Cultura Entrevista a Nicola Grivel, agente literario francés

“El futuro de los cómics son los niños”

Desde el 2016, la Alianza Francesa llama al Concurso centroamericano de historietas, en el que jóvenes de la región participan con sus cómics para la emergencia de un mercado sólido en dicho ámbito cultural.

El agente literario francés Nicola Grivel suma cuatro ediciones de ser jurado del Concurso centroamericano de historietas, bienal del cómic que auspicia y produce, para toda la región, la Alianza Francesa en Costa Rica.

Desde el 2016, la institución cultural impulsa el concurso para que jóvenes de Centroamérica cuenten historias en formato de cómics y luego participen en una exposición temporal de los finalistas en su hermoso edificio patrimonial en Barrio Amón.

La cuarta edición de la bienal se tituló Con los pies en la tierra y fue realizada del 17 al 29 de octubre de 2022. Entre 61 propuestas presentadas obtuvo el primer galardón el costarricense José Ulloa.

Este premio consistió en $800 más el acompañamiento profesional del agente literario Nicolas Grivel.

“La tira cómica es un espejo del mundo y no olvidemos que lo importante en los cómics son los personajes, que la gente seguirá”, Nicola Grivel.

En las bienales anteriores resultaron ganadores los también costarricenses Edo Brenes (2016), Leo Trinidad (2018) y Chabela Lazo (2020).

Para la edición del 2022, junto a Grivel integraron el jurado Keum Suk Gendry-Kim de Corea del Sur, Sole Otero de Argentina y John Timms de Costa Rica.

Uno de los objetivos medulares de este concurso es que a los participantes se les abran las puertas del mercado de las historietas a nivel no solo nacional sino internacional.

De acuerdo con la encargada de la mediateca de la Alianza Francesa, Silvia Díaz, cuando iniciaron el concurso en el 2016 se percataron de que pocas personas hacían cómics en la región. “La comunidad era bastante pequeña y lo que sí había mucho eran ilustradores o ilustradoras”, señaló.

Lograr la emergencia de artistas de los cómics en la región centroamericana se convirtió en la meta para incentivar que, con sus productos, entren en mercados como el francés que mueve 800 millones de euros al año en el nicho.

“Las estadísticas indican que la lectura de las novelas gráficas va subiendo poco a poco y, por ende, el mercado va aumentando, y al ser una especialidad francesa, obviamente, la Alianza Francesa quiere valorizar, armar y difundir una programación alrededor de ese ámbito cultural”, amplió Díaz.

Además, explicó que el cómic costarricense tiende a quedarse a lo interno y no hay editoriales dedicadas a publicar. “La mayoría de la gente lo que hace es autopublicarse de manera sencilla y corta en pequeños fanzines, que pueden tener diez páginas”, destacó.

Por eso, para la Alianza Francesa el otro camino es el mercado europeo y, por lo tanto, la institución sirve de trampolín a los artistas del cómic para que sus obras tengan salida internacional.

“Es la idea de que tengan nuevos horizontes para sus publicaciones, con editoriales de renombre y estatus”, concluyó.

A propósito del concurso, este Semanario conversó con Nicolás Grivel una mañana de octubre, en que precisó, entre otros temas, sobre su relación nostálgica con el cómic y las características del llamado noveno arte: su universo, lenguaje y gramática, sus especificidades, resistencias e hibridez frente a las tecnologías de la información, y las historias centroamericanas narradas por los jóvenes participantes en las bienales de la Alianza Francesa.

El ganador de la cuarta edición del Concurso centroamericano de historietas fue José Ulloa con la historieta titulada Ritorno. (Foto: Alianza Francesa)

¿Por qué ama tanto el universo de las historietas?

—Empecé a leer cómics cuando era muy joven. Tenía entre cuatro y cinco años y crecí en un pueblo donde no teníamos librerías o bibliotecas. El acceso que teníamos a los libros era en un tipo supermercado y, mientras mamá llenaba el carrito de compras, yo tenía 20 minutos para leer la tira cómica que me gustaba, las clásicas como Tintín. Luego encuentro a Asterix Boule y Bill, y así continué… por eso, cada vez digo que el futuro de los cómics son los niños. Además, en la universidad tuve la suerte de tener un profesor de francés quien nos hizo participar en un concurso de jóvenes talentos —un poco como lo que estamos haciendo en este momento en la Alianza Francesa—, de donde viene la idea. La propuesta del Festival de Angouleme era muy simple: crear tres viñetas, escribir en el lenguaje de los cómics, para comprender su sintaxis y gramática. Empecé a leer historietas muy temprano, por lo que la relación también es nostálgica. En la secundaria había una biblioteca con acceso a libros como Maus de Art Spiegelman o incluso de Persépolis.

Ya en la universidad en Francia tuve acceso a una biblioteca en donde hay historietas más históricas, para aprender lo que pasó durante la Segunda Guerra Mundial, como Alix o Tardi. Otro elemento es que siempre me han interesado los libros y no necesariamente sabía dónde quería trabajar al principio. Estudié para ser bibliotecario, no terminé la carrera de Historia en Estrasburgo, donde no me fue muy bien, y me fui a Nancy para ser bibliotecario. Después, estudié para ser librero, que fue unos meses en Montpellier, y luego en la Librería Sauramps. Luego trabajé en una editorial de manga y mi papel era elegir los títulos para traer del Japón; después de eso, me dije que incluso podría ir más allá y trabajar directamente con los autores. Cuando conoces mejor el círculo bibliotecario-universitario-periodista-librero-editor-autor es más simple ver las problemáticas de cada uno.

Vuelvo a lo que mencionó sobre su infancia, ¿la niñez es el público, los lectores a los cuales se deberían dirigir en primera instancia las historietas?

—No ofrecemos necesariamente series de historietas para jóvenes. Es complicado porque es como si nos aisláramos de la gente que puede leer el cómic. Gracias al concurso en el Festival de Angoulême en que participé, no solo me dieron ganas de leer cómics, sino que me permitió ver que había intercambios y, sobre todo, entender que hay oficios que no son como Intel, donde hay 400 estaciones de trabajo. No sé en Costa Rica, pero las universidades en Francia están capacitando cada vez más a bibliotecarios, libreros, editores.

En Francia, lo que tratamos de hacer con los bibliotecarios es darles formación en historietas, porque, si tienes a una bibliotecaria muy literaria o ensayista, no necesariamente conocerá los cómics. Lo que a veces ofrecemos es capacitación adicional para comprender mejor los cómics y, de repente, las bibliotecas en Francia están comprando más y más cómics. Es una cuestión de visibilidad que provoca a los lectores pedir prestado más y más. Pasa lo mismo con los libreros que han dejado de lado los cómics porque son “para niños”. Hoy en día las librerías generalistas y las más bellas tienen una mesa llena de cómics, que llamarán novela gráfica. En el periódico Liberation o Figaro en Francia, antes no había muchos artículos sobre cómics, pero ahora hay una nueva generación de periodistas que quieren hacer crónicas sobre las tiras cómicas. En esos mismos periódicos, hay tiras cómicas en cada número, en Instagram también, en los clubs de lectura los influencers hablan mucho de cómics. Es todo un microcosmos. A la vez, en la universidad los estudiantes hacen tesis sobre historietas. En las escuelas se están formando dibujantes, gente que puede trabajar en animación e ilustración. Es gente un poco híbrida que, generalmente, no gana bien al principio de su carrera, pero después sí. A veces tienen su propio negocio. Si estudian en el extranjero cuando regresan a Costa Rica podrían trabajar con editoriales europeas.

Esto es una impresión: en una época en nuestro país el cómic era más popular. Un periódico, por ejemplo, publicaba todos los días una página completa con historietas como Mafalda, entre otras; es decir, era algo más accesible. Ahora tengo la sensación de que se convirtió en un arte de “culto”.

—Popular significa que tiene que ser accesible. Estoy de acuerdo contigo en que es popular si tenemos una revista y un periódico que te ofrecen una historia todos los días de la semana cada mes. En ese sentido, desafortunadamente, en este momento, no existe ni siquiera en Francia. Quedan la revista Spirou y La Revue Dessinée, pero es diferente, y no hay publicaciones de cómics en los quioscos. La parte popular, la parte barata —porque popular tiene que ser accesible a un precio razonable— se está desvaneciendo. Cuando eres adolescente y quieres comprar un cómic en Europa pagas 25 euros. El problema es que los contenidos no han cambiado, aunque las plataformas sí. Las historietas populares son el manga, por el que un adolescente paga 5,50 euros. Además, ya sea en Costa Rica o en Francia, tu serie favorita la puedes seguir porque hay sitios como Scantrad que te permiten verlas.

Asimismo, la tira cómica ha sido un poco intelectualizada: por ejemplo, encontrarás contenido sobre el sur de Palestina, Yugoslavia o algún tema del Japón, que llega a un nicho; sin embargo, a veces, gracias a los personajes, estas tiras cómicas se serializan y popularizan. Esto ocurre cuando los personajes son muy fuertes, como es el caso de Persépolis y El Árabe del Futuro. La tira cómica es un espejo del mundo y no olvidemos que lo importante en los cómics son los personajes, que la gente seguirá.

La Alianza Francesa impulsa la bienal para que jóvenes centroamericanos cuenten historias en formato de cómics y luego participen en una exposición temporal de los finalistas en su hermoso edificio patrimonial en Barrio Amón. (Foto: Alianza Francesa)

Usted es jurado del concurso que es una bienal centroamericana. ¿Cuáles son las historias que se cuentan en esos cómics? Si bien es cierto somos una región y tenemos una historia en común, los países tienen sus particularidades y hay una gran diversidad.

—Soy francés y viví en Estados Unidos, pero mi visión geográfica es de Centroamérica como un todo; entonces, para mí hay, y me equivoco, una continuidad de Guatemala a Panamá.

Siempre me ha interesado escuchar a las personas que explican lo que está pasando en un territorio. La primera vez que llegué a Costa Rica, tengo que reconocer que al menos desde Guatemala hasta Panamá, fue lo mismo. Luego me di cuenta de que a Costa Rica los países vecinos lo ven como una especie de OVNI —en el buen sentido— porque no tiene ejército, es independiente y se presenta como la Suiza de América Central. Yo estoy buscando historias, y al final es una oportunidad para mí conocer a alguien que habrá crecido en Costa Rica o que trabaja en el centro de Salvador, aunque no tienen para nada la misma vida, pues no es la misma historia sobre las pandillas en El Salvador, que son abominables. Por ejemplo, Edo Brenes crea sus historietas de ficción a partir de la narrativa familiar que escucha, que a menudo ocurre en Puerto Limón. Otro de los ilustradores que concursó es Leo Trinidad, que aunque no está listo para contar sus propias historias, puso en imágenes un libro sobre el expresidente de Uruguay, Pepe Mujica. También está Chabela Lazo, con su autobiografía narrada con una gran sensibilidad y que se puede relacionar con toda la región. Esto lo veo más como una oportunidad porque lo que me interesa es encontrar historias de gente que no vemos. La fuerza del cómic es que puedes recoger la voz grabada de la persona y dibujar en el acto. Es mucho menos intrusivo y mucho más fácil hacer un documental de historietas, que entrar con un equipo donde hay un fotógrafo que va a tomar una foto.

Según usted mencionó en una conferencia que impartió vía streaming por Facebook, el cómic tiene su propio universo expresivo, su propio lenguaje que se construye a partir de una gramática y una sintaxis específica. También afirma que las personas que hacen cómics pueden hacer animación y trabajar en otros formatos, gracias a las nuevas tecnologías de la información, lo cual abre un mundo de posibilidades creativas y laborales.

La pregunta sería sobre la especificidad de la historieta y la evolución hacia nuevos formatos. ¿Cómo se delimita?

—Es una muy buena pregunta, es compleja y necesitaré tiempo; espero que tengas unas horas. No, en serio: es muy interesante. De hecho, no soy historiador, pero estoy interesado en cómo funcionó el cómic desde sus orígenes, y está relacionado con lo que llamamos la imagen de Épinal, en la que vemos una acción secuencial, en unos cuadros seguidos con texto sin movimiento. Es lo que llamamos la elipsis de la tira cómica. El autor estadounidense Will Eisner dice que las historietas son un arte secuencial.

En el mundo de la formación universitaria los estudiantes pueden ser muy buenos como ilustradores y hacer magníficos dibujos, pero no necesariamente serán buenos dibujantes de tiras cómicas, es totalmente diferente. Cuando alguien es capaz de hacer un guión gráfico para secuenciar una tira cómica, esa persona, —diremos en francés es una navaja suiza—, puede hacer lo que quiera, porque también puede crear guiones gráficos para películas, para dibujos animados, para publicidad. Esa es la fuerza de las carreras de dibujantes en general, que pueden trabajar en cualquier lugar. Pero al revés no es cierto: un muy buen ilustrador no estoy seguro de que sea capaz de hacer cómics porque es otro universo.

La inquietud también es si las nuevas tecnologías han cambiado la “esencia” de las tiras cómicas.

—Depende. Hubo una revolución intensa vista en todas partes del mundo: todos los diseñadores alrededor del mundo están influenciados por el manga, es una realidad. La gente ahora puede, por ejemplo, leer de derecha a izquierda (como la lectura en la cultura japonesa). Al principio en Francia en general la composición eran tres casillas, tres viñetas, ahora la diferencia es que los diseñadores de cómics pueden hacer lo que quieran, y lo que queda es la secuencia.

¿Según el desarrollo tecnológico y el canon de las historietas, la animación puede ser considerada un tira cómica?

—El límite entre las dos cosas es difuso, pero señalo esto: las grandes escuelas de formación profesional especializada en artes visuales como Gobelins, una de las más sólidas del mundo que abren posibilidades de formación en animación en Francia. Personas del mundo entero graduadas de Gobelins trabajan en Disney y Laika, es decir, trabajan para estructuras de animación en productos como películas o series y generalmente se les paga muy, muy bien. Son personas que pueden tener 25 años y ganan un salario gigantesco, sin embargo, estarán trabajando junto a otras 400 en un decorado que dura un segundo de la película, entonces, su talento se diluirá y ni siquiera serán mencionados en los créditos.

Frente a este panorama está Nicolas de Crécy, dibujante y guionista de cómics francés, que crea a partir de sus propias historias, aunque es mucho más riesgoso porque el presupuesto es muy complicado y tarda mucho tiempo el proceso de realización. Es un oficio de artesano, en que se puede hacer lo que uno quiera. Ahí la tira cómica es tu idea. Si trabajas con un guionista, son dos personas. Eso no es mucho. Si trabajas con un agente, son tres personas, y cuando firmas con un editor, trabajarás con el editor. Son cuatro personas las que te ayudarán en el modelo, cinco personas con la promoción. Otro aspecto importante son los derechos de autor, porque con cada venta de una obra al autor le tocarán ganancias. Edo Brenes lo dice: si fuéramos a consumir de una manera ética, todos deben jugar el juego, los lectores, los libreros, los bibliotecarios; todos deben jugar el juego porque más personas comprarán libros y más personas podrán vivir de su oferta.

Las historietas pueden volverse híbridas, a veces solo hay ilustraciones, pero otras contienen más elementos del cómic. Es muy difícil ahora definir qué es una novela gráfica porque realmente encierra muchas posibilidades, incluso incursiona en la parte alternativa del arte contemporáneo. Vuelvo al mismo punto, para definir lo que es el cómic, simplemente diría: es un arte secuencial.

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