Cultura

Pi Art Festival: espiral virtuosa de gestión cultural costarricense en la costa

La primera edición del Pi Art Festival se llevó a cabo del 14 al 20 de marzo en Islita, Guanacaste; un modelo de celebración estacional con sello comunitario

En la zona costera de Islita, ubicada en la provincia de Guanacaste, hay días en que no se sabe dónde comienza el mar y dónde termina el cielo. Es como si la circunferencia marítima-terrestre se fundiera con la denominada bóveda celeste en un círculo sin fin.
Hasta este fenómeno astrofísico -sin aparente retórica, y, sin embargo, tan metafórico- expresa la voluntad creativa de quienes organizan el Pi Art Festival, celebrado este año en su primera edición del 14 al 20 de marzo en Pueblo Islita.

Foto: Juan Tribaldos

Unas 400 personas, entre población local y nómada de muy diversa proveniencia, se cargaron de energía distendida y celebratoria durante los siete días que se prolongó esta fiesta dedicada a la cultura y a la gestión comunitaria.
En este entorno húmedo y caluroso, rodeado de montaña densa, con sol intenso y noches cálidas, mar prístino y arenas grises, el Pi Art Festival acogió a ‘propios y ajenos’, turistas y artistas nacionales e internacionales, para ofrecer una programación que entrelaza arte, paisaje, tecnología, conocimiento y comunidad.

Foto: Sergio Quirós


La agenda del Festival, sostenida por una columna vertebral que es la feria de artes plásticas, así como música, cine, deporte, gastronomía, charlas y talleres, tiene por objetivo generar un proceso creativo, productivo y turístico, cuyo vínculo o tejido comunitario y virtuoso es prioridad.
El evento debut en marzo sigue un ideario basado en la gestión local, ecológica y socialmente sostenible, generada mediante alianzas con distintos sectores.
Dicho proceso no inicia ni termina con el Festival, sino que es un devenir histórico impulsado hacia nuevos horizontes, y que nace de la agencia propia de la comunidad con iniciativas como el Museo de Islita de Arte Contemporáneo al aire libre creado hace unos 20 años.
Hector Anchía, fundador de la iniciativa junto a Julián Mora, manifiesta que buscan no solo darle continuidad al proyecto que ya existía, sino ampliar sus posibilidades de expresión en áreas que atraviesan la práctica estética y artística, el accionar político, tecnológico y turístico.
Con dicha perspectiva invitaron a artistas nacionales e internacionales (64 en total) que trabajan con un acento fuerte en procesos investigativos y pedagógicos, y que, en muchos casos, crean arte a partir de visiones ecológicas y socialmente responsables.
De este modo, por ejemplo, se expusieron en distintos espacios, obras de Francesco Bracci y Airela Kader (Costa Rica), Marlov Barrios y Clara de Tezanos (Guatemala) y Johanna Van Parijs (Bélgica).

Arte y comunidad

Con una elegancia ancestral e imponente y en medio de una finca al escampado, la instalación de Francesco Bracci titulada Coyoesfera se edificó como una especie de vivienda indígena, cuyas paredes entrelazadas con desechos de rosetas de árbol forman una pirámide. De noche la estructura se iluminó desde adentro y produjo un efecto ritualista que fusiona lo místico con un mensaje ecologista.

Foto: Juan Tribaldos


La obra de Marlov Barrios, por su parte, consistió en cuatro pinturas en acrílico sobre tela en formato de políptico titulada Renacer del tiempo, creada específicamente para el Festival. Al momento de llegar a Punta Islita, Barrios integró las piezas mediante una intervención a muro.
Barrios considera muy valioso el gesto de descentralizar las expresiones y manifestaciones artísticas y culturales, pues en la región centroamericana y buena parte del mundo, se llevan a cabo en las capitales y áreas urbanas.
“El arte es una manera vital de hacer comunidad, de generar un tejido de integración, de diálogo, de identidad y memoria, que se establece, se enriquece y se solidifica principalmente con el acercamiento a las expresiones artísticas”, expresa.

Foto: Juan Tribaldos


Otra de las artistas nacionales invitadas al festival fue Ariela Kader, quien no pudo asistir al evento pero se ha relacionado con la comunidad en años anteriores, en actividades artístico pedagógicas.
“Físicamente estuve representada por mis obras”, indica Kader, a lo que agrega: “Tengo una relación bastante peculiar y hermosa con la comunidad porque en 2000 y 2013 o 2014 fui la primera artista en hacer una residencia en Islita”.
Kader vivió seis semanas en el lugar y trabajó en el tema de los desechos para transformarlos en obras de arte con niños y niñas de guarderías y primaria, y mujeres artesanas.
Luego realizaron una exposición en el Museo de Islita e instalaciones en el espacio público, decorando árboles con guirnaldas de plástico.
Uniéndose a estos colegas, la artista belga radicada en Santa Teresa, Guanacaste, y especializada en medios mixtos y diseño de interiores, Johanna Van Parijs, expuso una pieza parte de un díptico titulada Cosmic Release, que representa el escapismo tan buscado por los seres humanos.
La segunda pieza del díptico es Labyrinth, un laberinto que se refiere al orden y el caos, el movimiento y el reposo, la luz y la oscuridad y lo masculino y femenino, correspondiente a una visión polarizada del cosmos.
Su tercer obra expuesta fue 5D Manifest double, un templo contemporáneo para la contemplación, reflexión y manifestación; un umbral entre la consciencia y el mundo de los sueños.

¿Por qué Pi Art?

La matématica es parte de la ecuación para conceptualizar el festival; por ello, en referencia al número Pi (3.14), los fundadores jugaron con el simbolismo que contiene: el festival se concibe como un círculo/espiral virtuoso y expansivo (hacia el infinito), que se arraiga en Pueblo Islita (de ahí la abreviatura Pi) y cuya fecha de inicio es el 14 de marzo (tercer mes del año y efeméride del Día internacional de las Matemáticas).
El juego de palabras no es casual ni intrascendente, pues connota que de origen el festival se concibe y vive inventivamente para propiciar espacios de encuentro entre actores sociales, organizaciones e instituciones, bajo un modelo de gestión circular y continuo, sin abandonar el proceso luego del evento.
Según el filósofo y además colaborador del Pi Art Festival, Pablo Hernández, “tiene que ver con crear algo distinto relacionado con su eje turístico, en el que confluyen poblaciones como las comunidades costeras y las poblaciones fluctuantes o nómadas (turistas), ahora tan protagonistas en la costa de Guanacaste; tiene que ver con gestar talleres al tiempo que actividades de vinculación”.
Precisamente ese fue el elemento central generado a través del festival: la iniciativa artística para la exploración colectiva de las nuevas tecnologías y materialidades, de nuevas formas de investigación y encuentro en esa zona de la región guanacasteca.

Foto: Juan Tribaldos


“Es un fenómeno social con consecuencias económicas, culturales y artísticas importantísimo, relacionado con un mercado emergente y pujante, mucho más que el del Valle Central en este momento”, puntualiza Hernández.
También testigo de este planteamiento hecho realidad es Héctor Anchía, quien experimentó durante la celebración que las personas visitantes de Punta Islita, “se dieron el tiempo para detenerse y vincularse con esta comunidad mágica, y vivir una expresión cultural singular realizada con calidad”.
Como parte de la programación, el panelista Néstor Fajardo participó en el conversatorio titulado Museos, lenguajes y comercialización, en el que los participantes reflexionaron sobre los inicios de la escena artística en Punta Islita y cómo ha influenciado a la comunidad y las nuevas generaciones.
“Mi misión en el conversatorio era exponer la importancia del arte que se crea en la movida artística rural en zonas descentralizadas de Costa Rica y cómo Limón, Guanacaste y Puntarenas y los pueblos indígenas y cómo estos eventos generan cercanía y lazos entre el arte y el público”, explica.
De acuerdo con Fajardo, el festival logra abarcar el cine costarricense, la pintura, la escultura, la performance e instalaciones, la tecnología, el deporte y la gastronomía para crear una experiencia cultural completa, que impacta positivamente a la comunidad.La voluntad es continuar promoviendo la apropiación del evento por parte de la comunidad,  con el fin de que el festival sea liderado tanto por locales como por nuevos participantes que se sumarán a la espiral Pi Art.

Foto: Sergio Quirós

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