Opinión

Economía y migraciones: “No estamos aquí de gratis”

El Emperador Tertuliano, apodado Tertu, solía decir que somos migrantes perpetuos, nos pasamos la vida llegando.

El Emperador Tertuliano, apodado Tertu, solía decir que somos migrantes perpetuos, nos pasamos la vida llegando. Lleva razón. Llegamos de una geografía a otra, llegamos al trabajo, a la casa, llegamos al amor, a un libro, al partido de fútbol; ese ir y venir es producción humana. Pese a que la movilidad humana es consustancial a la producción social, la formación de una conciencia de migrante no logra ser dominante en el espectro ideológico. La xenofobia, como sugiere C. Sandoval, investigador de la UCR, es uno de los obstáculos para este tipo de orientación ideológica. ¿Cómo pensarse como migrante o hijo, hija (como dice el zapatismo) de estos, cuando la sociedad ha normalizado el racismo y la xenofobia? Expresiones con acento discriminatorio como “no sea nica”, para referirse a una persona que realiza algo “indebido”, o “los chinos comen perros y ratas”, para burlarse de la población oriental, son parte de un sentido común hegemónico. Si se crece escuchando/viviendo estas expresiones, no será sencillo producir conciencia de migrante.

Desde el punto de vista económico, la población migrante es clase trabajadora y por lo tanto produce una magnitud de valor, una cantidad de valores de uso y realiza efectos útiles o servicios. G. Gatica, investigador de la UNED, explora una magnitud de valor producida por la población migrante a través del Producto Interno Bruto (PIB) del 2016 (el PIB puede ser entendido como una representación cuantitativa de la riqueza a través del dinero). Dicho investigador distingue dos montos producidos por la población migrante en el país: uno desde la “masa salarial” de cada trabajador migrante, el cual es equivalente al 3,5% del PIB, alrededor de ₡1 billón de; y otro es el aporte desde cada “rama de producción”, el cual ronda el 11,35% del PIB, poco más de ₡3,2 billones.

Con la magnitud de valor producida por la población migrante sería posible, por ejemplo, financiar aproximadamente 92 millones de becas avancemos (en promedio ₡35 mil colones), poco más de 2 millones de bonos de vivienda de clase media (₡1 millón 454 mil cada bono) y alrededor de 499 mil bonos de vivienda familiares (₡6 millones 500 mil cada bono); incluso, con esta cantidad de riqueza sería posible financiar hospitales, Ebais y el resto de servicios del seguro social, pues es equivalente al presupuesto de la Caja Costarricense del Seguro Social (para el 2016 de aproximadamente ₡3,2 billones).

Desde el punto de vista del valor de uso y los servicios, la población migrante destaca en el sector de construcción, la agricultura, la ganadería, el transporte público, entre otros; es decir, una proporción alta de migrantes colabora en la producción de topo de tipo de edificios, como las torres de apartamentos ahora visibles en casi todos lados. Además, colabora en la producción de alimentos, nos lleva al trabajo, al lugar de estudio y a la casa y cuida a nuestros hijos o hijas cuando estamos trabajando o estudiando.

La producción de una conciencia de migrante puede fundar una lucha contra la xenofobia al exponer, entre otras cosas, la interdependencia económica y cultural entre la población migrante y la comunidad de acogida, tal como indican C. Sandoval y A. Jiménez (también investigador de la UCR). Como mencionó una mujer nicaragüense en el Parque la Merced en agosto del año 2018 cuando se enfrentó a una manifestación xenofóbica: “nosotros no estamos aquí de gratis”. Lleva razón. Existe un aporte económico considerable de la población migrante, a tal punto que es difícil imaginar, sino imposible, las relaciones de producción nacionales sin ellos y ellas.

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