Cultura

Danza en colectivo sin la presencia de los otros

Danza Universitaria estrena este miércoles 25 de noviembre la obra Sobresalto, un video de una coreografía sobre puertas abiertas y cerradas en momentos de incertidumbre y esperanza.

Cada danzante en su casa y zoom —con su “don” de la ubicuidad— en la del colectivo.

Es así: Danza Universitaria (Danza U) sigue funcionando como una agrupación cohesionada a pesar del distanciamiento físico provocado por la pandemia y está por estrenar un videodanza de la obra Sobresalto.

Se trata de un proyecto llevado a cabo en colaboración con el Instituto de Investigación en Arte (IIArte) de la Universidad de Costa Rica y la Universidad de las Artes de Guayaquil, Ecuador, que le permitió a Danza Universitaria montar una coreografía en tiempos de incertidumbre, recursos escasos y alfabetización tecnológica, pero también de mucha esperanza.

La presentación estelar de Sobresalto será este miércoles 25 de noviembre a las 6 p.m. en la Cátedra Sara Astica, a través de la plataforma Facebook de la Escuela de Artes Dramáticas, del IIArte, de la Vicerrectoría de Acción Social y de Danza Universitaria.

Luego de la función se realizará un conversatorio en torno al concepto de la obra y metodología del proceso creativo, con la participación de González, Andrey Astaiza, autor de la música, y Verónica Monestel, bailarina de Danza U.

La dirección del video estuvo a cargo del artista y bailarín Esteban Richmond y el elenco de la obra conformado por los intérpretes creadores de Danza U: Elián López, Evelyn Ureña, Mainor Gutiérrez, Dayana Araya, Iván Saballos, Jimena Muñoz y Verónica Monestel.

Además contó con la colaboración decisiva de personas como familiares, amigos y vecinos, de la burbuja social de cada bailarín.

Sobresalto fue realizada a partir de una metodología experimental que, a pesar de la distancia física y del resguardo de la burbuja social, permitió que el equipo creativo pusiera en la escena íntima de sus hogares la coreografía propuesta por González.

“Uno no se esperaba que fuera posible trabajar dentro de las prácticas artísticas o dancísticas a través de las herramientas tecnológicas y plataformas que ofrece la virtualidad”, sopesó González, en relación al montaje.

No se imaginó quizá, pero fue posible, pues el resultado es un videodanza de siete minutos, en el cual la agrupación y su trabajo creativo a lo largo de dos meses y medio, logró cristalizar una obra de arte con un lenguaje dancístico y audiovisual tejido con coherencia en su forma y contenido.

Según compartió González, el proceso de conceptualización devino de preguntas disparadoras, así como de las provocaciones causadas por la música del ecuatoriano Andrey Astaiza, quien unió al corno francés con la marimba, la caracola y otros efectos sonoros, para producir una composición decolonial y sugestiva.

“Es una música que tiene muchísima exploración sonora, tímbrica; inmediatamente cuando yo la oí sentí que era tremendamente onírica y me conectó con un sueño recurrente que tengo”, comentó González.

Esa fue la semillita del origen de Sobresalto: un sueño con la casa de la infancia de la coreógrafa, donde hay pasillos, puertas, recovecos laberínticos que no van a ninguna parte, y que conectó a la artista con la pandemia y la sensación de incertidumbre.

Con recursos limitados y sin el equipo humano y la forma de trabajo audiovisual convencional, Danza U apostó por una obra con calidad, en la que el grupo asumió la grabación con cámaras fotográficas digitales, en sus propias casas, pisos y paredes, ventanas y escaleras, la luz indirecta de los espacios y sus ropas cotidianas por vestuario.

Un video en blanco y negro, con movimientos respetuosos de las particularidades de cada bailarín, sus miradas, cuerpos y trayectos en un espacio en donde muchas noches el frío se les coló por piel.

“Yo quería que hubiera una interacción y un diálogo entre el movimiento y los objetos,  los espacios y las paredes y las puertas”, destacó González, con un planteamiento coreográfico de pérdida de control y estar a punto de caer al vacío y recuperarse.

De esta forma trabajó patrones cruzados complejos que implican estar corporalmente en un punto de tensión dinámica y polaridad. “Es el blanco y negro. Es huir, buscar respuestas, hacer preguntas, es lo fronterizo entre esas polaridades”.

Las burbujas sociales fueron fundamentales en el montaje; papás y mamás, compañeros, novios, esposos y vecinos que estuvieron presentes para grabar y apoyar la producción.

A partir de un cronograma de seguimiento estricto, se hicieron dos jornadas de exploración y una de grabación final, todas extenuantes.

En ellas “los bailarines entrenaban solos y generaron sus propias estrategias para la ruta interpretativa y dramática con base en las pautas que yo les había dado”, explicó González.

Al mismo tiempo entraban y salían de escena para comprobar cómo estaba quedando el material. “Era estar frente y detrás del lente”, contó González.

No ensayaron juntos, nunca se vieron presencialmente, todo se articuló a través de la plataforma zoom, trabajando con un drive en el que se guardó y compartió el material.

Finalmente vino el proceso de tejer, para el que no se elaboró un storyboard sino más bien González fue sintiendo las escenas y su ritmo, y propuso una estructura al artista audiovisual Esteban Richmond, quien sensiblemente editó la obra.

Aunque para Danza U fue “tremendo no vernos ni encontrarnos nunca, vernos siempre por la pantalla, cansadísimos”, González afirma que el equipo creativo se echó para adelante a decir: “yo aprendo a usar la cámara” y los familiares se enamoraron y colaboraron porque querían el proyecto.

Asimismo, el apoyo del IIArte y la colaboración del músico Andrey Astaiza de la Universidad de las Artes de Guayaquil, Ecuador, fue medular. “Fue un proceso de aunar recursos”, cerró González.

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