En sus ojos aún se percibe la adrenalina del concierto.
Hace menos de tres minutos aún recibía aplausos junto a los demás integrantes del grupo mexicano Cómplices Músicos y a los locales de Zéfiro, en la sala del tercer piso de la Escuela de Artes Musicales de la UCR.
Abraham Elías López provie- ne del Estado mexicano de Colima, en el occidente del país, es intérprete consumado de la flauta de pico y maestro de Música, egresado del Conservatorio Real de La Haya, Holanda.
Además, trabaja en el Departamento de Investigaciones Musicales de la Universidad de Colima. Allí cotidianamente se sumerge en el misterio de intentar asomarse a las músicas precolombinas a partir de los instrumentos musicales que sobrevivieron como registro arqueológico.
El enigma es grande, pues además de los instrumentos, no sobrevivieron ni partituras de algún tipo, ni códices que arrojen alguna idea sobre melodías, tiempos o armonías.
Se trata de una disciplina científica conocida como arqueomusicología, esencialmente es el estudio de instrumentos y cualquier otro acervo musical presente en los remanentes de sociedades pasadas, solo accesibles a través de la arqueología.
“La tradición musical va en conjunto con el desarrollo tecnológico del ser humano que habitó en el continente america- no”, empieza a explicar. Añade que en la cultura del estado de Colima, “en lo que se refiere a la música, han sobrevivido una gran cantidad de instrumentos musicales prehispánicos, que datan de hace 2000 a 1500 años, lo que se conoce como el periodo formativo o preclásico”.
“Es ahí donde encuentro una gran riqueza hasta ahora des- conocida, porque sabemos que esos instrumentos están en mu- seos, guardados en bodegas, no solo en México, en Colima, sino alrededor de todo el mundo. Ha sido mi tarea desde el año 2002 que trabajo este tema; he tenido oportunidad, a donde viajo, de ir a tocar los instrumentos de los museos, he encontrado verdaderamente joyas en estas bodegas”.
¿Cómo define la arqueomusicología?
—La arqueología de la música es una disciplina reciente, nueva, pero obviamente es científica, multidisciplinaria, abordada desde diferentes enfoques.
En el caso mío, soy investigador pero también un intérprete. Para mí cobra una singular particularidad porque al poder acercarme a los instrumentos puedo tocarlos.
Utilizo técnicas que he cultiva- do durante muchos años y que practico arduamente día con día, y me permiten explorar los instrumentos de una manera diferente a como lo haría alguien que no puede tocar.
La arqueología musical nos permite conocer la cultura del pasado sonoro, valorarla, conocer a profundidad cuál fue el desarrollo de estas civilizaciones.
Muchas de ellas no han sido tomadas en cuenta, incluso no han sido reconocidos sus derechos y esto avanza en ese sentido: permite visualizar y verdaderamente decir este es el aporte que finalmente tuvo Mesoamérica, Aridoamérica o Sudamérica para el desarrollo de la música y del arte en general del mundo.
Es una disciplina que tiene mucho futuro, apenas están estableciendo las primeras líneas por así decirlo.
¿Cómo llegó usted a esa disciplina?
—Es interesante, porque en 2002 un arqueólogo de donde yo vivo encontró una flauta cerca de la casa de mis padres. Me conoció, me invitó a tocarla; fue cuando probé ese instrumento y dije “esto es, aquí hay algo, algo fantástico”. No tienen nada que ver los instrumentos con la escala de Europa, no tienen nada que ver con ninguna otra cultura; es algo totalmente ajeno a lo que podamos conocer en estos tiempos. La arqueología es el objeto en su contexto y lo que pueda decir de la sociedad que lo produjo.
¿Qué tipo de usos tuvieron los instrumentos que ha tenido oportunidad de estudiar?
—Esas son las grandes preguntas que se han abordado y uno de los principales objetivos de estos estudios es determinar el comportamiento del sonido.
Porque sí existen los instrumentos, pero no hay partituras, no hay códices, no hay gran información; pero sí el sonido como materia nos puede dar alguna idea de los posibles usos y del rol que jugó la música.
Por otras referencias, como la iconografía, representaciones de figurillas, esculturas, se puede dar una idea de algunos posibles usos sociales de la música en estos contextos rituales.
Definitivamente aspectos rituales. Dijo que ha encontrado joyas, ¿de qué tipo de instrumentos estamos hablando?
¿Cuáles son esas joyas?
—Cuando hablamos de la flauta en la tradición occidental, estamos hablando de un instrumento de un tubo, una sola voz. Pero estos instrumentos pueden producir dos sonidos, tres hasta o cuatro al mismo tiempo. Colima, flautas dobles; culturas del golfo de México, flautas triples; culturas mayas y teotihuacanas, flautas cuádruples, de poco más de medio metro. Cosas verdaderamente únicas en la historia de la música universal.
A eso me refiero cuando hablo de estos instrumentos, pero cuando se tocan, cuando se tiene la oportunidad de explorarlos por dentro, es otra cosa.
¿Cómo los explora por dentro?
—Tocándolos, primeramente, conociendo sus sonidos, aplican- do muchas técnicas para poder determinar cuál es el sonido que los puede caracterizar.
Esto no es de una visita a un museo, esto requiere de mucho trabajo, hacer réplicas, tocar, regresar, explorarlos detenidamente.
No es una cuestión de un minuto para determinar algo que tuvo una sociedad durante muchos siglos de desarrollo.
Obviamente también hay radiografías, incluso tomografías que se han hecho a los instrumentos para ver cómo están verdaderamente hechos por dentro y eso nos da una idea de por qué suenan así.
¿No siente algún resquemor al meter mano en un instrumento de tantos años de antigüedad y empezar a travesearlo para ver cómo suena?
—Sí, hay algo de eso.
Es una cuestión muy interesan- te, muy emotiva; incluso un cierto misticismo porque son instrumentos que provienen de contextos funerarios.
Se han encontrado en tumbas, en rescates en tumbas de tiro o entierros; entonces pues sí, para empezar sí se requiere de cierto respeto, pues definitivamente estaban vinculados con algunas cuestiones cosmogónicas.
Entonces esa es la primera actitud para poder entrar en estos instrumentos, con este respecto. Obviamente la limpieza que se dé es esencial. Los arqueólogos utilizan ciertas sustancias para poder revivir de los ductos y que no haya algún riesgo.
¿Siente usted que se le da a la arqueología la importancia que debiera tener?
—En los países desarrollados se tiene esa fortaleza, en nuestros países todavía esto es muy muy débil. Nuestras culturas han sido saqueadas, nuestros materiales robados desde siglos y siglos y lo poco que queda a ve- ces está resguardado incluso en colecciones privadas a las que se tiene un difícil acceso.
Entonces, para empezar tenemos que ir rompiendo esos esquemas que nos permitan poder tener acceso de manera abierta y respetuosa, y que ese patrimonio pueda verdaderamente mostrar- se a la gente, al pueblo heredero de estas grandes tradiciones.
¿Se ha planteado hacer y grabar música con estos instrumentos antiguos?
—Sí, esos son los planes que ya vienen ahora, porque ya tengo un gran avance en las investigaciones. Ahora ya viene la parte la divulgación, por así decirlo, y las grabaciones y videos son parte de esta estrategia que nos permitirá llegar a más gente.
¿Qué tan importante es la ocarina en el registro arqueológico?
—En particular, Colima tiene muchas ocarinas con representaciones de aves, y cuando veo las de aquí, es curioso que tenemos las mismas representaciones de la vegetación, de la fauna y la diversidad natural.