Cultura Entrevista a Francesco Tonucci, psicopedagogo italiano

Dejad que los niños cogobiernen la ciudad

El pensador y psicopedagogo italiano Francesco Tonucci participó en la I Conferencia Internacional “La Ciudad de los Niños” celebrada en San José

El pensador y psicopedagogo italiano Francesco Tonucci participó en la I Conferencia Internacional “La Ciudad de los Niños” celebrada en San José. UNIVERSIDAD conversó con él sobre el rol político de la niñez en la transformación hacia una nueva ciudad.

Las ilustraciones de Francesco Tonucci (Italia, 1941), cuyo seudónimo es Frato, son una extensión emotiva y creativa de su filosofía, práctica psicopedagógica y política en relación con la niñez y la ciudad.

Para Tonucci, los niños y las niñas son ciudadanos competentes, con capacidad política para aportar a su comunidad, más que para pasar horas amarrados a un pupitre recibiendo lecciones, en muchos casos, intrascendentes, como bien lo ironiza en sus célebres dibujos.

El pensador y psicopedagogo fue invitado a la I Conferencia Internacional “La ciudad de los niños Costa Rica”,  llevada a cabo en San José del 12 al 14 de agosto y dirigida a arquitectos, educadores, padres de familia, tomadores de decisión, estudiantes y ciudadanos en general, interesados en crear oportunidades de transformación de la ciudad con mirada de niñas y niños.

La actividad fue organizada por la Comisión de Arquitectura y Niñez del Colegio de Arquitectos de Costa Rica, Bellelli Educación y Arquiticos, con el apoyo del Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos (MIVAH), el Ministerio de Cultura y Juventud  (MCJ), el Ministerio de Educación (MEP), el Instituto de Fomento y Asesoría Municipal (IFAM), el Colegio de Arquitectos de Costa Rica y diversos gobiernos locales.

Como parte de las actividades de la I Conferencia Internacional “La Ciudad de los Niños”, Francesco Tonucci visitó el Instituto Educativo Moderno en donde compartió y conversó con los alumnos. (Foto: Carolina Pizarro).

Al término del evento, Costa Rica firmó una carta de intención para ingresar a la red Latinoamericana del proyecto Ciudad de los Niños, actualmente conformada por 200 ciudades de Italia, España y América.

“La Conferencia tuvo como resultado generar redes y unir esfuerzos públicos y privados, de universidades, institutos de investigación y colegios profesionales, en el campo del derecho a la ciudad que tienen la niñez y los adolescentes, y a participar activamente como ciudadanos desde tempranas edades”, destacó Carolina Pizarro, de la organización Arquiticos, quien junto a Carolina García, de Bellelli Educación, lidera la iniciativa costarricense.

De este modo se abre un capítulo de “La Ciudad de los Niños” en Costa Rica, en el que se propondrá una estrategia para alcanzar cambios en la ciudad. “Queremos mejorar la calidad de vida de los ciudadanos en el ámbito urbano, arquitectónico, familiar y en los gobiernos locales, porque como bien dice Tonucci: si la ciudad es segura para los niños, es segura para todos”, dijo Pizarro.

Niñez con voz y voto

Según Tonucci, el paradigma de la gobernanza a través de los Consejos de Niños, ya sea en las escuelas, ciudades o incluso en la familia, pasa por la educación; pero una amorosa basada en la escucha, el juego, la autonomía, la confianza y la libertad de los niños.

Su propuesta no es, sin embargo, educativa, sino política, concretada en la llamada “La Ciudad de los Niños”, y que es sugerida por su organización a políticos sensibles e “inquietos” -como los califica Tonucci-, deseosos de sumarse a un cambio urgente, profundo y real en sus ciudades, regiones y países.

“La ciudad moderna (en Europa) se ha rehecho después de la última guerra a medida de un adulto -que identificamos como varón y trabajador-. Por lo tanto, es muy incómoda e inadecuada para la mayoría de la gente: mujeres, ancianos, discapacitados y niños”, explica con voz pausada y su fuerte acento italiano en entrevista con UNIVERSIDAD.

Para evaluar y cambiar la ciudad, la propuesta radica en sustituir a ese ciudadano prototipo con el niño. “La hipótesis que subyace es que una ciudad adecuada para los niños será buena para todos. Es un desafío y una apuesta”, afirmó.

El modelo se mueve en dos ejes principales, que consisten en devolverles a los niños la libertad y autonomía de movimiento perdidos hace pocos años, y en llamar a los niños a participar en el gobierno de la ciudad, “con sus ideas, propuestas y protestas”.

En la base de este paradigma están los maestros Sigmund Freud, Jean Piaget, Lev Vygotsky y Jerome Bruner. “(Ellos) nos ayudaron a entender que la etapa más importante de la vida es la primera; por eso es importante favorecerla y reconocer que los niños son capaces y competentes, y que pueden participar”, subraya.

Uno de los ejes es de orden moral, pues los adultos se reservan el poder para ellos, y “lo hemos y lo estamos manejando muy mal. Estamos haciendo desastres que los mismos niños denuncian”, expone Tonucci.

Como ejemplo menciona a la adolescente ambientalista de origen sueco, Greta Thunberg, quien pone en evidencia el cambio climático con voz y acción potente; a Severn Suzuki, niña de 12 años que en 1992, en Río de Janeiro, representó a los niños del mundo en la primera cumbre sobre el ambiente, y terminó su intervención diciendo: “lo que estáis haciendo me hace llorar por la noche”; y a Rosario, una niña que hace unos años, estando él presente expresó: “la culpa de todo es de los mayores, hay que limitar el poder de los mayores”.

A todo esto se suma una razón jurídica: hace 30 años todos los países, excepto Estados Unidos, firmaron la Convención de los Derechos del Niño.

Esta ley internacional establece en su artículo 12 que “los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño”.

Tonucci enfatiza que Costa Rica tiene la obligación de acatar lo estipulado por la Convención, puesto que el artículo 7 de la Constitución Política reza que “los tratados internacionales valen más que las leyes”.

De ahí que el acento político esté en que “los niños puedan ser importantes y útiles para un político que se da cuenta de que un cambio es necesario y urgente, y les pide ayuda para hacerlo”, concluye.

A continuación, un extracto de la conversación de casi una hora con Tonucci.

¿Cómo llega usted a esa propuesta?

—La base que une el mundo educativo con el político es mi convencimiento de que los niños son competentes y capaces, y por esto merecen la escucha y ser protagonistas. Cuando se habla de escucha se piensa en niños que escuchan, no en adultos que escuchan, lo cual es una educación equivocada e ineficaz que aburre a los alumnos porque pasan muchísimo tiempo en un aula, aprendiendo muy poco. Es un fracaso total. Los niños deben ser protagonistas de su formación, y esto lo dice muy claro la Convención de los Derechos del Niño en el artículo 29: la educación debe tener como objetivo el desarrollo de las capacidades de los alumnos hasta el máximo nivel posible. La escuela y la familia deberían tener como objetivo que sus hijos y alumnos puedan descubrir sus vocaciones y talentos, y desarrollarlos hasta el máximo nivel posible. Esta es la receta para el éxito en la vida y la felicidad.

Es una paradoja, porque el niño entra a la escuela, en donde permanece mucho tiempo, y cuando sale pasa cumpliendo deberes escolares y no tiene tiempo para vivir la ciudad.

—Absolutamente. Sería interesante para la gente que se ocupa de la educación pensar que los aprendizajes más importantes de la vida, que son hablar, controlar la caca, la pipí, comer, andar -que es más complicado que aprender a leer y escribir-, se aprenden porque viven con gente que los quieren. Quererlos vale mucho más que la metodología y los libros de texto. La escuela debería reflexionar sobre esto y crear una situación parecida donde los niños estén a gusto, que es lo que ocurre cada vez que encontramos un buen maestro. Esta escuela termina robando a los niños y las niñas el tiempo necesario para jugar. Un niño de seis años de Bogotá lo decía muy claro a su mamá: yo quiero ir a la escuela un día a la semana, porque es suficiente para aprender lo que me enseñan y los otros días los necesito para mis juegos. Es un diagnóstico exacto y profundo. Los adultos no se dan cuenta de que jugando los niños aprenden muchísimo, no sabemos por qué ni cómo, y por esto no lo enseñamos y mejor que sea así; es una experiencia libre autónoma, espontánea, solo necesita unas condiciones que lamentablemente hoy en día desaparecen: un niño para jugar debe poder salir de casa.

Deben tener tiempo para jugar.

—Los niños deben tener la autonomía para salir sin adultos, tiempo libre para jugar y un espacio adecuado para salir, donde adecuado tiene muchas comillas.

Cambiar eso es darle vuelta a la forma de ver el mundo.

—Cuando yo estaba pequeño y mis hijos estaban pequeños, hace 50 años, salíamos de casa. ¿Qué ha cambiado?, ¿qué justifica este cambio de actitudes?, ¿ha cambiado tanto? Yo no lo creo. Tenemos datos de Italia de que hace 20, 30 o 40 años era más peligrosa que hoy, aunque ahora el miedo es más alto. El miedo es un sentimiento fundamental, precioso, que nos ayuda a defendernos, pero si pierde el contacto y la relación con el peligro es un desastre. Los medios (de comunicación) tienen una responsabilidad en la construcción del miedo, especialmente la televisión y la comunicación virtual que se aprovechan de lo peor que ocurre y lo hacen visible, de manera que la gente piensa que es mucho más frecuente de lo que es. La otra entidad que aprovecha, provoca y promueve miedo es la política. El papel de los gobernantes que no tienen esta actitud, que piensan que su papel es de servicio para el bienestar de la gente, es ayudar a la gente a no tener tanto miedo.

¿Cómo se logra la acción política de los niños? En una actividad grabada en video en que usted interactúa con niños, ellos hacen propuestas. Al fijarme en los adultos, observé una actitud condescendiente hacia los niños como diciendo: “qué divertido, qué tierno, qué simpático”. ¿Cómo no tener esa mirada hacia ellos?

—Esta actitud es tan grande y me preocupa tanto que hasta la aprobación de la Convención de los Derechos del Niño me da miedo. Es una ley que compromete y promete mucho y que aprobaron todos los países del mundo, excepto Estados Unidos. ¿Cómo la firmaron y asumieron como ley nacional vinculante y obligatoria? Significa lo que usted dice: que frente a la Ley los adultos prometen todo y no cumplen. Muchas veces los ayuntamientos se adhieren a nuestro proyecto por unanimidad, y esto no me enorgullece; más bien me preocupa porque significa que no lo están analizando. Deberían enfrentarse a los niños y  escucharlos. Lo que piden los niños, muchas veces está en contra de los intereses de los adultos (por ejemplo, que haya menos carros). Es un proyecto para alcaldes inquietos, que sienten la urgencia de un cambio, que saben que la ciudad, así como es, está muriendo, y al buscar la manera, se dan cuenta de que es probable que los niños sean una ayuda.

Usted también ha dicho que los adultos no deberíamos perder la mirada de niño. Es un enunciado romántico que la gente se toma con poca seriedad.

—Cuando digo eso muchas veces cito la frase de Jesucristo: si no os hacéis como niños no podéis entrar en el reino de los cielos. Dejando el aspecto religioso es una frase impresionante, porque lo dice una persona que ha tenido una importancia como probablemente ningún otro hombre de la historia, y habla de niños en un tiempo y una sociedad en la cual no contaban nada. Hoy los niños son importantes por los maestros que cité (Freud, Piaget, Vygotsky y Bruner), que nos ayudaron a entender, pero los niños en mi infancia contaban tan poco que podían salir de casa y jugar, por suerte. Hoy no pueden salir porque son importantes y hay que cuidarlos y protegerlos durante una fase en la cual no cuentan nada. Esta frase no dice que tenemos que escuchar a los niños, dice que hay que volver a ser niños, que es mucho más. Para llegar a ser adultos hay que olvidarse de la infancia y esto es como una enfermedad. ¿Cómo podemos recuperar esta cercanía con la infancia? Observándolos y escuchándolos, no tanto porque lo tengamos adentro.

Su propuesta no es pedagógica o educativa, pero sí pasa por la educación en estrecha relación con la acción política y el cómo gestionamos la ciudad para hacerla un lugar propicio para todos sus habitantes.

—Tenemos datos de que los niños que han participado en los Consejos de Niños en las alcaldías después, cuando tienen 20 años, tienen una vida social y política, una sensibilidad a temas sociales, mucho más alta que compañeros que no han tenido esta experiencia. El Consejo de Niños es un grupo de 20 o 25 niños (que participa en las alcaldías, en las escuelas o en los hospitales); después, hay participación masiva a través de las asambleas de clase, si la escuela está interesada y dispuesta. Si todo esto se realizara como la ley (Convención de los Derechos del Niño) lo prevé, en todas las escuelas debería haber un consejo de alumnos con el cual el director se encuentra periódicamente para gobernar la escuela. No significa que todo lo que piden los alumnos se realice; significa que no podemos tomar decisiones sobre la vida de la escuela sin saber qué piensan los alumnos; para que evalúen cómo funciona, qué no les gusta, qué les da miedo, como podría ser mejor. Niños que han participado con proyectos a realizarse serán ciudadanos convencidos y partícipes.


El “niñólogo”

Francesco Tonucci nace en Fano, Italia. Es licenciado en Pedagogía por la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán. Desde 1966 es investigador del Instituto de Ciencias y Tecnologías de la Cognición (ISTC), del Consejo Nacional de Investigaciones CNR de Roma. Ha recibido cuatro Honoris Causa por Universidades en América Latina y dos en España. Es director científico del Laboratorio Fano la ciudad de los niños, y desde 1996 es responsable del proyecto internacional “La Ciudad de los Niños”, promovido y coordinado por el ISTC del CNR. Desde 1968 publica viñetas satíricas sobre temas de educación con el seudónimo de Frato.


Acción política

El proyecto “La Ciudad de los Niños” nace en Fano en mayo de 1991, de una idea de Francesco Tonucci, con una intención política concreta: promover el cambio de los parámetros de gobierno de la ciudad poniendo al niño en el lugar ocupado por el adulto trabajador, que se desplaza en automóvil. Los niños asumen un papel activo en el proceso de cambio participando de forma concreta en el gobierno y en la delineación de la ciudad, y apropiándose de nuevo del espacio urbano. El proyecto tiene como interlocutor inmediato al alcalde.


 

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