Cultura

Su intimidad tiene precio

El caso Whatsapp, aún teñido por desinformación, revela una vez más la necesidad de que se protejan los datos sobre el comportamiento en la red de las personas.

El furor fue tal que la todopoderosa Facebook terminó por aplazar tres meses, hasta mayo, el límite para que las personas usuarias del sistema de mensajería Whatsapp aceptaran las nuevas condiciones de uso.

Fue el jueves 7 de enero cuando se hizo el anuncio de esas nuevas condiciones y que muchas personas interpretaron como la posibilidad de que Facebook, propietaria de Whastapp, iba a monitorear el contenido de los mensajes, con el fin de poder capitalizar aún más con la venta de información útil para publicistas y mercadólogos.

De hecho fueron millones de personas quienes reaccionaron con preocupación para proteger su privacidad. Cinco días después del anuncio, la competidora Telegram divulgó que durante la primera semana de enero superó los 500 millones de usuarios mensuales activos y que, en las posteriores 72 horas sumó 25 millones de nuevos usuarios.

“Desde que Google encontró como convertir datos en oro, las empresas más grandes del mundo hoy en día son las que utilizan los datos personales como el equivalente al petróleo”. Mauricio París

También Signal, otra aplicación de mensajería, llegó a liderar las listas de descargas de las plataformas Apple Store y Google Play.

Posteriormente, comunicaciones oficiales de Whatsapp se han preocupado por aclarar que “la actualización de la política no afecta de ninguna manera la privacidad de los mensajes que compartes con tus amigos y familiares. Los cambios están relacionados con las funciones opcionales para empresas en WhatsApp y brindan una mayor transparencia con respecto a la forma en la que recopilamos y usamos los datos”.

Sin embargo, todo el embrollo mostró una vez más las escuálidas protecciones a la privacidad e incluso la intimidad de las personas usuarias de esta aplicación de mensajería, de redes sociales y de toda la Internet.

Desde ese punto de vista es notorio que Brian Acton, uno de los creadores de Whatsapp, dijera en entrevista concedida a la revista Forbes en 2018, que cuatro años antes “vendí la privacidad de mis usuarios por un beneficio mayor. Tomé una decisión, asumí un compromiso y vivo con ello cada día”.

En 2014 el gigante Facebook compró Whatsapp por $22 mil millones. Hoy en día, según la propia empresa ese servicio de mensajería cuenta con unos dos mil millones de personas suscriptoras.

La persona como materia prima

El especialista en ciber seguridad Esteban Jiménez dijo que el cambio en las políticas de Whastapp no es “algo raro, es más bien un tema que sucede todos los días, con todas las plataformas”.

Añadió que Whatsapp “está buscando la manera de capitalizar, de generar ingresos por sí misma, porque en este momento eso no ocurre y ya no es rentable para Facebook”.

En su opinión el modelo de negocio de empresas como Facebook y Google se basa en las personas usuarias. “La materia prima de esas empresas son efectivamente los usuarios. La demografía no interesa mucho, sino la capacidad de predicción del movimiento de usuarios a través de la plataforma. Con eso pueden llegar a dar mejores recomendaciones y afinan toda la estrategia publicitaria hacia usuarios específicos”.

Por ello describió a Whatsapp como “el hermano de Facebook y de Instagram que aún no ha desarrollado capacidades por sí mismo”, pero “no pueden llevarlo a ese nivel sin antes permitirle por ejemplo recopilar datos de información geográfica para campañas publicitarias”.

Jiménez cita de ejemplo la libreta de contactos del teléfono. “A diferencia de Facebook o Instagram, esa libreta de contactos que consume Whatsapp no la puede integrar a otras aplicaciones y ahí es donde se habla de darle la capacidad de poderse comunicar con externos, para que esa información que recopila de mi libreta de contactos pueda ser utilizada para que otros aplicativos (o aplicaciones) me envíen solicitudes de contacto o para que pueda autenticarme en alguna aplicación a través de Whatsapp”.

Todo esto se enmarca en “una competencia por lograr tener los sistemas predictivos más sofisticados posibles, porque entre más sofisticada sea la manera de predecir el comportamiento de un usuario, más fácil y directo puedo venderle algo”.

Dijo que esa carrera por “el modelado de usuarios y manipulación de la verdad en Internet” es lo que va a cambiar en los próximos años. “El proceso es ver quién domina la carrera por la predicción y por la verdad. Estas empresas manipulan la opinión pública de muchas formas y esto se convierte también en un gran negocio”.

Por eso recuerda el caso del bloqueo a Donald Trump. “Todos coincidimos en que el tipo es una amenaza mundial de muchas formas, sin embargo vemos que la influencia de las redes sociales como medio de comunicación es un factor que modela gobiernos y geografías, que va a tener mucha incidencia en la dinámica política mundial”.

“Equivalente del petróleo”

Mauricio París, abogado especialista en protección de datos y privacidad, recordó que el alboroto empezó cuando otro gigante de la tecnología, Apple, estableció cambios en su plataforma de descarga de aplicaciones, con el fin de que las políticas de privacidad en cada caso fueran más transparentes.

Básicamente se dio la obligación de que Whatsapp “pusiera por escrito cosas que venía haciendo”, es decir, tuvo que ser más explícita en cuanto al uso de los datos y “metió el tema, que es la principal novedad, del uso de las cuentas corporativas. En realidad el cambio principal tiene que ver con las empresas. Tiene toda la lógica, cuando Facebook compró Whatsapp al poco tiempo era claro que lo iba a usar para integrarlo como parte de este market place gigantesco que tiene”.

Para el abogado, estas nuevas condiciones de Whatsapp son “consecuencia lógica” de la intención de Facebook de que las empresas además de anunciarse en esa red social, puedan interactuar y comunicarse con sus clientes por medio de Whatsapp e incluso hacer pagos, como ya se hace en otros países como India

“Este caso específico no me preocupa especialmente. Desde luego sí me preocupa todo el tema del uso de los datos por parte de estas empresas y sobre todo como una mercancía. Estamos ante una industria en la que, desde que Google encontró como convertir datos en oro, las empresas más grandes del mundo hoy en día son las que utilizan los datos personales como el equivalente al petróleo”.

Destacó que la regulación de la Unión Europea en el tema  “ha sido un primer intento de regular y de sacar parcialmente el uso de los datos. Si la privacidad gana esta batalla, probablemente en unos años tengamos conceptos más claros respecto a cierto tipo de datos que no se van a poder comercializar y que de alguna forma se va a regularizar el uso de esta materia prima, porque hoy en día está por la libre”.

Sobre la reacción de la gente, París señaló que si bien se trató de desinformación, “encuentro positivo lo que está detrás: la gente preocupada por su privacidad. Es algo muy importante, porque las mismas empresas de tecnología han querido vender la idea de que la privacidad ya no importa, de que en este mundo tecnológico ya la privacidad no es una norma social relevante, casi dando a entender que si usted no tiene nada que ocultar, entonces no tiene ningún problema en que todo el mundo administre sus datos”.


Pellízquese y busque

Esteban Jiménez aseveró que “todas las plataformas ya recopilan información, todo el mundo está bajo algún tipo de vigilancia”, pues “desde el mismo proveedor del servicio en adelante, ya se monitorea la actividad del usuario”.

Informó que es importante que la gente explore las tecnologías de anonimato, como diferentes tipos de navegadores que no recopilan tantos datos como el Chrome de Google o el Safari de Apple. En ese sentido mencionó el Opera o el Tor.

A nivel de aplicaciones de mensajería, se puede descargar WckrMe, que según dijo no requiere número de teléfono ni dirección de correo electrónico, “las personas se comunican únicamente con nombre de usuario”.

También se refirió al recurso de las redes privadas virtuales (VPN), una herramienta que puede instalarse en el navegador y cada vez que el dispositivo se conecta a la red, impide que de manera directa se pueda identificar su dirección IP, que le identifica en Internet.


 

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