Cultura

Teatro Giratablas cierra y el grupo Impromptu se lo lleva consigo

Tras 30 años de convocar a las artes escénicas, el espacio teatral Giratablas cierra sus puertas y San José pierde otra sala.

Los integrantes de Teatro Impromptu Giratablas pierden su sala pero seguirán cargando consigo no solo el nombre (“Gira”, como se le dice con cariño), sino todo aquello que de patrimonio intangible les pertenece por gestionar, desde hace siete años, un espacio emblemático que convoca el hecho escénico.

Y aunque al inicio de la entrevista con UNIVERSIDAD, los tres Impromptu, Javier Monge, Rolando Salas y Andrey Ramírez, no se ponen de acuerdo en si es una “tragedia” perder la centenaria casa, lo cierto es que un escenario más se cierra en la raquítica oferta de salas josefinas -y a nivel nacional- para grupos independientes.

“No se si considerarlo una tragedia, aunque sí era una crónica de una muerte anunciada. Es un espacio que tiene 27 años de ser Giratablas”, sopesa Monge.

No fue fácil tomar la decisión de marcharse, y a pesar de que desde diciembre del año pasado el principio de realidad los trajo a tierra y en enero aceptaron lo inevitable, se dieron estos seis meses para “acomodar, arreglar y hablar con gente”.

Desde hace 30 años, el espacio conocido como el “Gira” convocó al gremio teatral y al público en torno a la formación y el hecho escénico independiente. (Foto: Katya Alvarado).

A lo largo de la conversación y con la camiseta Impromptu de color negro literalmente puesta, los tres están sentados en unas sillas en el escenario: una caja negra con tachos de luz encendidos para la ocasión, las filas de butacas a un lado y varias salidas con puertas corredizas a un costado; una que da al patio interno con una fuente sin agua y otra hacia el vestíbulo y la oficina administrativa.

La hija de Monge (de unos dos años de edad), asustada por la fotógrafa y el interrogatorio reporteril llora desconsoladamente, situación que los tres Impromptu atienden solícitos, ofreciéndole alzarla -que no acepta- o palabras cariñosas para distraerla.

Una vez que la dinámica periodística se instaura y “normaliza”, la niña, tranquila y con una galleta que nunca se termina de comer, ríe y juega “guindada” de su papá.

Con su pequeña en brazos, Monge rompe el fuego al comentar que con el paso de los años el Giratablas comenzó a tener más dificultades que significaron una merma en la afluencia del público, de estudiantes en la academia y de grupos de teatro que ensayaban en el espacio.

El actor y gestor utiliza la palabra mutación para explicar lo que ocurre. “La gente no viene tanto al teatro; los grupos independientes están mutando la forma en que hacen su trabajo escénico”; algo que Monge se cuestiona si les ocurre a ellos mismos como colectivo. ¿Está mutando Impromptu?

Pero también en la ecuación la contabilidad común y silvestre no suma sino que resta, dando como resultado que los números no cuadren desde hace un año y, por lo tanto, que el proyecto esté en rojo. Contundente y demoledor.

Un ejemplo palpable es la reducción de un 35% de la matrícula del segundo semestre del 2018, que representó finalizar el año “arañando” para poder pagar los gastos. En ese momento crucial se percataron de que si en diciembre de este año no resolvían las finanzas, la deuda asumida ascendería a más del doble.

“Entrás en esa dinámica donde los costos suben y los ingresos bajan; además de que es una sala que para darle mantenimiento hay que tener un presupuesto mucho mayor que el que genera”, precisa Monge.

El otro mosquetero Impromptu, Rolando Salas, agrega que la casa es muy viejita. Para describirla usa la analogía del adulto mayor y los cuidados que hay que prodigarle: “los medicamentos cuestan más caro, la atención es más cara”.

Y entonces, Salas vuelve sobre la pregunta de si es una tragedia la clausura del espacio. “No pienso así; pero sí que poco a poco, en algún momento, se iba a acabar, aunque nunca creí que tan pronto”.

Salas lo apunta puesto que Impromptu inició labores el 1 de enero de 2012, luego de recibirlo de manos de la Asociación Cultural Giratablas, agrupación dirigida por los artistas escénicos Giancarlo Protti y Edda Rodríguez.

Gira la vida

La casona ubicada al sur de Barrio Escalante en el distrito El Carmen de San José -en un barrio conocido como El Empalme-, albergaba el hogar de una de las nietas del Dr. Carlos Durán Cartín, quien ocupó la Presidencia de la República de 1889 a 1890.

Inició siendo una casa de habitación de la clase adinerada de Costa Rica, en contraste con las 30 décadas de vocación escénica gestionadas por un sector que se la ve a palitos para mantener a flote sus proyectos.

La vida teatral invadió cada rincón del edificio con grupos que ensayaban, personas que pasaron por la Academia Giratablas y público que asistía a las funciones.

Asimismo, es recordado por albergar la Red de Artes Escénicas, a la vez que ahí se fundó Educarte y la Red de Defensa de la Cultura, e hizo las primeras reuniones la Asociación de Grupos Independientes de Teatro Profesional (Agitep).

“Eran otros tiempos en que se abogaba por la organización. En este lugar se cruza la historia. Hasta Fabricio Alvarado pasó por aquí para llevarse herramientas para su iglesia”, devela Salas.

“Muchísimas personas del gremio profesional hicieron sus primeras armas actuando aquí, sus primeras armas como profesores y profesoras, y la activación de los grupos que venían a ensayar era alta”, continua Salas.

De este modo, la academia se convirtió en un laboratorio para muchos que, de acuerdo con Monge, en la actualidad son, incluso, profesores universitarios.

En los buenos tiempos del proyecto, en un lapso de cuatro meses al año el espacio recibía para su formación teatral hasta 150 personas, distribuidos en tres niveles de actuación, mientras que en un mes de “llenazo” se contabilizaba 1.200 espectadores en total.

El ciclo anual del Giratablas comenzaba con funciones a partir de marzo, cuando, según puntualiza Ramírez, los grupos presentaban sus obras. “Siempre había un periodo muerto entre diciembre, enero y febrero. El resto del año, entre los cursos de la academia que tienen muestras en todos los niveles, las puestas en escena de los grupos independientes, más las presentaciones de Impromptu, generaba programación todo el año”.

Sin embargo, esta actividad declinó al punto de que el 2019 fue crítico y en marzo, en vez agendar espectáculos todo el mes, solo hubo dos o tres funciones.

Para Salas, ese resultado refleja el comportamiento de las agrupaciones, pues antes se arriesgaban a hacer temporadas de tres fines de semana y ahora no. “No solo es una cosa que pasa con el espacio sino con el medio”, arroja como conclusión.

Al valorar dicha situación, Monge es del criterio que el medio también está mutando, y actualmente los grupos solo se atreven a presentarse durante un mes en una sala si es en el Teatro La Aduana de la Compañía Nacional de Teatro (CNT).

“Está la seguridad de que si no llega público no tenés el riesgo de perder plata”, acotó.

Tragedia, por supuesto

A este punto de la entrevista, Ramírez señala que para él sí es una tragedia que se cierre una sala más. “Es una tragedia enorme, porque sí, se muta y cambia, pero es como cuando se perdió el cine Rex, por ejemplo”, dice enfático.

Así pone en contexto otros espacios que se clausuran, con lo cual a los grupos independientes se les dificulta cada vez más presentar sus montajes.

La fuerza de las aseveración de Ramírez empuja a Monge a revalorar el hecho de que en San José van quedando muy pocos lugares para mostrar teatro en un formato clásico y menciona la sala de Casa Negra en San Pedro como único escenario de este tipo.

Los otros lugares como La Alhambra o Cine Matisse son espacios alternativos, que para Ramírez responden a un tendencia mundial de los grupos independientes de reducirse y apostar por salones más pequeños de 20 personas con sillas. “Es más difícil alquilar un teatro, una sala con butacas”, apunta.

Lo anterior es una señal de la crisis de los espacios culturales, realidad ante la cual Monge se pregunta cómo hacer para revitalizar la economía del sector.

“Así como hay crisis del sector pesquero, de la construcción, el hecho de que haya menos espacios culturales, que se estén cerrando espacios emblemáticos como este  -que no es el único-, nos hace pensar que es una crisis y debería de verse qué tipo de acciones se hacen para evitarla, no me refiero solo al gobierno sino al sector”, expresó.

Monge no considera que el Estado tenga la obligación de resolver los problemas del sector independiente; no obstante, al compararlo con la forma en que apoya a las empresas exportadoras, debería sopesar qué sucederá cuando del todo no hayan salas de teatro para estos grupos.

“Están cerrando porque la gente no está viniendo”, se lamentó Monge.

25 años más

Teatro Impromptu Giratablas deja de funcionar en la casa antiquísima símbolo del bastión que significan los grupos independientes del país, pero el proyecto continúa en la medida en que sus integrantes lo consideran viable.

Se van a habitar otro espacio en condiciones distintas, como no tener una sala para presentar obras. “Vamos a sostener la academia, los espacios de ensayo y de laboratorio para los grupos”, explicó Salas, “pero vamos a perder la sala”.

Y ante la pregunta de adónde se van, Monge responde que frente a una coyuntura económica recesiva no es fácil tomar la decisión de alquilar un edificio, ya que es “reencontrar un lugar que nos permita que la gente que viene al “Gira” siga con nosotros, pero también que la gente que no nos conoce o nos ve como un referente teatral sienta que estamos accesibles”.

Será una carrera de relevos que garantice que lo habitarán por lo menos 25 años más y que las condiciones de infraestructura, parqueo y precio sean las adecuadas.

Como proyecto pionero no solo en el área de la formación teatral independiente con el Giratablas, sino en el género de la improvisación, Impromptu seguirá desarrollando contra viento y marea su línea, que Monge considera como una “rareza”.

Para él esa tozudez debe, a la vez, ser la bandera del sector escénico, con el fin de defender aquellas iniciativas con salas y espacios que aún funcionan.

“Ver qué mecanismos existen desde los espacios municipales para plantear proyectos de repoblamiento cultural; además, el Estado tiene que ver qué hace para que estos sectores no se pierdan, porque son productivos. Las evaluaciones del PIB (Producto Interno Bruto) en cultura son irrefutables: generamos una riqueza que supera a la del café y el banano”, indicó.

Teatro Impromptu Giratablas es un proyecto autosustentable, que depende de lo generado en la academia y en las funciones para no solo subsistir sino reinvertir en su crecimiento.

Incluso sus integrantes trabajan aparte por servicios profesionales para aportar a la economía del proyecto y que les devuelva “una cierta estabilidad”, según aclara Monge.

El dinero recogido se reinvierte en pagar el alquiler, la caja del seguro, los salarios de Monge y Ramírez, la seguridad, la limpieza y los aguinaldos. “Estamos al día con todos los derechos laborales y eso es un carga pesadísima”, reconoce Monge, quien afirma que lo hacen porque creen en la institucionalidad del país y el Estado solidario.

Al cabo de una hora de entrevista, Salas acepta que irse de la casona que está por cumplir 110 años es un duelo, “y como cuando uno termina cualquier relación es mentira que la razón es solo una, hay muchas variables en juego: lo contextual nacional, gremial, de una casa vieja, el miedo y la economía que se contrae”.

En ese sentido, Monge añade que el cierre del Giratablas está inserto en una institucionalidad sin incentivos ni una ley general de cultura, falencias que inciden en detrimento del sector, en el ámbito artístico, económico y productivo.

Ante este panorama nada halagüeño, Monge señala que el gremio debe tener mayor conciencia de la importancia de su participación como interlocutores del Estado, para lo cual hay que hacer un mea culpa por la forma de vincularse entre las personas del sector.

¿Esta es una batalla que van a seguir luchando?

-Javier Monge: Lo que nos aguante. Las madres de la Plaza de Mayo dicen: “la lucha que se pierde es la que se deja”. Nosotros somos bastante empecinados. Este es un proyecto que le está tocando cambiar, pero que tiene la ventaja de que estamos dispuestos a continuar y tenemos un grupo de personas que se ha comprado la rifa y nos apoya.

¿Por qué siguieron con el nombre Giratablas?

-JM: Es un especie de homenaje. Giancarlo (Protti) y Edda (Rodríguez) siempre han sido aliados y nosotros no podemos obviar que hay una parte de la gente que cuando le preguntás dónde estudiar teatro habla del “Gira”. Seguimos siendo del “Gira” porque hay una necesidad de poder mantener un vínculo con un nombre que tiene un gran valor en el imaginario formativo de este país a nivel teatral.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido