Cultura Entrevista a Camila Schumacher, escritora

Las mujeres trans que atrevidas gritan

Atrevidas. Relatos polifónicos de mujeres trans es un libro de relatos cortos de la escritora Camila Schumacher, que recoge múltiples historias “gritadas” por sus protagonistas con una fuerza vital, alegría y potencia tan desgarradora como conmovedora.

Un colectivo de 50 mujeres trans, que forma parte de la asociación Transvida, protagoniza el libro Atrevidas. Relatos polifónicos de mujeres trans, de la escritora Camila Schumacher,  publicada en 2019 por Ediciones Perro Azul.*

Luego de agotarse la primera edición, recientemente Perro Azul lanzó una segunda, que en estos días es presentada por Schumacher y las mujeres trans en distintos espacios culturales. 

En la reciente presentación del libro en el Centro Cultural de España participaron Noam Kostucki, Dayana Hernández, Ana Helena Chacón, Camila Schumacher, Kassandra Bogantes y Anel Kenjekeeva. (Foto: Transvida)

El libro se hizo merecedor del Premio Aquileo J. Echeverría en la categoría de Cuento el mismo año de su publicación. 

A Schumacher, la experiencia con las chicas trans le provocó una transición hacia ser ella misma una mejor persona. “Para mí es un privilegio, es un regalo de la vida”, dijo.

La escritora no tenía “ni puta idea de qué era una mujer trans” antes del 2015,  mas la posterior cercanía con ellas la cambió a tal nivel que, cuando está triste llama a Transvida, la atiende alguna con su “aquí pura vida con vida, con salud, con trabajito, ¿cómo no se puede estar en todas?”, y pone en perspectiva su tristeza “que es por cualquier pelotudez”. 

“No es que esos dolores invaliden los míos”, puntualizó Schumacher, escritora que niega que les haya dado una voz a las mujeres trans protagonistas del libro. “Ojo, las chicas gritan, están gritando esas historias y están gritando por sus derechos hace muchísimos años”.

Schumacher se reconoce como un puente para que otras personas puedan escuchar esos gritos, para que las puedan leer y conocer, porque es como si ella estuviera “presentando a una amiga a quien quiero mucho”.

A continuación un extracto de una conversación con Schumacher, así como uno de los relatos del libro.

¿Cómo nace este libro y cómo lo escribiste? ¿Cómo fue la interacción para recoger las historias? Cada protagonista tiene su voz, cada una está expresándose de acuerdo a un personaje. 

Sí, son personajes…y además hay una diversidad que es muy muy importante y muy rica. 

Y muy bien lograda…

—Yo iba a trabajar en Transvida un tiempo determinado por distintos motivos: el primero, para no volverme indispensable, o sea, cuando uno monta un proyecto como ese tiene que tener mucho cuidado en no convertirse en una figura indispensable. Cuando llegó el momento de irme -aunque yo nunca me he ido porque sigo siendo parte de la Junta Directiva- ellas me dicen que por qué no escribo un libro, que nadie las conoce como yo y que tenemos confianza.  Algunas de ellas habían ido durante esos años a presentaciones de libros míos para niños y otras cosas que yo había hecho. El glosario del libro Atrevidas son palabras que yo no entendía pero fui adquiriendo cuando caminaba con una chica por la calle y le gritaban por ejemplo “bíblica”. Yo pensaba que era una cuestión evangélica, pero la referencia era que se fuera a parar a la esquina de la Clínica Bíblica. Yo era la única persona, la única mujer cis género en un ambiente de mujeres trans. Eso generaba un montón de diferencias, como con el uso del baño que tenía que ser restringido porque se ensucia mucho, no había papel higiénico puesto en el baño y yo lo necesitaba.

Entonces salió la posibilidad de escribir el libro hasta el momento en que surgió de ellas. Hicimos una especie de esqueleto o escaleta juntas de cómo podía ser y yo lo presenté a las becas del Colegio de Costa Rica como un proyecto de creación literaria, se aprobó y luego compré un montón de diarios íntimos o de cuadernos, con unicornios y corazoncitos, y de lapiceros, y llegué a Transvida y le dije: la quiere escribir aquí tiene y la que no se anime programamos una entrevista y vamos sacando las historias. Después yo volví a hacer todas las entrevistas aunque había historias que yo ya por haber convivido con ellas o por haberlas presenciado las conocía. Hice 50 entrevistas de las cuales salieron las 30 relatos, porque si bien es cierto que todas tienen un tema o sea o una voz muy propia hay voces o hay relatos que se comparten. En el libro no hay nombres, solo el de una de ellas que accedió en ese momento a hacerse una operación de mamas en la Caja. Yo hacía las entrevistas y dejaba que maduraran en mí, que se asentaran y después las volví a sacar y las escribí. Ellas fueron las primeras editoras del libro. 

 

¿Vos respetaste la forma en la que ellas presentaron sus historias con su retórica, la forma en la que ellas lo expresaron? 

—Respeté las historias como fueron contadas excepto los títulos que los escribí yo, así como la escogencia de una narración en primera persona en casi todos los relatos. Aparte de eso está bastante puro, aunque a veces mezclé las historias. Por ejemplo, las historias de dos chicas que son intersex, que tienen una historia muy similar. 

Decís que ellas las editaron también…

—Yo llegaba con lo que había escrito, y con un café nos reuníamos y leía en voz alta y ellas me decían ahí, “no, esa frase no” y así. Yo no quería que tuviera ninguna palabra que las chicas no entendieran, o sea, si ellas me preguntaban qué significaba una palabra eso era suficiente para saber que la tenía que cambiar. Por eso el libro no explica lo que para ellas no necesita explicación, o sea, si vos te lees el libro y no sabés qué es una persona trans, no está explicado sino con la explicación que ellas se dan a sí mismas. Esa es la verdad; no hay un cuestionamiento y no hay repreguntas. La historia es de un colectivo. Luego se imprimió, ellas participaron en la presentación del libro y en toda la etapa posterior  con muchísimo cuidado a la hora de compartir el material. Cuando el libro ganó el Premio Aquileo J. Echeverría en 2019 en la categoría de cuento, antitos de que nos encerrara la pandemia, yo estaba con dos de ellas en un bar celebrando y una persona conocida mía me preguntó que si íbamos a compartir el dinero del premio y antes de que yo pudiera contestar, una de ellas dijo que no porque el premio es literario y la única escritora soy yo.

Con respecto a los derechos de autor, el dinero que entra por ese concepto en su totalidad va dirigido a la asociación.

¿Por qué es importante hacer un libro como este? Es un proyecto literario no académico, ni intelectualizado, ni tiene una pretensión ensayística. Todo lo contrario: es personal y subjetivo. 

—Para mí es un privilegio, es un regalo de la vida. A mí Transvida me cambió la vida. Yo hice una transición: soy mucho mejor persona después de 2015-2016 de lo que era antes que no tenía ni puta idea de qué era una mujer trans, no tenía información. A mí me cambió la vida la cercanía con ellas, me cambió la vida a tales niveles que, por ejemplo, yo cuando a veces estoy triste, llamo a la asociación y me atiende una de ellas y me dice: “aquí pura vida con vida, con salud, con trabajito, como se puede estar en todas”, y yo pienso: mi tristeza es por cualquier pelotudez. Y no es que esos dolores invaliden los míos. 

La gente dice que yo le di voz a una población que no la tenía, y, ojo, las chicas gritan. Están gritando esas historias y están gritando por sus derechos hace muchísimos años. Yo tal vez serví de puente para que otras personas puedan escuchar también, las puedan leer, conocer. Para mí es como si yo te presentara una amiga a quien quiero mucho. 

Estás hablando de una cosa muy hermosa y es que vos también transicionaste hacia otro estadio con este proceso. La palabra trans tiene muchos contextos, una semántica con muchas capas. ¿Por qué se les llama a las mujeres trans así?

—Eso te lo puedo explicar de muchas maneras, pero te lo voy a explicar de la manera más loca posible: Un profesor que es ingeniero químico de la Universidad de Costa Rica estaba dando clases de ciencias para Transvida por zoom y nos explicó que existen las grasas cis y trans. Una molécula que tiene las dos patitas para el mismo lado es cis, y trans significa que tiene una molécula para arriba y una para abajo, no en la misma dirección. Las patitas para el mismo lado se acomodan mejor y por eso las grasas cis le hacen mejor al organismo, te da menos arteriosclerosis y esas cosas. Las grasas trans ocupan más espacio porque ahí no hay manera de que calcen perfectas. A nosotras nos alucinó. El nombre del colectivo de las mujeres trans en Costa Rica es Transvida, y vos le preguntas a las chicas que le pusieron el nombre que por qúe y responden que era la única manera de que trans y vida estuviera en la misma palabra o en la misma oración, o sea, había que forzarlo. Hoy día es muy distinto si un hijo o una hija es trans porque eso no necesariamente implica que va a ser sujeto de discriminación, que va a terminar prostituyéndose, que va a tener VIH, es decir, todos los imaginarios que estaban enlazados; haber roto esas cadenas hace que las familias puedan verles de una forma distinta. Yo tengo una hija de 17 años y si ella me dijera “mamá soy trans”, yo sé que va a vivir hasta los 40 años, la esperanza de vida va a ser la mitad que la del resto de la población. Entonces, una de las razones de que el libro exista, es para mostrarle a la gente que de alguna forma no significa ya lo mismo. El libro no solo habla de prostitución y de la noche, los otros capítulos hablan de otras cosas  como el amor, la vejez, las cárceles, de la migración. Eso quiere decir que hay una vida detrás de eso que no implica únicamente ser puta, tener VIH y morirse a los 40 años; es más complejo. 

Dividiste el libro en capítulos en que sentí un in crescendo y un clímax, un arco dramático con etapas o estaciones que hacen una ruta, en donde el capítulo sobre las cárceles es el pico más alto que describe la violencia y el entorno de la privación de libertad. ¿Cómo fuiste concatenando las historias?

—Lo armé con las chicas buscando las vivencias, las historias que sí o sí tenían que ir, y que nos acerca un poco a la vida de las mujeres. Para mí la experiencia trans femenina es mucho más cercana a la experiencia de una mujer que a la experiencia del resto del colectivo LGTBIQ+. Yo que he estado tantos años metida y trabajando con eso, estoy mucho más segura de que ellas tienen problemas más similares a los nuestros en tanto a violencia doméstica, pobreza, empleo, acceso a la vivienda, a la maternidad. Esto último porque muchas de ellas una vez se determinan y hacen el proceso hormonal y no tienen espermatozoides viables. El capítulo sobre migración está relacionado con que la población de chicas migrantes en Costa Rica es enorme, así como hay un fenómeno migratorio de chicas trans costarricenses hacia España y no es trata de personas. En una de las historias se narra que la chica trans no fue tratada, que ella sabía que iba a ser puta, pero entonces el gobierno no la puede ayudar de ninguna manera, ella no puede acceder a ser refugiada. Por eso está la historia que se llama Domingo de Resurrección, que cuenta sobre la primera refugiada trans salvadoreña en Costa Rica. El país le dio refugio porque era un peligro para ella seguir viviendo en El Salvador por las maras. 

A lo largo de las historias se expresan situaciones que van marcando hechos históricos relacionados con los derechos de las mujeres trans. 

—Han habido algunos avances. A mí me pasó con lo de las cárceles que me llamó el CONAPAM para ver si presentábamos un proyecto que se llama Segundo chance para hacer una cooperativa de chanceras de mujeres trans adultas. Lo hicimos y fue aprobado por el Conapam y cuando tuvimos que reunir a la población beneficiaria nos dimos cuenta que no alcanzaban a ser adultas mayores; las chicas no tenían 65 años, entonces tuvimos que dejar el proyecto. Por eso, el último capítulo del libro se titula Adultas menores. 

Yo tengo muchísimo que agradecer porque además aprendí a no victimizarme y que no todo es personal, como los insultos y las críticas. A ellas la gente les dice “morirte”, les dice cosas terribles y no las conocen, entonces a mí me pueden decir lo que quieran y no es personal.

Para cerrar: vos estabas hablando de Transvida, de la vida de estas mujeres trans frente a un entorno de mucha violencia, machismo, sexismo, y el libro tiene la virtud de que las historias están contadas con una fuerza vital y una alegría contrastante.

—Yo creo que la violencia es un tema que nos atraviesa y que además ellas padecen hasta dentro del mismo colectivo. Este año se hizo el primer Pride de mujeres trans porque, no solamente es importante, sino porque el Pride como tal tenía un par de consignas que ya no compartían: una decía volver a las calles y ellas nunca pudieron salir de la calle en la pandemia; y la otra que hicieron una especie de carrera en tacones, y ellas decían “nosotras ganamos porque nos pasamos la vida corriendo en tacones de la policía”. Creo que es un momento complicado, en el que están en suspenso unos logros que se habían formulado frente a algunos que no pueden retroceder. En mi caso hay violencias que te joden y violencias que no, o sea, que me digan que soy lesbiana, me recontrapela…pero bueno, es la única manera que tiene la alguna gente de pensar, que yo puedo trabajar con ellas. Por otro lado también hay una mayor apertura, conozco chicas y chicos y adolescentes que hacen una transición más acompañada, y en la Universidad de Costa Rica se respeta el principio, se han abierto espacios y hay una presencia del tema. Otra cosa importante es que el tema no está de moda sino que está porque los derechos de las mujeres se dieron, y después los derechos para la población afro, la población indígena, la población con discapacidad y ¿qué seguía? Seguía esto: los derechos de las mujeres trans.

No culpes a la noche

El de la calle es un círculo vicioso que, como el de los relojes, vuelve a ponerse a punto, a marcar la hora exacta, cuando llega la noche.

Las chicas se juntan en la esquina para echar humo, y luego toman distancia, se paran firmes sobre sus tacones, se atrincheran detrás de sus carteras, se mandan señales, jugando con la luz de las farolas y el espejito de la cosmetiquera.

En este negocio la mejor publicidad es el boca a boca. Por eso, los eslogans los hacen gritados: 

-¡No somos machos, pero somos muchas!-, dice una y las demás le aplauden.

-”¡Somos pobres, pero lo hacemos rico!”-, contesta otra, y las demás le chiflan.

-Nosotras como los toros finos, cobramos por corrida-, vocea una tercera, y las carcajadas no las dejan seguir…además, despacito, despacito, se acerca un carro.

La calma chicha se impone. De día, los sábados, aquí mismo, funciona una feria. Ahora lo que se ofrece es carne, y a estas horas toda está fresca; los clientes son los habituales, más los que se acercan en busca de ofertas. Todos regatean. Todos intentan agarrar algo, manotean, tratando de adivinar al tacto, qué gusto tendrá lo que se les antoja.

Entonces pasa la policía, y como ocurre con otros vendedores ambulantes, a las chicas las corren, les piden cédulas y permisos que nadie emite, les “incautan la mercadería y se las llevan de paseo en perrera y patrulla, mientras, les ofrecen a cambio de “un favor”, “el favor” de protegerlas, o les cobran multas que nunca escriben.

-El que conoche Chepe, sabe que se mueve billete- cuenta una en la pausa que impuso la llovizna, y que ella aprovecha para guarecerse.

-Antes que no había internet y todo era cash, pues más, pero todavía está pujante la vaina- explica otra, y destapa una tapa y toma del pico. 

Tienen frío y, además, razón: si el de la putería fuera un negocio cualquiera, sería de los grandes.

Ninguna lleva sweater ni paraguas, y hay alguna que tampoco trae camisa: un top chiquito, con el que consigue que las tetas se le vean enormes.

La pacha pasa de mano en mano, una se da un pase, todas se dan ánimos, pero no se sacan los ojos de encima; se vigilan, se cuidan, se celan. Los códigos son frágiles, un cambio de luces desbarata la complicidad e impone la competencia: la que logre que la monten, con suerte ganará lo suficiente para no volver…al menos hasta mañana.

Entre los carros que pasan, hay algunos que están muy coloreados y otros que juegan a agarrarlas desprevenidas: tocan bocina, y cuando se acercan, les tiran por la ventana huevos, basura, orines…Gritan: 

-Tragaleches, colchones, playos, culos rotos, patas sucias, maricas, culiadas. ¿A cuánto el kilo de huevos? Regalámelos pa´l pinto, venga mamita y la empalo…

Dan vuelta a la manzana y suben el carro a la acera, aceleran…asustan. A más de uno le salió mal la broma y atropelló a una chica, la estampó contra la pared y huyó, como si nada, como si nunca, como si nadie.

Otras veces, otros hombres, o los mismos, disparan con escopetas de aire comprimido, y ellas corren en estampida hacia ninguna parte. La calle deja cicatrices; los cuerpos, como el asfalto, se ahuecan y necesitan que los remachen.

Duele y da miedo. Por eso es mejor no pensar. Mandarse, aguantar y hacer de cuenta que:

-Es un rato nomás.

-Ya falta menos.

-Con uno que salga bueno, ajusto la quincena.

Para que no les roben, dejan en casa el teléfono; para no comer ansias, no traen el reloj, total el tiempo es otro, y aunque ninguna disfruta, pocas sufren…al menos, no a voz en cuello o a lágrima viva; solo alguna bosteza que se bebió la espera a fondo blanco, o anda tan mala racha, o debe tanto a tantos, que si acaso se asoma, por medio que la arrastren.

La mayoría se mantiene firme, que no es lo mismo que sobria, se regodea recordando el placer de dar placer, se concentra, más en el billete que en la necesidad, y hace el papel. 

El libreto se resume en tres máximas, y una estrofa escrita en la pared que les sirve de telón de fondo.

-A pelo, no.

-Una putada es creerse que están con una por amor.

-De vez en cuando hay que sacar los huevos para que no le quieran sacar a una la madre.

 

Ya todas las estrellas han partido

pero nunca se pone más oscuro

que cuando va a amanecer.

*Esta entrevista fue publicada originalmente en Lectomanía, revista de la Cámara Costarricense del Libro.

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