Cultura Festival Internacional de Cannes

Apuntes cinéfilos a propósito de un fastuoso encuentro

El arte y la industria, el centro y la periferia,el compromiso y la frivolidad…los opuestos se reconcilian en Cannes del 17 al 28 de mayo

El Festival de Cannes se desarrolla en mayo. Sin embargo, no comienza a ser importante para este cinéfilo sino unos seis meses después, cuando las películas que participaron son accesibles en diferentes plataformas, se cuelan entre las listas de lo mejor del año, algunas aparecen entre en la temporada de premios estadounidenses (lo cual favorece eventualmente su disponibilidad) y, las menos, llegan a nuestras salas de cine.

El primer festival se efectuó en 1946. Se trata entonces de un encuentro más joven que la Muestra de Venecia, fundada en 1932. Pese a ello, es esta reunión de cineastas, críticos y público en un balneario de la Costa Azul francesa la que se ha consolidado como la más importante del mundo, si consideramos la cantidad de participantes, la cobertura mediática y, aún más importante, el impacto de los filmes que allí se presentan.

El Festival de Cannes nos ofrece generalmente un buen listado de recomendaciones. Esto porque para encontrarnos con una joya ni siquiera es necesario que la película haya obtenido la Palma de Oro, el principal premio de la competición, ni alguno de los otros galardones, empezando por el Gran premio del jurado, que es una especie de segundo lugar.

La sola presencia en la llamada “selección oficial” indica que el filme pasó por un exigente filtro que conjuga criterios estéticos y comerciales y que apunta simultáneamente a la tradición y a la vanguardia. Porque este festival es en eso muy francés, y disfruta de ostentar una añejada sofisticación al tiempo que presume de su olfato para detectar el que será el cine del futuro.

En casi siete décadas, los distintos jurados de Cannes han descubierto cineastas (Emir Kusturica, Jane Campion) o los han consagrado (Federico Fellini, Abbas Kiarostami), han dictado o consolidado tendencias (el cine político a finales de los 60, los firmantes del Dogma en los 90).

Han podido, incluso, señalar a Hollywood el camino para seguir, y de ello dan cuenta los premios principales para filmes estadounidenses como The Conversation (1974), de Francis Ford Coppola, Taxi Driver (1976), de Martin Scorsese, Barton Fink (1991), de los hermanos Coen o Pulp Fiction (1994), de Quentin Tarantino. Sumemos los premios “secundarios”, que también han respaldado a creadores que pronto se convirtieron en referentes, como Ingmar Bergman, François Truffaut o Werner Herzog.

En esta edición

El circuito de festivales cinematográficos ha crecido en las últimas tres décadas. Yo me suelo perder entre tanto encuentro y premio, al punto de no tomarlos siempre en serio.

También lo ha hecho el Festival de Cannes, el más grande y mediático, permitiendo la multiplicación de secciones paralelas. Por ello, si hemos de focalizarnos, pues pongamos atención a los filmes que hacen parte de la “selección oficial”, los cuales compiten por la Palma de Oro, así como a aquellos que participan en una segunda selección, también oficial, llamada Un certain regard (Una cierta mirada).

Ser parte de cualquiera de estas dos selecciones constituye ya una recomendación para quienes buscamos una buena peli. Por ejemplo, uno de los mejores filmes del año pasado −o al menos, uno de los que más me conmovió−, Paterson (2016), de Jim Jarmush, salió del último festival sin un solo premio.

No, mentira, obtuvo uno, pero no por parte del jurado, sino de un conjunto de amantes de los perros: el Palm Dog, que se otorga a la “mejor interpretación canina”. Ciertamente, Marvin (que así se llama el zaguatito de Paterson) se roba el show.

Este año, la selección incluye no pocos nombres conocidos, siendo el más importante el del austriaco Michael Haneke, ganador de la Palma de Oro por La cinta blanca (2009) y Amour (2013). Este inquietante creador busca lo que ningún realizador ha logrado, ganar por tercera vez el premio principal del festival, con una película cuyo título suena a chiste para quienes conocemos su cinematografía: Happy End.

La mayor parte de los filmes en competición tienen por directores a gente conocida: los estadounidenses Noah Baumbach, Sofia Coppola y Todd Haynes, el alemán Fatih Akin, la japonesa Naomi Kawase, el ucraniano Sergei Losnitza, la escocesa Lynne Ramsay, el surcoreano Hong Sang-Soo y el ruso Andrey Zvyagintsev.

El surcoreano Bong Joon-Ho y el griego Yiorgos Lanthimos presentan sendos filmes rodados en inglés; en el primer caso, se trata de una producción de la plataforma Netflix, que la estrenará en línea en junio.

La selección suele reservar tres o cuatro plazas para filmes del país anfitrión. Por lo general, uno es interesante y los restantes están allí para cumplir con una suerte de cuota doméstica. Este año se trata del veterano Jacques Doillon, del debutante Robin Campillo y de los más conocidos Michel Hazanavicius (cuyo The Artist comenzó su camino al Oscar justamente en el Festival de Cannes 2011) y François Ozon, un creador prolífico y siempre interesante.

Este año, el jurado incluye también a media docena de viejos conocidos, muchos de ellos ganadores en ediciones anteriores, porque el Festival de Cannes es un club de amigos con buena memoria: la alemana Maren Ade (premiada por Toni Erdmann), el surcoreano Park Chan-Wook (Oldboy, 2004) y el italiano Paolo Sorrentino (Il divo, 2008). Preside el jurado el español Pedro Almodóvar, ganador del premio a la mejor dirección por Todo sobre mi madre (1999).

La sección Una cierta mirada se ofrece en principio a nuevos talentos y a las industrias periféricas. Digamos que en principio porque incluye frecuentemente a directores consolidados, e incluso antiguos ganadores de la Palma de Oro (como el francés Laurent Cantet este año). Es aquí que encontramos las principales cartas del cine latinoamericano en esta edición: el mexicano Michel Franco, que presenta Las hijas de Abril, y el argentino Santiago Mitre, director de La cordillera.

Incluso los filmes “fuera de competición” pueden tener algún interés. Este año, se presentarán los últimos largometrajes de los eternos Roman Polansky y Agnès Varda, así como la tercera temporada de Twin Peaks, de David Lynch, la serie de culto por excelencia. Ese es el Festival de Cannes: una serie de películas que se suman a nuestra lista de pendientes cinéfilos.



Presencia costarricense

Tres filmes costarricenses participan este año en diferentes secciones paralelas del Festival de Cannes. Se trata de los cortometrajes Selva, de Sofía Quirós, Paul est là (Paul está aquí), de Valentina Maurel y El gran Líbano, codirigida por Ernesto Villalobos y la libanesa Mounia Akl.

 Selva compite en la sección denominada “Semana de la crítica”, que se realiza al mismo tiempo que la competición oficial. Preside el jurado de esta sección el brasileño Kléber Mendonça Filho, de quien vimos en Costa Rica su filme Aquarius.

En cuanto a Villalobos, él participará en la sección paralela “Quincena de realizadores”, con una película realizada en el marco del proyecto Lebanon Factory, que empareja a directores de diferentes nacionalidades.

Según explicó Maurel, su cortometraje participa en una sección que se llama Cinéfondation, en la que compiten 16 cortos de estudiantes de cine. Se trata del trabajo final de la maestría en Realización que cursó en Bruselas, Bélgica. Su sola presencia en Cannes puede considerarse un reconocimiento, pues supuso superar un filtro que discriminó entre 2.600 cortometrajes de realizadores novatos de todo el mundo.

Como el cortometraje de Quirós, el de Maurel se presentó en Costa Rica en el Festival de Cine de diciembre del año anterior. En el festival francés, se exhibirá el 24 de mayo.

La participación en el Festival de Cannes abre nuevos horizontes para Maurel, quien contó que escribe el guion de una nueva película y este encuentro le permitirá entrar en contacto con potenciales productores o socios. La misma oportunidad se abre para Quirós y Villalobos.



 

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