mucho más severo que cualquier número ya considerado”.

El analista brasileño Felipe Pena publicó en la revista Fórum un artículo en el que denuncia las intenciones del presidente Bolsonaro de decretar el estado de sitio en el país. En su opinión, el primer paso ha sido el decreto de calamidad pública.

Cuando miles de brasileños deambulen por las calles buscando comida o un lecho en un hospital, Bolsonaro “intentará cerrar el Congreso y reprimir al pueblo con la ayuda del sector más autoritario de las fuerzas armadas”, afirmó Pena.

Guerra y crisis económica, como advertía Hobsbawn, no son dos aspectos de una realidad del pasado. En medio del espanto causado por la pandemia también se cuelan informaciones sobre la guerra. El viernes pasado el Departamento de Defensa norteamericano anunció que había realizado con éxito la prueba de un misil hipersónico, capaz de alcanzar en minutos objetivos a miles de kilómetros de distancia, mientras 20 mil soldados desembarcan en Europa del Este, sobre todo en Polonia, para realizar las maniobras militares “Defender Europa 2020” bajo el paraguas de la OTAN.

“No podemos ignorar los procesos que suscitan grandes preocupaciones. Pero reaccionaremos de una manera que no cree riesgos innecesarios”, dijo el canciller ruso, Sergei Lavrov.

En América Latina, sin grandes aspavientos en medio de la crisis, una agresiva política conservadora, impulsada por la Casa Blanca y apoyada por regímenes como los de Piñera, Duque o Bolsonaro, reelegía al frente la de Organización de Estados Americanos al uruguayo Luis Almagro.

Salvar a la gente

La crisis ha dejado en evidencia que las reglas económicas de austeridad y privatizaciones aplicadas en las últimas décadas, sobre todo en la región, no sirven para los desafíos que enfrenta la sociedad. Cuando se produce la crisis hay que destinar recursos para atender esas necesidades.

El expresidente brasileño, Luis Inácio Lula da Silva, recordó que la gente necesita comer, necesita recibir su salario. “No hay que preocuparse del déficit fiscal hoy. El Gobierno debe gastar cuanto sea necesario para enfrentar la crisis. Vamos a salvar primero a la gente. Después veremos cómo salvar la economía”, afirmó.

Con la aprobación de Bolsonaro cayendo rápidamente, a niveles que oscilan entre 20% y 30%, las declaraciones de uno de los hijos del presidente, el diputado Eduardo Bolsonaro, contra China desató una crisis diplomática de una gravedad imposible de desconocer.

El hijo de Bolsonaro –que lo acompañó a un viaje a Miami hace unas semanas, para reunirse con Trump– comparó la pandemia a la crisis de la usina nuclear rusa de Chernobyl. Una dictadura prefirió esconder un accidente grave que le implicaría un desgaste político pero salvaría muchas vidas, afirmó el diputado. Y agregó: “la culpa es de China y libertad sería la solución”.

La respuesta china fue: “Sus palabras son extremadamente irresponsables y suenan familiares. No dejan de ser una imitación de sus queridos amigos. Al volver de Miami contrajo, infelizmente, un virus mental que está infectando la amistad entre nuestros pueblos”.

El embajador chino en Brasil, Yang Wanming, agregó: “Sus palabras son un insulto maléfico contra China y el pueblo chino”, y le exigió retirarlas y disculparse.

“Lamentablemente usted es una persona sin visión internacional, sin sentido común, que no conoce China ni el mundo. Le aconsejamos que no se apure en ser portavoz de los Estados Unidos en Brasil, pues le puede ir mal”.

Mientras tanto el embajador chino en San José, Tang Hen, manifestó el “enérgico rechazo” a las similares declaraciones de Dragos Dolanescu, que “pasaron la línea roja” de la política de Beijing de una sola China.

El excanciller y exministro de Defensa de Brasil, Celso Amorim, afirmó que todo lo que estaba pasando en su país era “muy grave, muy grave, muy grave. Brasil está transitando por un camino por el que nunca transitó”. “Nunca hubo nada parecido”, ni siquiera en el gobierno militar.

Las reacciones chinas muestran una sensibilidad en torno a un tema que, en opinión de expertos, está rehaciendo el orden mundial. Una tesis que es defendida por Kurt M. Campbell, diplomático y empresario, exsecretario de Estado Adjunto para Europa del Este y el Pacífico, y Rush Doshi, director de Brookings China Strategy Initiative, en reciente artículo en la revista Foreign Affairs.

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