Cultura

Soprano Guadalupe González, generosa maestra del canto lírico nacional

La soprano Guadalupe González, de voz aterciopelada y registro versátil, es recordada por mujeres cercanas a ella como pionera del canto lírico nacional y por su generosidad y alegría.

La soprano costarricense Guadalupe González Kreysa no solo es considerada, por mujeres artistas y amigas, como pionera y maestra del medio lírico nacional, sino como un ser humano generoso y alegre, creyente fiel del potencial que todas las personas poseen para el canto coral.

Tras 64 años de vida y 45 de trayectoria, González murió el pasado 9 de setiembre, luego de padecer una enfermedad hepática, según confirmó su pareja del último lustro, Beverlyn Mora.

Con la empresa Nueva Voz Producciones, Guadalupe González y Beverlyn Mora produjeron la obra La productora, bajo la dirección de Claudia Barrionuevo. La función de estreno se realizó en febrero de 2019 en el Teatro Eugene O`Neill. (Foto: cortesía Beverlyn Mora)

Nació el 3 de agosto de 1955 en Maracaibo, Venezuela, de los pintores costarricenses Tanya Kreysa y el aclamado Manuel de la Cruz González. Luego de dos años de vivir en el país suramericano, sus padres regresaron a Costa Rica y la nacionalizaron.

Según compartió Mora, el personaje Lady Macbeth fue uno de los que más marcó a González, a pesar de que la soprano costarricense era diametralmente distinta a la perversa mujer que encarnó.

La cantante de ópera interpretó en los albores del siglo XXI a la antiheroína shakespeariana de la versión de Giuseppe Verdi en una producción de la Compañía Lírica Nacional (CLN), en su paso por la institución de 1987 al 2001.

No fue ese el único rol principal con la CLN, pues también personificó a las protagonistas de Aida y El Trovador, ambas de Verdi, Norma de Vincenzo Bellini y El pájaro del crepúsculo del compositor nacional Benjamín Gutiérrez.

Estas óperas conforman tan solo un pequeño muestrario del conjunto de producciones en que González participó, y constituyen parte del testimonio de su rica y variada experiencia en distintas áreas del canto y la dirección coral, de la producción lírica, así como fruto de su vocación de maestra.

Soñadora empedernida

Mora, quien también se desempeñó en el ámbito de la administración, producción y enseñanza de la lírica, dijo en entrevista a UNIVERSIDAD que Lupe o Lupita –como la llamaban con cariño– fue siempre una soñadora empedernida.

“Era una enamorada y apasionada de la música, era su razón de ser; le daba la vida y el sustento –menos el económico–, pues la amaba entrañablemente y su mayor anhelo fue enseñar lo que sabía sobre música, pues tenía un conocimiento muy vasto”, agregó.

Según comentó Mora, esa erudición provenía de pasar horas de horas escuchando música sinfónica, leyendo sobre ejecutantes y directores, y buscando partituras y viendo vídeos.

A la vez recordó que González “hacía lo que fuera por ver a la gente feliz”, a pesar de que esa entrega le generase problemas, ya que no se medía en la confianza y el cariño ofrecidos a la gente.

Con su habitual alegría creía que todo lo deseado era realizable y “se enojaba conmigo porque yo preguntaba cómo”, confesó Mora, quien considera que González era como un papalote libre y ella “su cable a tierra”.

Para la directora de la CLN, Ana Carboni, González fue pionera del canto lírico en Costa Rica.

Tenía una voz “fuera de serie” como soprano dramática, con una cualidad aterciopelada que en la década de los ochentas la convirtió en la gran estrella lírica a nivel nacional.

“Siempre tenía una sonrisa y era muy alegre, una mujer con un gran sentido del humor. Era muy divertida”, describió a su gran amiga Lupita, quienes fueron compañeras en el coro de la Orquesta Sinfónica Nacional, de la cual González fue cantante fundadora. “Compartimos muchas aventuras en el escenario”, añadió.

La última aparición de Guadalupe González en un evento público fue en una producción de la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Sinfónico Nacional bajo la dirección de Ramiro Ramírez. (Foto: cortesía Beverlyn Mora)

La directora del CLN lamentó su pérdida no solo por su invaluable aporte como cantante lírica, sino como formadora, ya que era una fervorosa creyente de que todos los seres humanos poseían la aptitud para el canto coral. “Por ello contribuyó con el desarrollo y crecimiento de muchos talentos costarricenses”, señaló .

“Se convertirá en una leyenda”, auguró Carboni, luego de sopesar como natural que en los últimos años la soprano no continuará desempeñándose como cantante en producciones operísticas.

Zamira Barquero, quien destaca con su carrera como cantante lírica a nivel nacional, también valoró la voz de González como extraordinaria.

“Logró hacer papeles que no habían hecho otras artistas costarricenses porque tenía un registro grave y alto muy hermoso”, señaló, al recordar su desempeño en las óperas Norma y Réquiem de Verdi.

Barquero precisó que en sus inicios González era corista de la OSN bajo la dirección del maestro Marco Dussi, fundador del coro de la institución, que descubrió la calidad de su voz.

En 1991, para celebrar el Día Internacional de la Mujer, ambas cantaron junto con Elena Villalobos en el concierto Cantos de mujer, organizado por González, en que interpretaron obras como “Cavalleria rusticana”, algunas piezas del repertorio de la canción italiana, latinoamericana y arias.

“No nos encontramos más”, afirmó Barquero, “pero tuvimos una bonita relación de admiración mutua”.

Maestra generosa

Isabel Guzmán Payés, cantante, bailarina y actriz salvadoreña radicada en el país, se refirió a González como su mentora.

En su proceso de formación vocal, Guzmán buscó a alguien que la acompañara como maestra y, para ella, González tenía el ojo para sacar el potencial del alumno o alumna porque no lo juzgaba, sino que lo acompañaba en su propio proceso.

Guzmán describió esta mentoría como un vaivén puesto que ella volvió a El Salvador durante un tiempo. Sin embargo, al regresar y radicar en Costa Rica de forma definitiva la relación de maestra y alumna se consolidó, pues se reencontraban una o dos veces al año.

“Me identifiqué con lo que me enseñaba, con su forma particular y humorística, aunque tenía que estar encima de ella para que me diera las clases”, indicó Guzmán.

González creyó en la naturaleza múltiple de la expresión artística de Guzmán: “me dejó ser completamente bajo ese concepto”, y la guió en las puestas en escena de La ruta de su evasión (basada en la novela de Yolanda Oreamuno) y West Side Story (musical de Leonard Bernstein).

“Mi caso es raro vocalmente hablando y Lupe no me encasilló”, destacó Guzmán, quien se decantó por el teatro musical luego de explorar en el canto lírico durante varios años en que, incluso, cantó junto a González.

De acuerdo con Guzmán, González le dejó el sello de confiar en su identidad vocal, en su instrumento y proceso de búsqueda más que en lograr resultados.

Guzmán se siente muy afortunada de haberla conocido en esa etapa de su vida, ya que era una artista muy diferente, que no encajaba con las expectativas de lo que se suponía debía ser.

En el periodo antes de morir, Guzmán la describe como más práctica y emotiva, aunque siempre soñadora. “Era muy abierta y flexible, y siempre te decía ‘estoy para vos, cómo te ayudo”.

Humor de Lupita

Para la directora escénica Claudia Barrionuevo, González era “la soprano”, con mayúscula.

“La conocí de lejos en el Liceo Franco Costarricense porque ella iba unos años adelante que yo; luego coincidíamos en el café del Teatro Nacional cuando yo lo administraba pero nunca hablamos y la seguía en sus presentaciones como cantante lírica en los años ochenta”, rememoró Barrionuevo.

Luego trabajaron juntas cuando Beverlyn Mora, en ese entonces directora de la Compañía Lírica Nacional, la llamó para dirigir La Bohème. “Nos hicimos bastante amigas”, mencionó.

Barrionuevo la recuerda como una mujer divertida e irreverente, y muy afectuosa, con una gran capacidad para dar amor.

El año pasado con la empresa de González y Mora, denominada Nueva Voz Producciones, participó como directora y escritora del libreto del proyecto La Productora –basada en la obra El empresario de Mozart–, que presentaron al fondo Proartes del Teatro Popular Melico Salazar.

La propuesta ganó el Concurso y con un elenco de seis jóvenes actores y cantantes prepararon el montaje para estrenarlo de forma gratuita en febrero de 2019 en el Teatro Eugene O’Neill del Centro Cultural Costarricense Norteamericano.

Posteriormente, el montaje giró por Palmares, Turrialba, Ciudad Quesada y Tilarán, donde gozaron muchísimo pues, de acuerdo con Barrionuevo, González era muy extrovertida e histriónica.

A Barrionuevo le llamó la atención que al funeral asistiera gran cantidad de jóvenes, y no así personas de la misma generación de la cantante lírica.

 “Costa Rica es ingrato si no pertenecés a las argollas, y Lupita iba a la libre; no jugaba ningún juego político”, aseveró Barrionuevo.


A la edad de 18 años, Guadalupe González fue cantante fundadora del Coro Sinfónico Nacional. (Foto: cortesía Beverlyn Mora)

Estaciones en la carrera de Guadalupe González

Guadalupe González fue una soprano costarricense de amplia trayectoria internacional, graduada de la Academia de Arte Lírica y Coral de la Ciudad de Osimo, Italia, en canto solista, dirección coral y enseñanza del canto.

Fue reconocida con el Premio Internacional de Canto Luciano Pavarotti en Filadelfia, Estados Unidos; el Premio Verdi en Parma, Italia; el María Caniglia para sopranos; el Puccini de Lucca, Italia, y el Concurso Internacional de Canto de la Loire-Atlantique en Francia, en el que fue galardonada con el Gran Premio del Público.

Se presentó en escenarios importantes tanto en Europa como en América Latina, en donde compartió con cantantes de fama internacional.

Durante su estadía en Washington DC tuvo la oportunidad de trabajar junto al tenor español Plácido Domingo, y en Costa Rica al lado del tenor español José Carreras.

Fue artista invitada por varias temporadas en el Festival Musical de Flagstaff en Arizona, e invitada especial por cuatro temporadas consecutivas con la Arlington Symphony Orchestra, bajo la dirección del maestro ruso Rubén Vartanyan.

En Estados Unidos realizó numerosos conciertos en los que dio a conocer la música y los compositores latinoamericanos y costarricenses. Retomó el Coro de la Organización Panamericana de la Salud, al que dirigió por seis años.

En el año 2006 regresó a Costa Rica y fundó la Agrupación Coral Alfa Omega y el Quadrivium Ensamble. También creó el grupo Vox Nova.

Fue directora del Taller Lírico del Centro Nacional de la Música, fundadora y directora del Coro de la Compañía Lírica Nacional, directora del Coro de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica y cantante fundadora del Coro Sinfónico Nacional.

Junto a Beverlyn Mora creó la empresa Nueva Voz Producciones con el objetivo de producir eventos líricos para promover la participación de jóvenes cantantes.

A lo largo de su carrera dio clases privadas de canto lírico.


La clase de canto

A continuación un extracto de un texto de Guadalupe González Kreysa subido a su blog personal Canto, cantantes y música vocal (http://espirituvocal.blogspot.com/)

“Mi consejo a los estudiantes de canto es escuchar, comparar, analizar, entender, sentir; sobre todo esto último, sentir.  El canto es un aprendizaje en el que una de las cosas más importantes es analizar lo que se hizo a nivel físico y cómo se hizo.  El profesor es el conductor que indicará cuándo el sonido fue producido de manera correcta; el maestro enseña las bases, cómo respirar, qué es apoyo y cómo debe el alumno sentirlo.

Mi consejo para mis colegas, los maestros de canto, es que recuerden que los seres humanos somos diferentes, y todos sentimos en forma diferente las sensaciones en nuestro cuerpo. Una sensación a la hora de apoyar un sonido es sentida y definida en forma diferente por diferentes personas. Y hay algo contundente en este ejercicio de enseñar a cantar: un maestro nunca acaba de aprender, el canto es un proceso de maduración que dura toda la vida, nunca termina; es un camino largo lleno de satisfacciones muy gratificantes, pero a la vez un camino que exige esfuerzo, constancia, mucha disciplina, pero sobre todo una gran dosis de amor hacia lo que se hace”.


 

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