Cultura

Tentar a los sentidos, saltar barreras, cambiar perspectivas

Pintura al óleo, estampas en papel y esculturas de concreto hablan un lenguaje propio en la nueva exposición de Federico Herrero.

La ironía dentro de la sala de exhibición es sutil, pero da lugar a preguntarse si la solidez del concreto cedió ante un lenguaje lúdico sobre lo urbano, o si más bien es la jugadera inocente la que tarde o temprano choca con un concreto indómito.

Tocará determinarlo a cada persona que visite Barreras Blandas, la muestra de 15 trabajos en óleo, monotipia -una técnica de estampado en papel- y escultura en cemento que el artista Federico Herrero expone en el Museo Nacional. La exhibición ofrece en cada uno de esos formatos una celebración -a veces serena, a ratos ruidosa- de formas y colores.

“Tal vez no sea lo más correcto decir que es infantil -dijo el artista con paciencia-, pero sí se trata de buscar en el adulto o niño, que cada persona tenga una experiencia, encontrar ese punto que activa el mecanismo que vemos como juego, pero es un cambio de perspectiva, de cómo usualmente vemos las cosas”. 

Añadió que entonces ese cambio de perspectiva es un eje muy importante de la exposición, porque durante esos “tránsitos de percepción” se da chance a que emerja “ese juego interior, que muchas veces el adulto se niega”. 

Destacó lo trágico de que “en etapa adulta suprimimos la noción de juego o lo que es el descanso y tiempo de juego”, que termina siendo asumido como improductivo, cuando “realmente es todo lo contrario”, ya que más bien ese es el momento en que “podemos resolver muchas cosas, podemos desencadenar la libertad necesaria para asumir cambios y tomar decisiones y se convierte en un momento muy productivo. La exposición tiene que ver con esta noción de productividad”. 

Experiencia sensorial

Federico Herrero descolló, en 2001, cuando fue seleccionado como ganador del León de Oro como mejor artista joven, en la XLIX Bienal de Venecia, tras lo cual ha participado en numerosas bienales internacionales como las de Habana, Sevilla, Moscú o Praga, incluso en el célebre Museo Guggenheim en Nueva York, en 2015.

Relató que la idea de exponer en el Museo Nacional surgió hace 4 o 5 años, cuando visitó allí una muestra del artista Gonzalo Castellón. Barreras Blandas constituye el regreso del arte de Herrero a una sala costarricense tras unos 12 años; llegó a inaugurarse y se muestra al público a pesar de tener que sortear constantemente las medidas tomadas contra el avance del coronavirus, que a veces implican el cierre del Museo. 

Sobre la muestra, Herrero explicó que esas formas y colores de los óleos y monotipias se traducen en volumen físico en el inmobiliario de concreto, inspirado en elementos urbanos como reductores de velocidad o la pintura en esquinas y aceras.

“Estaba muy interesado en producir estas formas escultóricas, que las asumo como una manera de entender la pintura como volúmenes, por ejemplo, entender un lenguaje plano en volumen, pero hay que entender que este lenguaje plano que a veces simplemente es dos o tres colores vibrando entre ellos, esta vibración que crean de alguna manera es un lenguaje que tiene una repercusión y una musicalidad en el espacio”, elaboró.

Así, detalló que las referencias a los reductores de velocidad, “son como traducciones”, mientras que otras de las esculturas ofrecen “esa poética de subir o no subir”. Reconoció que estos elementos provienen del lenguaje de lo urbano, del lenguaje de las calles y de cómo se aplica la pintura en ellas, en las esquinas, etc. Me informo mucho de este lenguaje urbano del tránsito”.

Sobre el recurso de la monotipia, detalló que le interesó porque considera que se acerca un poco al lenguaje de la pintura, “en el sentido de que es única, no se repite, no se produce en serie, como una litografía, por ejemplo. Todo esto me pareció un puente muy bonito de la pintura hacia el papel”.

El uso de esta técnica destaca porque, según reconoció el propio Herrero, es la primera vez que en una misma sala se pone a dialogar obras en papel -las monotipias-, escultura -las estructuras en concreto-, y pinturas en tela. “El diálogo de esos tres elementos es importante y tienen que ver con sutilezas como el impreso, la repetición de las formas, o el hecho de que pasan de ser planas a ser volúmenes, toda ese tipo de transiciones se convierten en  el eje de la exposición de forma más sutil, como algo que los sentidos perciben muy bien, es algo muy sensorial”. 

Cara a cara

Ante la pregunta de si en Barreras Blandas lo sensorial tiene preponderancia sobre lo narrativo, Paz Monge, curadora de la exposición, contestó que “definitivamente, creo que lo sensorial, las vibraciones y la interacción cara a cara que tengan las obras con la audiencia ya en solo eso está la narrativa de toda a la exhibición, porque claramente tiene entre comillas una historia, la narrativa es este aspecto sensorial que producen las traducciones del paisaje y los alrededores de Federico a la obra”.

“Tal vez la prioridad no era contar una historia detrás de la exhibición, sino dar a entender sensaciones y vibraciones a través de los cambios de formas y de color en cada medio”, aseveró. 

También coincidió en subrayar el carácter lúdico de la muestra, pues “da mucho la sensación de alegría, volvemos al tema de las sensaciones de los colores que usa Federico y la síntesis de color y forma aportan a esa visión”. 

Monge explicó que la labor de curaduría normalmente consiste en el acompañamiento a la exhibición, es decir, la administración y gestión de presupuesto, marco conceptual, acompañamiento al artista durante la producción de obras, y la producción de textos. Es decir, “todo lo que compone una exhibición, afuera de lo que es solo el arte, una organización muy interdisciplinaria”.

Sin embargo, “en este caso, como Federico tiene trayectoria larga y bagaje fuerte, el proceso curatorial fue mucho de conversación y diálogo, fue un proceso curatorial muy diferente”. 

El artista por su parte se refirió también a las complicaciones causadas por la pandemia y dijo que como artista está acostumbrado a lidiar con circunstancias adversas, pero, por otro lado, destacó la posibilidad de que “la gente puede llegar a ver esta exposición en un silencio distinto, en un espacio distinto, con una visita al Museo que tal vez los saque de la casa por un rato”.

Tras elogiar al Museo Nacional por encontrarlo “hermoso, uno sale con un lindo sentido de identidad”, insistió en su deseo de que la exhibición “sirva para que la gente salga  y se pueda liberar un poco de la fuerte tensión del momento y que por medio de la poesía y el arte tenga herramientas para poder navegar la vida mejor”.

Puntualizó que la importancia del arte radica en ofrecer esas “herramientas”, de manera que cuando la persona salga de una exposición “vea la vida diferente y ojalá no esté tan tensa, pueda ver la música, la poesía que hay en la vida, eso le puede ayudar a uno a sobrellevarla mejor”. 

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