Cultura

La Santa Luchona premiada por artivista y callejera

Uno de los premios nacionales de artes visuales Francisco Amighetti 2022 fue otorgado a la Colectiva Las Hartas por la exposición “Santa Luchona: la patrona de las que luchamos en las calles”.

Expandida fuera del llamado cubo blanco, es decir, más allá de las paredes del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), una exposición híbrida y mordaz con una Santa Luchona como protagonista —con guantes de boxeadora y traje escarlata— fue la obra reconocida con uno de los premios nacionales de artes visuales 2022.

El jurado del galardón, auspiciado por el Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), reconoció la labor de la Colectiva Las Hartas, integrada por Grettel Méndez, Andrea Gómez, Mariela Richmond y Micaela Canales, artistas todas caracterizadas por un trabajo híbrido e “indisciplinar”, según lo señala Gómez con picardía.

“Conjugamos varias piezas artísticas no solo conceptualizadas por nosotras junto a la curadora Erika Martin, sino que en la realización de la exposición participaron otras mujeres artistas”, reivindicó Méndez.

La obra “Santa Luchona: la patrona de las que luchamos en las calles” recibió el Premio Nacional de Artes Visuales Francisco Amighetti en ‘Otras categorías’ por salirse del cuadrado museístico, para hacer activismo y artivismo en las calles, en el marco de la conmemoración del 25 de noviembre, Día Internacional para eliminar la violencia contra la mujer.

“Creamos una santa que nos represente, que tenga los valores que tenemos las mujeres comunes y corrientes de la calle: que bailamos, nos equivocamos, lloramos, sentimos miedo, que nos defendemos y luchamos”. (Grettel Méndez)

Esculpida por Andrea Siliézar en papel con barro y pintura, La Santa Luchona, a la vez sagrada y pedestre, convocó a las mujeres en un código religioso resignificado con la fuerza de los guantes de boxeo.

Es una santa no mártir pero sí mordaz, que juega con la ironía y la parodia, con el disfraz, el carnaval, lo bufonesco, con el manifiesto y el accionar político para luchar en la calle, con frescura y compromiso artivista, por reivindicaciones y derechos feministas.

“Creamos una santa que nos represente, que tenga los valores que tenemos las mujeres comunes y corrientes de la calle: que bailamos, nos equivocamos, lloramos, sentimos miedo, que nos defendemos y luchamos”, dijo Méndez.

“Ser inapropiadas y sentir placer”, una premisa que vendría bien como derecho inalienable.

En el plano material, la exposición se expresa en varias partes, cuyo proceso culminó allende las paredes en la relación establecida con el público presencial de la obra.

Se compuso, entonces, de una instalación con la imagen de la Santa Luchona, vestida con su atuendo de boxeadora y resguardada en una estructura de madera rodeada con tiras de telas coloridas, en referencia a la procesión de las cintas de Cot de Cartago.

Asimismo, cuatro cuadros con representaciones episódicas de la personaje, llamados exvotos (ofrenda pictórica) hacia la figura de la santa, elaborados por las artistas Laura Astorga, Elizabeth Argüello, Mariela Sandía y Ekatherina Castillo.

Además, para la marcha del 25 de noviembre, la estructura de madera se cubrió con plástico transparente y se llevó en andas, mientras las múltiples cintas fueron tomadas por mujeres participantes en la manifestación que entonaron un canto colectivo.

 

En el borde

Las Hartas realizan su trabajo artístico desde hace diez años, tiempo que les ha procurado entrelazar sus profesiones y experiencias con una visión interdisciplinar e “indisciplinar”, con el fin de investigar y crear esta y dos propuestas sumadas a su trayectoria.

“Nosotras no pertenecemos a las artes visuales ni gráficas, pero Mariela sí, y el gran acierto de este proyecto fue el componente a lo interno del museo en un sentido expositivo, y en lo externo totalmente vinculado con lo que nosotras hacemos con mucho más frecuencia y deseo que es lo performático”, prosiguió Gómez.

La exposición presentó una parte contenida en una sala del MADC y llevó a cabo tres activaciones con público presente: un ritual y un conversatorio, y la intervención del espacio durante la marcha.

“Todo quedó muy bien entrelazado”, manifestó Gómez. “Tiene que ver con una identidad nuestra muy híbrida —somos practicantes más de lo trans o multidisciplinar—, que se traduce a una práctica sin bordes, en fronteras menos claramente definidas”.

Además de estas características investigativas, Las Hartas se identifica y trabaja con el ideario feminista, la revisión o el uso trastocado del ritual religioso y el humor mordaz.

Desean borrar los bordes como un “bicho extraño” que juega, a veces de manera consciente, para encontrarse con la posibilidad de pensarse y accionar más allá del teatro y las artes visuales. Por ejemplo: Gómez desea crear una novela gráfica relacionada con la violencia, “y hacia allá vamos, no sabemos cómo, pero vamos”, confirmó Méndez.

La santa juguetona, como la llamó Méndez, estuvo en el MADC en un altar como cualquier otro; sin embargo, lo más importante es que la exposición se tiró a la calle: “nosotras y 20 mujeres más la cargamos, lo cual se vuelve en el acto más poderoso que hemos presentado, porque fue expandido por muchos brazos y cuerpos”.

Las Hartas partieron de la idea de que los cuerpos son archivos y tienen memoria, y en ese sentido extrajeron vivencias religiosas y estéticas inyectadas por la cultura occidental, que hackearon y resignificaron de manera paródica.

“Como lo hemos hecho en nuestras obras anteriores de las mujeres armadas con pistolas y las Panchas hartas”, continuó Gómez.

Tanto el vestuario, que es considerado una piel a partir de reelaboraciones de Méndez en torno a la teoría de la performance, como la utilería (las pistolas), Las Hartas entran y salen de lugares límite e “inapropiados por violentos”.

Son mujeres boxeadoras potenciadas por una santa que boxea para entrar en una zona liminal de provocación, de lo herético, lo violento y moralmente incorrecto.

La paradoja es que aunque son mujeres boxeadoras y eso es violencia, al mismo tiempo “no lo es porque lo estamos leyendo desde el lugar de la santidad”, redondeó Méndez. Una suerte de reflejo en el espejo de Alicia en el país de las maravillas, pues se miran y piensan a sí mismas, pero en un paradigma transgresor.

Así pues, Richmond puso en valor la decisión grupal de salir a la marcha exponiendo el archivo de las integrantes de la colectiva, pues todo el tiempo se preguntan cuál es el motor que las conduce.

La respuesta: el objetivo es la calle y el accionar, las denuncias cuando se suman a otras colectivas y le dan peso a las historias y memorias denominadas anarcoarchivos, de acuerdo con sus propios códigos semánticos.

“Nosotras no construimos solas nuestro archivo, lo construyen también las personas que toman las fotos o que registran de una u otra forma y luego nos etiquetan”.

 

Fondos

Con fondos concursables del MADC, Las Hartas financió el proyecto y si bien fue un apoyo fundamental para desarrollarlo, la colectiva también invirtió recursos propios e individuales.

“Algunos recursos para producción tienen un carácter de inmediatez que no permite la investigación, por lo tanto, nosotras nos autofinanciamos como lo hemos hecho a lo largo de estos diez años de la agrupación”, indicó Richmond.

De este modo, la agrupación va sumando y aliando personas, organizaciones e instituciones con el fin de investigar sin detenerse; “por el puro deseo —como dice Andrea— rabioso y ardiente de seguir pensando y aportando juntas”, puntualizó.

Trabajar en conjunto con una visión feminista es difícil, agregó Richmond, pues no siempre están de acuerdo en cuáles son las estrategias de acuerpamiento y acompañamiento, de soporte. “Sin embargo, es una gran responsabilidad, y la visibilización hacia afuera de la investigación constante y el trabajo colectivo es vital”, concluyó.

Que la Santa Luchona siga acompañando a Las Hartas devotas y callejeras.

Fe de erratas: en una versión primera del artículo se afirmó que el concepto del vestuario como una piel parte de la teoría de la performance, sin embargo, la conceptualización proviene de Grettel Méndez a partir de la práctica performativa.

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