Opinión

Soberanía alimentaria: aclarando conceptos

Frecuentemente escuchamos a personas políticas y formadoras de opinión descalificar el concepto “soberanía alimentaria”, con el argumento de que es imposible que un país produzca todo el alimento que consume. En el caso específico de Costa Rica, el ejemplo más clásico es que consumimos pan, pero no producimos trigo. Quienes así opinan confunden el término “soberanía alimentaria” con “autoabastecimiento alimentario”, y desde esa confusión opinan, y hasta promueven política pública dañina a la producción nacional. Por eso es necesario aclarar conceptos y poner en perspectiva esa política pública, basada en equívocos conceptuales, y asentada en un paradigma que estuvo en boga a finales del siglo pasado y la primera década de este, y que hoy es obsoleto: que es mejor importar alimentos baratos de donde sea, y generar divisas a partir de actividades desvinculadas de la producción agropecuaria.

Seguridad y soberanía alimentaria: Organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), definió “seguridad alimentaria” como la condición en la cual “todas las personas tienen acceso físico, social y económico permanente a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para satisfacer sus requerimientos nutricionales y preferencias alimentarias, y así poder llevar una vida activa y saludable”.  Claramente esta definición enfatiza el consumo, y no hace referencia al origen de los alimentos. El concepto de “soberanía alimentaria” fue desarrollado por un movimiento mundial de personas productoras, llamado Vía Campesina, y se refiere al “derecho de cada nación para mantener y desarrollar su propia capacidad para producir los alimentos básicos de los pueblos respetando la diversidad productiva y cultural”. A diferencia del concepto de seguridad alimentaria, el concepto de soberanía alimentaria enfatiza la producción, y da importancia a la forma de producir. Ambos conceptos se definieron en la Cumbre Mundial de la Alimentación en 1996. Desde entonces ha habido elaboraciones de ambas definiciones. 

Entonces, al hablar de soberanía alimentaria estamos ante un derecho político, mientras que el autoabastecimiento es un concepto económico: producir todo lo que la gente consume. La soberanía alimentaria, como derecho político, es lo que practican los países de primer mundo en su apoyo al agro. Esos países han entendido el valor estratégico de la producción local de los alimentos básicos para su gente, y brindan niveles de ayuda de muchas maneras, desde programas de apoyo como investigación y extensión bien financiados, hasta subsidios directos a sectores estratégicos como la producción de granos y la producción de carne, leche y huevos. En 2021 el total de ayudas recibidas por productores agrícolas y pecuarios de los Estados Unidos, incluyendo los subsidios directos, equivalía a 127000 millones de dólares. En Costa Rica el total de ayudas ese año fue de 267 millones, principalmente en servicios de apoyo, pues los subsidios directos no existen. Otorgamos 475 veces menos apoyo en términos absolutos. Dadas las diferencias de tamaño entre ambos países, para hacer una comparación correcta, es necesario obtener el total de ayuda por persona ocupada en actividades agropecuarias. En los Estados Unidos este valor es 74 veces mayor que en Costa Rica. Ellos practican claramente y sin tapujos la soberanía alimentaria, mientras que aquí alguna gente, por la confusión de términos ya explicada, nos dicen que ese concepto es imposible de practicar. Deberíamos tener políticas agrícolas de primer mundo.

Paradigma obsoleto. Durante las últimas décadas del siglo pasado, y al inicio de este, la creencia imperante era un enfoque monetarista: importar alimentos que fueran más baratos que lo producido localmente, sin importar dónde y cómo se producía. Las diferencias e impactos sociales y ambientales eran “externalidades” que no entraban en la ecuación. Así, no tuvimos problema como país en diezmar nuestra producción de frijol dejando sin empleo a miles de personas, para traer frijoles de países con salarios mucho menores, y con desempeños ambientales también muy inferiores. Por ejemplo, traemos frijoles de China, donde el salario mínimo es menos de la mitad del salario de Costa Rica, y donde el índice de desempeño ambiental es muy inferior al nuestro: 28.4 en China versus nuestro 46.3 (nada halagüeño, por cierto).

Nuevos paradigmas agrícolas. El pensamiento anterior empieza a cambiar en la década siguiente, a raíz de varios hitos. Primero, el cuarto informe del Panel Intergubernamental sobre el cambio climático (2007) indicó la responsabilidad de las actividades humanas, incluida la agricultura, en la producción de gases de efecto invernadero. Segundo, la crisis mundial de los alimentos (2008) reveló la volatilidad de los mercados mundiales de alimentos. Tercero, a raíz de lo anterior se da el llamado del  relator especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación a reorientar la producción agrícola hacia sistemas alimentarios más sostenibles ambiental y socialmente (2010), y el llamado de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en su Informe sobre Comercio y Ambiente de 2013, a “reformar las reglas del comercio agrícola, dando mayor espacio político para asegurar la soberanía alimentaria, la resiliencia y adaptación al cambio climático, y repensar el enfoque de integrar a los pequeños productores en las cadenas globales de suministro”. 

En la actualidad, la FAO promueve el concepto de “sistema alimentario” como “aquel que garantiza la seguridad alimentaria y la nutrición de las personas de tal forma que no se pongan en riesgo las bases económicas, sociales y ambientales de la seguridad alimentaria de futuras generaciones”. Continúa diciendo la FAO que “esto significa que siempre es rentable, garantizando la sostenibilidad económica; que ofrece amplios beneficios para la sociedad, asegurando la sostenibilidad social; y que tiene un efecto positivo o neutro en los recursos naturales, salvaguardando la sostenibilidad del medio ambiente.” En este marco Naciones Unidas realizó en 2021 la Cumbre Mundial sobre los Sistemas Alimentarios. En ella se resaltó el papel de la pequeña producción agropecuaria en los sistemas alimentarios y la necesidad de políticas públicas en beneficio de este sector estratégico. Incluso el Papa Francisco clamó por “facilitar el acceso de los pequeños agricultores y de la agricultura familiar a los servicios necesarios para la producción, comercialización y uso de los recursos agrícolas”

Resumiendo lo anterior, es claro que el concepto de “soberanía alimentaria” es no sólo compatible, sino necesario en el marco de los paradigmas agrícolas modernos, porque reivindica el uso de herramientas de política pública que posibiliten los “amplios beneficios” de la producción de alimentos para la sociedad como un todo.

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