Cultura Laura Astorga, cineasta costarricense

“No soy la señora de la casa, soy la señora de las películas”

La conciliación entre el espacio público y la esfera privada es un continuo estire y encoje en la vida de las mujeres

La conciliación entre el espacio público y la esfera privada es un continuo estire y encoje en la vida de las mujeres, en una búsqueda incesante por arribar a un punto de equilibrio.

¿Cómo se consigue? ¿Cuáles son los sacrificios que conlleva?, y si es posible encontrar ese balance, es lo que le preguntamos a la cineasta costarricense Laura Astorga Carrera.

¿Cómo combina el tiempo laboral con la vida familiar?

-Cuando está en la casa ella es la prioridad -se refiere a su hija, quien tocaba el piano mientras Laura atendía esta entrevista y con reloj en mano llevaba el tiempo de la práctica-. No por un asunto jerárquico afectivo sino porque pasa muchas horas en el sistema escolar y eso hace que de convivencia mutua apenas tengamos de ocho a diez horas diarias. Intento colocar mi actividad laboral entre las 6:30 de la mañana y las 3:30 de la tarde que es cuando ella regresa, y aunque es muy independiente, necesita apoyo en la administración del tiempo, alimentación, cuidados, orientación académica, educación artística y recursos materiales.

La maternidad implica cambios, transformaciones profundas. ¿Qué significó la llegada de su hija?

-Tengo una condición funcional (mal llamada discapacidad) entonces no se sabía cómo iba a ser mi embarazo.  Al final fue traumático pero no tuvo nada que ver con mi condición, sino con otro tipo de problemas clásicos de los embarazos de riesgo. En todo caso me permitió comprobar que la gestación, en un sentido biológico, no está en absoluto relacionada con el ejercicio de “la maternidad”. Los cuidados, la educación, la alimentación, los afectos son cosas que cualquier ser humano está capacitado para ejercer. De hecho lo hacemos todo el tiempo con animales, plantas y hasta objetos. El lugar donde está colocada socialmente “la maternidad” nos induce a creer que es algo ultraexclusivo, cuando en realidad somos o seremos “padres” o “madres” a nivel de afectos y o responsabilidades de nuestros padres, hermanas, amigos…

¿Y el matrimonio? ¿Cómo lo concibe?

-Soy atea, no por desencanto sino de nacimiento. Nunca tuve ninguna razón para casarme pero cuando lo hice mi conocimiento del feminismo era escaso y no me había llevado a entender que la convivencia es una sentencia de esclavitud, y lo que sella ese pacto es el matrimonio.

Tengo la vaga esperanza de que mi matrimonio haya sido más una coerción católica de mi expareja que la necesidad de adquirirme. Pero si pensamos que la jurisprudencia occidental está basada en la biblia (como pacto social de convivencia), entonces lo más probable es que yo haya sido la adquisición inconsciente de un “bien”.

Para mí la institución del matrimonio fue más que probada y reprobada. Por eso decidí que ni tener pareja, ni convivir son una opción para mí.

El matrimonio implica labor doméstica, labor sexual, labor reproductiva, de niñera, de maestra, de couch, de cuidados… Lo más duro fue darme cuenta que al nacimiento de mi hija, la tarea de criar y cuidar me tocaba sola. Existe una idea romántica que te induce a creer que toda esa disparidad de cargas es “natural”. Frente a esto mi argumento es que yo no soy “la señora de la casa”, yo soy “la señora las películas”.

Cuando él (su expareja) escindió brutalmente la relación, yo quedé emocionalmente derrotada. Pero creo que era parte de la mitología romántica porque como era un padre y compañero absolutamente ausente, a la semana me di cuenta de que no hacía falta, que la logística familiar y rutinaria de la casa estaba intacta sin él.

Creo que ahora que mi hija y yo somos una familia completa, está más claro el concepto de paternidad, sin esa mitología romántica que protege a la “familia nuclear”, heterosexual y monógama cómo única posibilidad. Francamente es liberador.

El núcleo familiar es pequeño, ¿cuentan con una red de apoyo?

-Por ahora en nuestro entorno inmediato hay lo que yo llamo la manada, que son gente con la que nos vinculamos de muchas maneras y amamos por diversas razones. Allí entran amigas, madrinas, colegas, maestras, vecinos, socios y algunos parientes.

La realidad de la industria del cine sugiere que dedicarse a este oficio responde más a motivaciones artísticas que económicas, ¿cómo se combina la responsabilidad de generar los ingresos para las necesidades básicas de la familia y al mismo tiempo para financiar los proyectos audiovisuales?

-No hay tal cosa como el éxito económico en el cine centroamericano en general, y mucho menos si sos mujer. Siempre batallo en el cómo financiar la siguiente película. En general es precario e ingrato, pero mis aspiraciones materiales no son muy voluminosas, comprar un piano u otros instrumentos musicales es una aspiración, pero comprar pantallas de TV o carros no lo es. Es cuestión de enfoque.

Hacer cine y generar los ingresos para la sobrevivencia son incompatibles, hay que hacer otras actividades que compensen. Yo en lo personal no los genero, y cuando lo hice fue antes de la maternidad. En el momento en que las mujeres decidimos optar por la maternidad, el mercado nos saca del sistema productivo. A nadie le parece productivo la crianza de nuevos ciudadanos para la fuerza laboral. Al parecer florecen por arte de magia.

La violencia patrimonial está tan normalizada que ni se nota. El hecho es que las mujeres y aún peor, las madres, no somos ni dueñas de nuestras carreras. Si una mujer tiene que escoger entre trabajo y maternidad, la respuesta siempre va ser los hijos, y no necesariamente por elección, si no por embudo social y porque en la estructura patriarcal no hay otra persona en el rol para hacerlo.

Para los padres esta dicotomía no existe. La prioridad siempre es su trabajo, su gremio, el ámbito de lo público. Para las mujeres hay un montón de constricciones a la hora de decidir algo así. Sin embargo, mi experiencia personal fue justo la disrupción y por eso sé que es casi imposible lograrla sin graves daños colaterales.

¿Como avanza su próximo proyecto?

-Cada vez más deliberadamente político. Al final considero que todo lo que hago incluso a nivel artístico es un podio político.

Soy muy optimista. No estoy tan preocupada por la cantidad de películas que quiero producir. Una de las directoras que más admiro, Lucrecia Martel,  está trabajando en su cuarta película y cada una es inigualable y cargada de pensamiento político. Cada proyecto puede llevarle hasta 10 años de trabajo, de éxitos y fracasos, de amores y desamores.

Nota: Extracto de una entrevista que forma parte de un proyecto de tesis para optar el grado de licenciatura en la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva de la UCR.



Su trayectoria

Astorga es costarricense de nacimiento pero creció en Managua, La Habana, Miami y Frankfurt. Estudió cine en talleres y cursos en México, Costa Rica, Cuba, Argentina y España.

Su cortometraje Ellas se aman se presentó en el festival de cine de Locarno 2008 pasando por festivales en Paris, Santiago, São Paulo, San Francisco, Mar Del Plata, Madrid, Torino, Bilbao, Milán y Londres. Ahora forma parte de una  edición de cortos latinoamericanos de la Editorial Mc Graw-Hill.

Su primer largometraje Princesas Rojas, coproducción costarricense-venezolana, se estrenó en Berlinale 2013 y fue adquirido por la empresa española Latido Films, para su venta y distribución internacional.

Actualmente trabaja en el guion de su próximo largometraje. Además lidera el grupo político #escueladezorras que promueve preceptos feministas.



 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido