Cultura Temporada de estreno

Omanaje: la danza rinde tributo a las abuelas

Cinco coreografías muestran el cuerpo de las mujeres como fuente de conocimientos, lugar de resistencia y espacio de placer o castigo

Las abuelas, las predecesoras, aquellas de cuyo legado y raíces se nutre la existencia, serán homenajeadas con la obra dancística Omanaje. El título, que brotó durante los días de preparación del espectáculo, es iniciativa de uno de los coreógrafos y fusiona la palabra “oma” (abuela en alemán), con homenaje.

Así explica Gabriela Dörries, directora de Danza Abend y de raíces teutonas, el origen del nombre y la intención del elenco de rendir homenaje con este espectáculo a las mujeres cuya obra y legado les marcó como coreógrafas y bailarines.

“A esas mujeres valientes, nuestras “omas” o abuelas, les rendimos homenaje-Omanaje, con nuestros cuerpos, bailando. Al mismo tiempo que les agradecemos el que nos hayan guiado hasta aquí, nos despedimos de ellas, para encontrar y vivir nuestro propio camino y el vértigo de nuestras propias vidas”, comentó Dörries.

Las funciones se presentarán en el Teatro de la Danza, ubicado en el Centro Nacional de Cultura (CENAC), el viernes 27 y sábado 28 de setiembre a las 8 p.m., y el domingo a las 6 pm.

La obra es una coproducción de Danza Abend y la Compañía Nacional de Danza (CND) y tiene un costo general de ¢8,500, y para estudiantes y ciudadanos de oro de ¢4.250 (los precios incluyen el IVA).

El programa consta de las obras Linajes, de Erika Mata González y Gabriela Peña-Valle, Flores para una despedida, de Erika Mata González , Salmo de Gabriela Peña-Valle y Mauricio Matamoros Marín, Un tranvía llamado deseo, de Gabriela Dörries y Mauricio Matamoros Marín y Vértigo, de Gabriela Dörries y Mauricio Matamoros Marín.

El espectáculo, muestra la importancia de las mujeres en la sociedad, con sus fortalezas y debilidades. Según la producción, el hilo que conecta cada una de las coreografías que componen Omanaje es el cuerpo femenino como fuente de conocimientos, lugar de resistencia y espacio de placer o castigo.

Las coreografías muestran, además, “extractos de la vida de las mujeres, de la realidad que las absorbe, de cuerpos que responden a la cultura, la sociedad, de las relaciones tóxicas e impuestas que llevan a momentos difíciles de superar”.

“Aunque el ser humano danza desde que nace, transmitir por medio del cuerpo este mensaje fue todo un reto. Sin embargo, hemos hecho una investigación para que, justamente, a través del movimiento y del cuerpo, podamos transmitirlo”, comentó Dörries.

Desde Omanaje, el expectador podrá observar cómo los personajes y la danza se tornan tiernos o violentos, dependiendo del estímulo al que está sometido el cuerpo de las mujeres.

“En Linaje, por ejemplo, los movimientos son más suaves y ligados, porque se trata de mostrar cómo la mujer va avanzando a través de los siglos y cómo, las mujeres, a pesar de todo, son sumamente solidarias, se dan la mano y trenzan sus vidas”, señaló Dörries.

Omanaje en cinco coreografías

Con música original del costarricense Federico Dörries y con la participación con su voz de la actriz Roxana Campos, Linajes explora la descendencia femenina a través de una imagen: hilos entre mujeres, que se van tejiendo con los rituales cotidianos y está dedicado a las abuelas Teresa, María de los Ángeles, Cecilia, Aida y María Esther.

Es una creación colectiva con la dirección coreográfica y conceptualización de Erika Mata González y Gabriela Peña-Valle.

Flores para una despedida es autoría de Ericka Mata y fragmento de otra obra de su autoría llamada Aromas cautivos. Es la única coreografía que no se estrena en este espectáculo.

El hilo de esta obra con la totalidad de la puesta, está dado por ser un tributo de la autora para quienes ya no están, principalmente para su abuela Ita y su maestra y mentora, la ya fallecida, Cristina Gigirey. Esta última jugó un papel de primer orden en su crecimiento como coreógrafa y bailarina.

La tercera obra, Salmo está basada en el texto poético “Salmo del juicio final”, de Rafael Angel Herra.  Autoría de Gabriela Peña, esta coreografía es un homenaje a sus abuelas, quienes, “a pesar de vivir en una sociedad fundada en el catolicismo, en donde ser mujer sí marcaba una diferencia, tejieron las raíces de su propia espiritualidad”.

Además, la obra cuenta con la colaboración de la voz de Eugenia Fuscaldo y del artista plástico Raymundo Vega.

Dos coreografías de Vinicio Matamoros y Gabriela Dorries cierran el segundo bloque del evento: Un tranvía llamado deseo y Vértigo.

Un tranvía llamado deseo es una versión libre de la obra de teatro del mismo nombre, escrita por el estadounidense Tennessee Williams y publicada en 1947 y está pensada como homenaje a todas las mujeres.

Según la producción, la tensión, el deseo, la violencia y la sumisión que se manifiestan en el texto escrito son abordados en el texto bailado con casi nula utilería, música y tres cuerpos que bailan y se relacionan, se aman y se odian, se acercan y se rechazan.

“Es un llamado al basta ya. Estamos en el siglo XXI, avancemos, las mujeres tenemos derechos. Escúchennos, porque estamos hartas de que nos levanten la mano y de que nos hagan sentir basura”, comentó Dörries sobre esta obra.

Vértigo refiere a una experiencia particular de Dörries, quien se vio afectada de salud por un fuerte ataque de vértigo. La experiencia le hace reflexionar y pensar que los vértigos pueden ser tanto físicos como emocionales.

Gracias a esta situación imprevista, o a pesar de ella tal vez, esta coreografía muestra a través de movimientos vertiginosos y suaves, con orden y en desorden, la respuesta al vértigo: siempre hay una manera de sobrevivir, usualmente acompañada del cardumen, señalan en la producción.

“Hay momentos en la vida que te suceden cosas, que hacen que veas que te está pasando desde otro punto de vista. Que no poder mirar hacia abajo o no poder ver, no significa que es algo malo. Simplemente, te está haciendo ver las cosas desde otro punto” enfatizó Dörries.

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