Cultura Entrevista a Catalina Murillo, escritora

“Mi gran suerte es que Eloísa quería contar su historia”

La escritora costarricense, Catalina Murillo, publicó el año pasado el libro de no ficción Eloísa vertical con la editorial Los tres editores. La novela narra la historia real de una mujer con esquizofrenia, quien doma su condición psiquiátrica gracias a su relato liberador.

Se fue para Galicia con una amiga a hacer un curso de reiki porque se hartó de la urbe madrileña tan yang: plana y seca.

Era el año 2008 y la escritora costarricense, Catalina Murillo, tomó vacaciones durante tres meses en un pueblo donde ni siquiera entraban carros. “Se parecía a Tierra Blanca de Cartago”, dice.

Ahí conoció a la protagonista de su libro de no ficción titulado Eloísa vertical, publicado el año pasado por la editorial costarricense Los tres editores.

La persona sobre la cual se basa la novela no se llama Eloísa; sin embargo, el relato de cómo domó la “locura” es real —tan real como “una espada imaginaria pero no inexistente—”, y sobre todo tan liberador como para liberarla de una condición estigmatizada por la sociedad y la práctica psiquiátrica y médica.

A Murillo el verde montañoso de Galicia, muy yin  con su oscuridad, agua, humedad y frío, le recuerda el paisaje del Este vallecentralino tico, como cuando se baja a Orosí y el pueblo en el fondo se va acercando con cada vuelta de la carretera. Le asombra que las chayoteras crezcan, porque sí, tanto el chayote como el maíz también brotan en tierras gallegas.

Alucina con las concomitancias entre Galicia y Costa Rica, como lo afirmó en entrevista el jueves 24 de marzo en su casa ubicada en un residencial en San Isidro de Heredia.

En una propiedad amplia y verde por sus plantas, antes de que bajara el sol, nos sentamos a conversar, primero en la terraza y luego en la sala, con una infusión bien calentita de canela, naranja y mango.

La entrevista —o más bien tertulia— duró hasta entrada la noche, rato en que Murillo se detuvo a reflexionar con generosidad sobre la escritura de Eloísa vertical y cómo el proyecto fue abordado hace 14 años con una candidez quizá perdida en la actualidad, pero con la certeza —apenas— emergente de querer seguir creando narrativa de no ficción.

Mientras tanto allá, afuera de los ventanales, se mira a unos metros una cabaña pequeña construida con ciprés en donde Murillo se recluye para escribir enmontañada. Su madriguera.

 ¿Cuál es el origen del proyecto? ¿Por qué terminaste haciendo un libro de esa experiencia?

—¿Qué hace una escritora tica metida en un pueblo gallego? Yo vivía y trabajaba en Madrid  y estaba hasta aquí de todo, de ciertas cosas de la urbe. Una amiga gallega que vive en las montañas de Galicia me dijo que me fuera para allá de vacaciones. Me acuerdo cuando iba entrando en el tren a Galicia y vi ese verde, el verde del que después habla Eloísa. Madrid es —y eso también se dice en el libro— una cosa plana, seca, que Alejandro (personaje de la novela) decía era muy yang; entonces, Galicia es muy yin: agua, húmedo, frío, oscuro. En Galicia sentía hasta el frescor en los ojos cuando yo estaba llegando y hasta vi una chayotera, porque hay chayotes y maíz. Terminé viviendo en Galicia en una casa metida en el fondo de un camino que ni con carros se podía llegar al inicio. Aquello es como Tierra Blanca de Cartago. Yo alucinaba con las concomitancias. Salí de Madrid en una furgoneta que le colgaban las ollas en las ventanas y llegué a otro pueblo gallego, que ni siquiera es la misma provincia, donde hay unos locos y un maestro Reiki que le hacía Reiki a mi amiga; fuimos porque ella estaba haciendo un curso de Reiki, que yo hice también. Fue en el verano de 2008 cuando yo conocí a Eloísa, porque mi amiga me dijo que había una personaje súper interesante. Mi gran suerte es que Eloísa quería contar su historia.

¿Te interesó el personaje y la condición de ella?

—Yo pasé por etapas y tuve crisis de fe en el sentido de que más de una vez metida ahí en el pueblo de Eloísa pensé: “ay Dios mío, esto no tiene ni pie ni cabeza”. O sea, no fue tan evidente desde el inicio que ahí había un libro. Yo me fui del pueblo más bien creyendo que yo no tenía un libro. Ha pasado algo muy mágico ahora que el libro ya está publicado: Eloísa diría que los sueños se concretan. Mis otros libros nacen de “voy a escribir tal vaina”; con este fue “vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver” y tal vez por eso duró 14 años en publicarse.

Yo intenté que alguna editorial de España se interesara, pero entre que sos desconocida… Editores buenos de no ficción me dijeron en aquel momento que la no ficción no vendía, pero ya ves era cuestión de tiempo, pues ahora hay gran interés por la no ficción, incluso más que por la ficción.

¿Qué te provocó el personaje, cuál fue el deseo que surgió y cuáles las preguntas?

—No es lo mismo la persona que el personaje y entonces eso es súper complicado, yo tuve mis entrevistas con la persona y en el libro hay un personaje. ¿Cómo es esa traslación de la persona al personaje? ¿Yo qué sé?

Yo lo asocio a tu oficio, porque vos construís personajes en tus libros y en tus guiones y, si bien vos te basás en tu experiencia, luego creás el personaje con ciertas características literarias. En este caso hay una narrativa que va in crescendo, tiene un clímax y luego una resolución. Me interesa el arco dramático del personaje y me parece interesante que al final tu libro es ficcionado a pesar de basarse en una persona que entrevistaste varias veces.

—De hecho hay frases que son de ella, no te imaginás hasta qué punto, porque es una verdadera transcripción de entrevistas y sí se cuenta como sucedió. Yo no escribí nada estando en ese pueblo. Yo me devolví al otro pueblo y ahí pasé meses haciendo otras cosas y transcribiendo. Y sí hubo un distanciamiento, porque primero transcribí y luego me fui a trabajar en una teleserie y después me puse a armar el muñeco (el libro). Una cosa que me sirvió mucho fue la división por capitulitos, porque Eloísa me contó su historia por episodios.

Al contar la historia del paso de Eloísa por la locura hay una una postura crítica ante las ciencias psiquiátrica y médica, ante la sociedad misma y cómo juzga a las personas con condiciones de este tipo.

—En este caso es que ella era esquizofrénica con brotes psicóticos, esas son las etiquetas.

¿Usaste algún tipo de metodología o técnica narrativa, para contar la historia? Me parece que es una historia contada de manera lineal, hacia adelante, con suspenso, y luego el clímax, etc.

—Yo digo que soy una escritora de “había una vez”. El libro está escrito así: yo llego, yo la conozco, me voy. Es cronológico, aunque la cronología es contar la historia del pasado, porque  el relato empieza el día en que yo llego y termina la noche en que me voy.

Aunque esa línea va bifurcándose en recuerdos de ella y de las otras personas cercanas a ella que entrevistaste. ¿Cómo enfrentaste la entrevista, cuál era tu posición hacia ella? ¿Sentís que tenías prejuicios con respecto a su locura?

—Tengo un pequeño enojo con un ex amigo, al que cuando volví a Madrid le conté que Eloísa era una persona apabullante y que yo quería contar su historia. Y él me respondió: “los locos son muy manipuladores”. Yo creo que esa frase me puso a la defensiva y hoy no sé si lo agradezco. Tal vez no estuvo mal. Ahora ya sé —con el mismo oficio de periodista que finalmente tengo y el punto de vista de ahora— que es cierto que ese verano en que yo tenía 38 años actué con candor y eso tuvo sus problemitas, pero jugó a favor.

Era una mirada menos juzgadora…

—Menos siguiendo el manual. Sí te confieso que desde que escribí Eloísa tengo una vocecita que me dice: “yo no quiero escribir más ficción”. Me quiero dedicar a escribir crónicas, historias, ir y beber, pero así directo del micrófono de la realidad. Sin embargo, ahora empiezo a pensar cuál va a ser mi próximo proyecto y ya no tengo esa frescura.

Es más premeditado.

—Ya no llego con esa frescura e inocencia con la que uno escribe lo primero, porque este sería mi primer libro de ese estilo —bueno, más o menos porque Largo domingo cubano está en esa onda de la crónica y del periodismo—.

La periodista cultural, Doriam Díaz, decía que la entrevista es dos humanidades que se juntan. Es decir, siempre es una relación bilateral, nos va cambiando conforme la persona va respondiendo y provoca cosas a las que te adecúas. Es como un baile, una danza.

—Margarita Rojas González hizo un comentario de este libro en el que insistió mucho en el personaje Catalina. Si eso es así, yo soy la primera sorprendida al punto de que yo no quería siquiera que mi nombre apareciera dentro del libro. Aparece una vez porque no encontré la manera de quitarlo, porque me pareció muy divertido que aquella noche de las bombetas, Alejandro y Eloísa dicen que “Catalina es de los nuestros”. Estuve a punto de poner “esta” es de los nuestros.

No es protagonista, pero tiene el rol específico, la habilidad de ayudar a Eloísa a contar el cuento.

—Ella deseaba contar su historia. De hecho lo que sigue es ver qué opinará ella porque yo le tendré que dar el libro. Es capaz que pasa como cuando uno le dice a un pintor o un fotógrafo “yo no me veo así”. Pero es cierto que ella era un torrente más bien y mi rol fue ordenar, sí.

Eso me lleva a la pregunta que te hice hace rato. ¿Que te provocó este trayecto con Eloísa? ¿Cómo saliste de ahí?

—De verdad que el distanciamiento fue muy bueno, porque en un primer momento yo me fui de ese pueblo con muchas dudas. Yo descubrí —como pasa con todos los libros y que estoy harta de decírselo a mis alumnas y parece mentira que ahora lo estoy repitiendo para mí— que uno descubre el libro cuando está escribiéndolo. Yo salí de ese pueblo pensando: yo no sé qué llevo yo aquí en mi maleta. Lo que pasó fue que efectivamente me gustaban ciertos momentos y por eso al final el libro tiene esa estructura de capitulitos.

Me refiero a vos como persona. Eloísa dice sus verdades que me parece son como aforismos o hasta axiomas.

—Te voy a decir una que es la que más recuerdo: Cuando estaba transcribiendo la anécdota de la espada me acuerdo de mi ‘decepcioncilla’ porque yo me la había imaginado a ella con la espada de hierro en la mano, entrando a la iglesia, y apeándose al cura —eso está en el libro—:  yo le pregunté: “ah, entonces, no había espada” y ella me respondió: ”es que yo sí hice así el gesto”, y yo: “pero no había espada, esa espada no existía” y entonces ella dice “esa espada era imaginaria, pero no inexistente”. Esta anécdota, a lo mejor te ilustra todo lo que me venís preguntando. Cuando llegué a eso en la transcripción pensé que ahí había que terminar un capítulo.

Esa frase provoca un cuestionamiento.

—Mirá, de todo esto me estoy dando cuenta aquí con vos. Yo me había psicoanalizado muchos años con diversos psicoanalistas para el año 2008 y ahora estoy pensando que la estructura en capitulitos tiene algo de eso, ¿no?, como esas sesiones que llegan a una verdad y ahí se paran.  Creo que la estructura tiene algo de psicoanálisis, en el sentido de que no se intenta formar una historia cronológica importante, ni siquiera darle demasiado sentido, sino que se busca el fogonazo en que sale una verdad inconsciente o incluso paradójica como lo de la espada y otras, como al final de aquel capítulo en que yo ya no puedo creer lo lúcida que es esa mujer y le digo: “qué lúcida eres”, y ella me responde: “eso es por masturbarme desde pequeñita”. Es genial.

Es como la premisa de todo el libro.

Exacto, por eso me emociona que exista el libro, porque no deja de ser un poco lo que Eloísa dice al final: “si usted cree mucho en algo tiene que apostarle”.

Eloísa tiene muy claro su relato, su historia de cómo vive la locura y se posiciona ante los discursos psiquiátricos. Dice que la locura viene por vivir separada del entorno, de su universo afectivo y que hay un gran miedo de los demás hacia esa locura.

Miedo de las personas hacia la locura así como el miedo propio. A mí me encantó que ella me dijera en un momento dado “no somos todos iguales”, ni dentro ni fuera del psiquiátrico, ni los locos, ni los cuerdos y todo esto tiene una lluvia de comillas. Ella no acepta la pensioncita por su condición de salud porque no acepta la etiqueta del médico y las formas de resolver la locura con cursos de macramé.

Para ella la cura es expresarse, porque si una es capaz de contar su propia historia es una manera de entenderse, de reconciliarse, de repararse, de entender el mundo, porque si no tenés ese relato ¿qué sos?

—Me encanta lo que estás diciendo. Te voy a decir una cosa: yo me he ido especializando en un curso de narrativa personal y tratamos todos estos temas. Por ejemplo, la primera gran sorpresa del neófito es la pregunta de quién es el yo personaje y cómo se crea.

Sobre el clímax del libro y después la resolución, Eloísa plantea el tema del útero como caverna, lo reivindica no en su rol para la maternidad, sino que útero tenemos todas no necesariamente para tener un bebé y que es un centro, una fuerza.

—Vieras que me pidieron una ficha de Eloísa para unos hashtags de redes sociales y yo me preguntaba cómo explicar esto que es una especie de feminismo, feminismo ficción o feminismo alucinado. ¿Vos te imaginás que pudiéramos abortar con el poder de la mente? ¿Entonces quién nos lo iba a prohibir? Eloísa habla sobre lo femenino que se quiere aplastar.

Y acallar. En eso resonamos con ella, porque hemos vivido siglos de silencio y  cuando podemos narrarnos a nosotras mismas, ser protagonistas de nuestras historias, nos liberamos. Es la historia de quien no tiene falo. Eloísa y su lucidez.

—Su lucidez es la aceptación de sus fantasías y metáforas. Su lucidez es no decir qué locura sino “voy a escuchar mi locura”.

Es escuchar tu propia locura y que el otro te valide.

—Eso fue muy importante para Eloísa. Hubo días que nos moríamos de la risa y ella me dijo:  “Ay, qué bien poder hablar de todo esto, si no mi pasado hubiera quedado como algo feo y oscuro”.

Para cerrar, ¿cómo fue la experiencia de la edición del libro con Los tres editores?

—Yo los adoro. Todo tiene sus ventajas y desventajas, pero vos tenés el libro en las manos y es una maravilla al tacto. Me aceptaron casi como lo envié y las sugerencias que hicieron me parecieron bien. Los tres editores es una editorial costarricense y se imprimió en España. Estamos muy contentos porque vos sabés que la gran pega de los libros es la distribución —acá yo ando como la vendedora de huevos en los barrios— y una buena distribuidora española va a acoger la circulación del libro. La distribuidora es la que puede definir que un libro circule o no y, en Costa Rica, está pasando que cuesta mucho la distribución. El mercado tiene un techo bajísimo, aunque con que mil contactos de Facebook compraran el libro sería un bestseller.

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