Cultura

La cucarachita mandinga que no se casó

En 1920, se publicó la primera edición de los Cuentos de mi tía Panchita, de Carmen Lyra. Cien años después se conmemoran sus relatos con lente feminista.

En la historia original, la cucarachita mandinga, luego de rechazar a varios pretendientes, se casa con el Ratoncito Pérez y lo celebran con una gran parranda, como “debía ser”.

El cuento escrito por María Isabel Carvajal (Costa Rica, 1887- México, 1949), benemérita de la Patria, maestra insigne y mujer disruptiva de su época, y cuyo seudónimo de autora es Carmen Lyra, se esgrime como uno de los legados inconmensurables que la Costa Rica del siglo XXI sigue gozando.

Tomado de la autora española Fernán Caballero, la cucarachita mandinga forma parte de los 23 relatos que componen los Cuentos de mi tía Panchita, y que Carmen Lyra o Chabela –como la llamaban con cariño– recreó con fisga, humor y tono políticamente incorrecto para goce de la niñez y los adultos costarricenses.

Es un libro fundacional para la literatura infantil nacional y, aunque Carmen Lyra escribiera otros muchos relatos igualmente sonoros y sensibles, este cuentario permanece especialmente en el imaginario colectivo de las generaciones que lo han leído y narrado hasta el día de hoy.

La primera edición del libro se publicó en 1920, y el centenario había que celebrarlo, tal vez no con una gran parranda, pero sí con una fiesta literaria a través del mundo virtual, como dicta el “deber ser” en estos días de pandemia.

Así lo comprendió la Fundación Justicia y Género, la cual, en medio de la crisis generada por el COVID-19, llevó a cabo en marzo varias actividades de lectura y cuentacuentos relacionados con la publicación.

El evento conmemorativo se realizó en distintas fechas en conjunto con la Editorial Costa Rica, el Taller Nacional de Teatro y la UNESCO, y culmina el sábado 2 de mayo, al subir a las redes sociales de las organizaciones auspiciantes una publicación con cuentos de “mi tía Panchita” leídos por mujeres de distintos ámbitos de la vida pública nacional y narrados por cuentacuenteros.

Lentes de género

Una de las sesiones conmemorativas consistió en una deconstrucción o relectura del cuento “La cucarachita mandinga” con una perspectiva feminista.

Para ello, tocaron la puerta a la dramaturga, directora y académica especializada en temas de género Ailyn Morera, quien adaptó hace algunos años para la escena varios cuentos populares de la literatura universal, entre ellos, el relato en mención.

Morera se inició en la deconstrucción de este tipo de narrativa popular, proveniente en muchos casos del folclor europeo, en primera instancia por pura intuición, según dice.

En algún momento escuchó un relato y pensó: “Es un horror todo lo que devela. Así que volví a los cuentos con una mirada más crítica, con los lentes de género, como dice la feminista Alda Facio (jurista feminista y experta internacional en género)”.

Para la teatrera y académica, las sociedades van repitiendo los horrores del patriarcado que se va sofisticando, y las personas están totalmente inconscientes de lo que perpetúa.

“Fue cuando tomé la decisión de empezar a jugar, de ir convirtiendo o deconstruir los cuentos desde otro lugar, para recrearlos”, precisa.

Su posterior formación académica e intelectual, y con la investigación como herramienta, tomó el teatro para imaginar mundos mejores y transformar la realidad a través de las posibilidades del arte escénico.

Así nació el espectáculo Las princesas azules, basado en versiones libres de cuentos como “La cucarachita mandinga”, “La bella durmiente”, “La cenicienta” y “Caperucita roja”.

De joven, Morera intuía las injusticias naturalizadas y normalizadas por el sistema patriarcal y el capitalismo, y sentía la necesidad de cambiar esa realidad; ahora con las herramientas de su estudio lo intenta a través de “cosas más cotidianas como los cuentos de hadas”.

Apoyada en la teoría feminista, su versión de “La cucarachita mandinga” le da un giro de 180 grados a la historia, pues no se casa con el Ratoncito Pérez ni este se muere en la olla de arroz con leche por goloso, y tampoco los personajes se quitan una parte esencial de sí mismos en solidaridad con la viuda.

Para Morera, la perspectiva de género ofrece herramientas para analizar el mundo tal cual, y cómo los roles de género, que varían de acuerdo con los factores sociales, políticos, económicos y culturales, han generado siglos de desigualdad y opresión en contra de las mujeres.

“Reivindicar la igualdad quiere decir que seamos iguales en oportunidades y derechos, que el piso esté para todos en el mismo nivel. Es muy triste porque, cuando empezás a ver con los lentes de género, ves como esa falta de equidad, ese patriarcado con su desigualdad está en todo, que afecta tanto a hombres como mujeres, aunque las mujeres hemos tenido históricamente un lugar muy desafortunado, de menos oportunidades, de menos respeto; no votábamos, por ejemplo”, señaló.

Tocar un cuento de Chabela

Ante la pregunta de por qué leer con otra mirada Los cuentos de mi tía Panchita, el director de la Fundación Justicia y Género, Rodrigo Jiménez, subraya la importancia de hacer una deconstrucción de los cuentos, “porque los valores van evolucionando”.

Para Jiménez, hace 100 años las sociedades eran más racistas, clasistas y mucho más sexistas, y la obra refleja actitudes que es necesario que los nuevos lectores la experimenten con sentido crítico, basado en los derechos humanos.

“Si hacés un análisis, Los cuentos de mi tía Panchita recogen una serie de historias que ya estaban en las sociedades principalmente europeas, y Carmen Lyra las costarriqueñiza, las pone en lenguaje y ambiente costarricense. En la literatura uno tiene que leer el contexto y tener una capacidad crítica para observar los cambios que se han dado”, afirmó Jiménez.

De acuerdo con el escritor y pedagogo Carlos Rubio, los relatos del cuentario de Carmen Lyra son políticamente incorrectos.

“Ella se da la potestad de escribir desde la primera hasta la última línea de su libro en lenguaje popular, vernáculo, respetando esas voces populares, lo cual es una transgresión como autora y mujer”.

Pone como ejemplo el uso de palabras consideradas vulgares como “culo y mierda” que, aunque la autora no escribe completas, sí las indica por la primera letra como c… y m…

Respecto de una polémica sobre la afirmación de la misma María Isabel Carvajal en un discurso pronunciado por ella de que no era feminista, Rubio apunta que lo escribió en un momento en que considera que el feminismo era un movimiento burgués, que ante todo buscaba el derecho al voto de la mujer.

“Dentro de la concepción política de Carmen Lyra como militante del Partido Comunista, no existía la visión de voto, sino otra línea política, dirigida al logro de un gobierno del proletariado”, comentó Rubio

La directora y dramaturga Ailyn Morera se refirió al “atrevimiento” de tocar un cuento de Carmen Lyra por la necesidad de entender el contexto en el que la autora vivió.

“Todas y todos somos producto de un sistema patriarcal, pero eso no le quita mérito a esta gran intelectual y mujer que aportó en muchos sentidos; tampoco se le debe castigar por no haber tenido, aunque tuvo una conciencia muy liberal, una mirada crítica hacia el sistema patriarcal”.

Morera está segura de que, si estuviera viva Chabela, “estaría muy contenta, porque de alguna manera se sigue con su legado”.

La Fundación Justicia y Género conmemoró el centenario de Los cuentos de mi tía Panchita, de Carmen Lyra, con varias actividades virtuales, entre ellas una deconstrucción feminista del relato “La cucarachita mandinga”. (Foto: Carlos Rubio)

La dramaturga, directora y especialista en género, Ailyn Morera, recreó el cuento de “La cucarachita mandinga” con una mirada feminista. En el relato no se casa ni el Ratoncito Pérez se muere por goloso.

¿Qué estamos contando con los cuentos?

“Escogí el cuento de ‘La cucarachita mandinga’ porque es un texto muy conocido en toda América Latina que viene de una versión de España, y Carmen Lyra lo rescata. Analizo el lenguaje, que nunca es inocente, que cubre y devela. Y me pregunté: ¿qué estamos contando?, ¿qué tenemos afincado, estructurado, en nuestra memoria colectiva?

“Una cucarachita a la que solo le da la cabeza –todos los cuentos han sido utilizados como una normativa, como un modelo de ser– para comprar con el cinco unas cintas para el cabello; se pone a esperar marido y pasan los pretendientes. Lo que hace es reforzar, como la mayoría de los cuentos, roles patriarcales. Además de develar los roles sexistas, la discriminación y la doble moral, revela una tragedia, porque lo que sucede es una matazón, todo el mundo se amputa o se mata por el fracaso de un amor. Hay un reforzamiento del amor romántico.

“Quise con humor, con cierta agudeza crítica, darle la vuelta a todo eso. En esta versión ella no se casa. Yo intento dar una opción. El matrimonio es la norma, es una práctica de castración, es para servir. Ella puede ser una cucaracha autónoma, que crea su propia empresa. Existe la opción de vivir con una persona sin casarse. Muchas jovencitas tienen el ideal de casarse y tener hijos, pero no se dan cuenta de que es un mandato; tal vez no quieran casarse y tener hijos, y a veces no nos damos la oportunidad de preguntárnoslo, y vamos por la vida cumpliendo los mandatos sin cuestionar, ¿es lo yo quiero?, ¿quién soy yo? Por otra parte, el Ratón Pérez no se muere. No quise ser ingrata con él, que representa lo masculino. En mi versión él es un modelo que respeta las decisiones de su pareja”. Ailyn Morera, dramaturga y directora de teatro.


Versión libre de “La cucarachita mandinga”, de Ailyn Morera

B- Había una vez una cucarachita mandinga que estaba barriendo las gradas de la puerta de su casa y se encontró un cinco. Se puso a pensar en qué emplearía el cinco.

A- ¿En una liposucción? ¡Me pongo tetas! … Ya sé, me abro una cuenta en Panamá para no tener que pagar impuestos.

B- ¡No!

A- ¡Ropa!

B – No.

A- ¡Perfumes!

B- No.

A- ¡Zapatos!

B- No. Ella prefirió comprar un libro sobre la historia de su ciudad, lo estudió y decidió montar su propia empresa. Se hizo guía de turismo.

A- Se convirtió en una cucaracha autónoma.

B- Autónoma. Venían turistas de todo el mundo y la cucaracha aprendió a hablar inglés, francés, portugués, italiano y hasta mandarín. Es decir, era políglota.

A- ¡Una cucaracha de mundo!

B- Una cucaracha de mundo. Un día, al final de su trabajo, la cucarachita se fue a disfrutar del atardecer al parque central. De repente… vio un toro.

A- Cucarachita, ¿te querés casar conmigo?

B- ¿Y para qué querés casarte conmigo?

A- ¡Para que me hagás mis batidos proteínicos cuando voy al gimnasio!

B- ¡Oléeeee! Que el día que me case será para compartir no para servir. (echándolo)

A: Luego pasó un perro… Cucarachita, ¿te querés casar conmigo?

B: ¿Y para qué querés casarte conmigo?

A- ¡Guau…,guau…! Para que me cuidés que me da miedo andar solito.

B- ¡Ay perrito!, usted lo que necesita es una mamacita, no una cucarachita.

A- Quiquiriquí, su MACHO ESTÁ AQUÍ… (Canta) ¿Quién pudiera tener la dicha que tiene el gallo, racatapumchinchin el gallo sube, echa su polverete, racatapunchinchin y se sacude? Vamos Cucarachita, vamos pa’ casarnos.

B- ¿Y para qué querés casarte conmigo?

A-Para que aplaudás mis bellas melodías. ¡Quiquiriquí…!

B- ¡Quiquiriquí…vete de aquí!

A- Cucarachita, mirá con qué garbo camina ese cucarachón.

B- A la cucarachita se le fueron los ojos al ver al cucarachón, pero éste, ni la volvió a ver porque al cucarachón no le gustan las cucarachas, el cucarachón solo tiene ojos para su cucarachón.

  • En eso, la Cucarachita se encontró de frente con el Ratón Pérez y quedaron flechados. Pasado un tiempo, se escuchó a la Cucarachita decir:

B- Ratoncito Pérez, ¿y para qué querés casarte conmigo?

A- Para compartir mi quesito y ver el atardecer juntitos. ¡I, i, iii…!  Y la Cucarachita  lo pensó, porque el matrimonio hay que pensarlo muy bien.

B- Y decime una cosa Pérez, ¿vos estás dispuesto a realizar las labores de la casa equitativamente?

A- ¿Equita… qué? Ah, sí, claro.

B- Pensándolo bien, no me quiero casar.

A- Pero …. Mandinguita, el cuento no es así.

B- A mí no vengás con cuentos. No quiero casarme porque estoy muy bien como estoy. Además, en el cuento “verdadero” vos vas a morir por goloso, ahogado en una olla de arroz con leche.

A- ¡Ummm qué rico! Pero no quiero morir.

B- ¿Qué tal si nos vemos de vez en cuando? Cada uno en su casa… Además, no quiero tener ratachas, ni cucaratones.

A- Vos si sabés de genética. Tenés razón, con tantas criaturas huérfanas por tanto zapatazo, veneno y odio…

  • Vámonos a vivir nuestro propio cuento ratoncito Pérez.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido