Opinión

¿Nuevos horizontes críticos en la investigación literaria? El caso de las literaturas regionales en Costa Rica

Los escritores (as) regionales, como lo han indicado Adriano Corrales (2015, 2019) Francisco Rodríguez Cascante (2021) han tenido que enfrentar una serie de desafíos tanto en la recepción crítica como en la producción textual. Las literaturas regionales como la literatura sancarleña y norteña, puntarenense y orotinense, guanacasteca, peseteña, turrialbeña, ramonense, sarchiseña y otras tendencialmente regionales como la literatura minera, al igual que ha sucedido con las literaturas indígenas han sido condenadas al ostracismo canónico, a pesar de su interacción en el plano nacional como internacional.

La poesía turrialbeña es un notable ejemplo de cómo autores (as) regionales tiene un impacto a nivel internacional, por ejemplo, Marco Antonio Aguilar Sanabria, Manuel Umaña Campos, Carlos Enrique Rivera Chacón, Juan Carlos Olivas, Susan Campos Fonseca, William Velázquez Vásquez, Daniel Araya Tortós, Eduardo Fonseca, Luis Rodríguez Romero han sido difundidos internacionalmente por la prestigiosa editorial Nueva York Poetry Review y la revista literaria Nueva York Poetry Review.

Como ya lo he mencionado, en gran parte del proyecto historiográfico costarricense se ignora las literaturas que nacen por y desde las distintas regiones de nuestro país, a veces por desconocimiento de los textos y autores (as), o bien por el privilegio de lecturas canónicas o canonizadas como motivo del legado colonialista de la modernidad que continúa siendo reproducido en el canon literario.

En virtud de ello, se procede a reconocer/analizar el corpus de la literatura costarricense como un conjunto homogéneo, proyectándolo como una especie de “isomorfismo” genérico-literario. Lo preocupante, entonces, es que se trata de un ideologema que, bajo la conceptualización de “literatura nacional”, ignora o silencia los procesos de interdiscursividad y heterogeneidades existentes.

El paradigma “vallecentralista” o “Vallecentrista” como una suerte de imposición se ha encargado de definir lo que es y lo que no es literatura costarricense, dejando por fuera discursivamente aquello que no “concuerde” en sus sistemas poder, por lo que deberá omitirse o no “[…] reconocer[se] como reales, sino como deformaciones o rezagos temporales, o estructurales (folclor, primitivismo, naif, sub/subdesarrollo, etc.)” (Corrales, 2019, p. 15).

De modo que, categoría discursiva de lo regional queda absolutamente negada, dando lugar a una “violencia epistémica”, en el sentido que le atribuye Spivak, mientras las lecturas son definidas desde un espacio “alosemiótico” (Lotman, 1996), es decir, representan la alteridad. El problema radica, entonces, en la reproducción de esquemas cerrados canónicos o fosilizados que clasifican y definen lo que es y lo que no es “literatura costarricense”.

Ahora bien, conviene tener claro que no se trata establecer o de imponer una especie de saber esencialista en el cual se pretenda estudiar/sistematizar/legitimar solo las heterogeneidades literarias, sino de reconocer las dinámicas existentes que se tejen en el sistema literario costarricense. Es así que se trata más bien de un descentramiento y descentralización—, es decir, debilitar y resignificar el centro— (Vega y Carbonell, 1998) de los estudios literarios para conceptualizar la literatura costarricense como un conjunto de subsistemas (múltiples y heterogéneos).

La primera implicación de ello radica en una apertura en la recepción y producción de las prácticas discursivas de lo regional en igualdad de condiciones con respecto a los demás textualidades. La propuesta teórica que hace Even-Zohar (1999) de “Polisistemas” es crucial aquí, pues esta permite concebir la literatura costarricense como un sistema mayor, no totalizante, sino dialógico, con la apertura o acceso a los demás subsistemas. Esto permitiría la apertura de espacios híbridos y heterogéneos con acceso a tensiones, choques, contradicciones ¿Cómo trazar una hoja de ruta?

Dicho esto, la principal tarea apunta a expandir o ampliar el horizonte geográfico de los estudios literarios, lo cual hace posible y ofrece la oportunidad de rescatar, de reivindicar escritores (as) y textos que no trascienden porque generan tensiones en el marco genérico-literario de la convención literaria oficial. Esto nos obligaría a fomentar y realizar estudios exhaustivos y propuestas rigurosas orientadas al análisis de las literaturas regionales, más allá de los métodos tradicionalistas (ie., género literario, generaciones o periodizaciones de corte restricta o elitista, aspectos biológicos: edades y de origen tan reproducidos en la construcción y elaboración de los discursos historiográficos.

De modo que se trata de una sistematización activa, la cual implica, desde luego, el desarrollo de insumos teórico-metodológicos para el estudio de este campo literario, pero también la participación de los mismos atendiendo a la inclusión de escritores (as) regionales —en espacios académicos/artísticos culturales— para conocer y compartir con su literatura, así como rastrear aquellos escritos que se encuentran en revistas literarias digitales.

Así pues, es imperativo acercarse a recitales, presentaciones de libros, congresos de culturas populares, talleres o centros literarios, conversatorios, encuentros de escritores, revistas literarias, muchos de ellos se remontan, incluso, décadas atrás como es el caso de las revistas culturales en la Región Norte Trapiche (1983), Akbal (¿1991?) y Fronteras (1995) y diversos proyectos culturales que dan a conocer el quehacer literario (Corrales, 2019).

Por lo tanto, el  reconocimiento de la categoría discursiva de lo regional en la crítica, no solo basta con señalar la deuda historiografía en el papel, tal cual lo confirma la labor encomiable por parte de Adriano Corrales, Franklin Araya Gamboa, Francisco Rodríguez Barrientos, Sonia Rodríguez Quesada, quienes fueron probablemente los primeros intelectuales que iniciaban el arduo camino literario y abrían un horizonte de estudios regionales que todavía sigue rellenando muchos vacíos por medio, principalmente, del magistral trabajo que viene realizando Francisco Rodríguez Cascante a través de proyectos de rescate de la literatura ramonense.

Desde donde se ha editado la producción literaria de escritores como Lisímaco Chavarría Palma, pero también de autores (as) no legitimados, cuyos contenidos lo ameritaban, como es el caso de la poeta, narradora y ensayista costarricense Corina Rodríguez López (1895-1982), así como el poeta y narrador modernista Arturo García Solano (1883-1967). Súmese a ello la creación de la primera propuesta formal, sistemática y rigurosa, de una historia de la literatura costarricense fundamentada en los estudios regionales en el marco costarricense y centroamericano.

También, se suma la extraordinaria labor del profesor y académico Baruc Chavarría, quien de manera pionera ha sistematizado la ficción costarricense que explora el tema minero, es decir, la literatura que trata sobre la explotación minera. No podría obviarse el trabajo del investigador y poeta Yordan Arroyo en favor de la visibilización de la literatura regional, en particular la puntarenense, junto con Elena Manzanarez y Gabriela Toruño.

Además, de la presencia del poeta e investigador Miguel Fajardo Korea, quien se ha encargado de sacar del olvido la literatura Guanacaste a través de trabajos de visibilizar y reivindicación de la literatura guanacasteca, quien en conjunto con personas no tan reconocidas en el mundo académico como Ligia Zúñiga Clachar, Xinia Mejías Espinoza, Guadalupe Urbina y otras personas asociadas gremio literario-cultural no oficial que apuestan por dar voz y notoriedad al conjunto textual las distintas coordenadas geográficas regionales de Costa Rica.

Tal cual lo han venido realizando otros investigadores-académicos en el ámbito latinoamericano como la doctora Hebe Beatriz Molina en Argentina, Wilfredo Illas Ramírez en Venezuela, Libardo Vargas Celemín,  Diana Paola Guzmán Méndez y Jaime Jaramillo Escobar en Colombia.

A continuación, se presentan algunos títulos como parte de una pequeña muestra de la dinamicidad existente que permite perfilar formalmente una historia de las literaturas regionales en Costa Rica.

Antología de poetas generaleños (1980); Antología de literatura de Pérez Zeledón: poesía, cuento, novela, leyenda y drama (1997), Antología Poética Ramonense (1990) de José Ángel Vargas Vargas, Magdalena Vásquez Vargas y Carlos Manuel Villalobos Villalobos; Tranvía negro (1995) de Adriano Corrales; Otras lunas presencia femenina en las letras de Guanacaste (1892-1996) (1996) de Miguel Fajardo Korea; Sobrevivencia del agua (1996) de Francisco Rodríguez Barrientos, Avatares (1997) de Fausto Rojas Rodríguez; Poesía Turrialbeña 1960-1999: antología (2000) de Erick Gil-Salas; Marisol sí sabe por qué te quiere, (2016) de Ernesto Gerardo Campos Gamboa; Historias en-contradas, Plegaria por Gretchen Schrader y Retrato de familia, (2016), La sed de los días, 2016; Sombra errabunda (2017) del sancarleño Francisco Rodríguez Barrientos; Días sentados (2016)de Alejandra Valverde Alfaro.

Lluvia adentro (2016) de Walter Barrantes Chacón; Los dueños de la casa (2017) Kókkina (2018); Vera Terrum (2021) de Geovanny de Sosa; El eco de los durmientes (2018), de Calú Cruz; Relatos de un errante (2018) del sarchiseño Fernando Venegas Alvarado; El señor Pound (2015); La hija del agua (2018); En honor del delirio (2017) El año de la necesidad (2018) de Juan Carlos Olivas; Otoño sin tabúes (2018) de Lucía Paula López Gamboa; Reposo entre agujas (2019) de Daniel Araya Tortós; Dbon shricshirc orcuo böǹ (Huella de jaguar/poesía indígena) (2019) de Leonardo Porras Cabrera; Canción negra para niñas de cuna (2019/poesía afrocostarricense) de Nancy Banard; Médula Africana. Memorial sobre la esclavitud (2019) y Amor completo como un esqueleto (2019) de Minor Arias Uva y Huetar. Antología (2019) de Colectivo Ceniza Huetar.

Antología de Poesía Puntarenense Letras de arena, palabras de nuestra gente. Poemas desde 1990-2019 (2019) de Elena Manzanarez y Gabriela Toruño; Antología crítica. Letras de Arena. Trovadores del mar de Yordan Arroyo (en proceso de publicación), Profecía de los trenes y los almendros muertos (2020) de Marco Aguilar; Llama del tiempo (2022) de Ligia Zúñiga-Clachar, Trenzando agua (2022) de Rocío Mylene Ramírez González; Anamnesis (2022) ganador del I Premio Latinoamericano de Poesía Marta Eugenia Santamaría Marín de Nidia Mariana González Vásquez.

Sin duda, esta lista dista de lo que se ha escrito y se sigue creando por y desde las regiones de Costa Rica, pues no puede reducirse solo a ellas, se estaría cayendo a la invisibilidad de otros textualidades publicadas en libros y revistas digitales, pero ofrece, por lo menos, la oportunidad a los lectores de este escrito a repensar y descolonizar la h/Historia literaria costarricense. Indiscutiblemente, la poca exploración de las literaturas regionales en las semiosferas canónicas o canonizadas, difícilmente se deba por falta publicaciones y calidad de las mismas, puesto que esta breve muestra de los procesos de significación de un amplio corpus textual originado en las regiones de Costa Rica que dialoga con las literaturas más legitimadas del mundo cultural.

La deslegitimación epistemológica de las heterogeneidades literarias se debe, en gran medida, a los saberes modernos lingüísticos/literarios que operaron y operan como estrategias de subalternización de las culturas no centrales en el panóptico académico costarricense. La deconstrucción de los discursos colonialistas y homogeneizantes implica formalmente acercarnos a las manifestaciones estético-literarias regionales desde diferentes aristas institucionales y cuerpos investigativos.

Es precisamente por ello que, de parte de la comisión organizadora del II Congreso de Estudios Literarios Regionales, se complace en invitarles a participar con contribuciones como parte de la expansión de los horizontes críticos en la investigación literaria nacional. El llamado a participar a académicos, estudiantes y público en general interesados en el estudio de las literaturas regionales de Costa Rica. La realización de este encuentro académico se llevará a cabo del 22 al 24 de abril del 2024 en la Universidad de Costa Rica (UCR), Sede del Pacífico, Sede de Occidente y en la Universidad Nacional (UNA), Campus Omar Dengo, Heredia, respectivamente. La modalidad será presencial.

El Congreso es organizado por el Programa de Maestría en la Enseñanza del Castellano y la Literatura de la Sede de Occidente de la UCR, la Sede Regional del Pacífico y el Programa de Maestría en Estudios de Cultura Centroamericana de la UNA.

En las próximas semanas se estará publicando de manera oficial la primera convocatoria del congreso con las fechas importantes para la recepción de propuestas, a la espera de contar con la participación de docentes investigadores, estudiantes. Este evento, tal cual lo comenté en un estudio anterior, es uno de los aportes más visibles y contrahegemónicos jamás realizado en el ámbito académico costarricense.

 

 

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