Los Libros

Virtuosa historiografía

Innovación y diversidad: la historiografía costarricense en la segunda década del siglo XXI, Iván Molina Jiménez y David Díaz Arias, editores Antología ensayos EUCR, CIHAC 2022 La historiografía costarricense tiene tres décadas de analizar su pasado, contribuciones y desafíos: un nuevo libro da cuenta de sus aportes durante los últimos diez años.

Al interesarse por estudiar Historia, uno de los primeros cursos que una persona debe matricular inspecciona los avances y las temáticas pendientes en su nueva disciplina. Así, tras identificar vacíos y posibilidades, la agenda de investigación personal se convierte en un proyecto historiográfico, que le da contenido a una disciplina prolífica y la proyecta en el porvenir.

Una proyección así es posible porque el gremio de historiadoras e historiadores costarricenses se reúne periódicamente para poner sobre la mesa su trabajo, ver el camino recorrido y trazar las nuevas sendas. Esta tarea, inaugurada en la década de 1990, fue repetida en el 2000 y 2010 y el confinamiento por el coronavirus no detuvo esta tradición.

Así lo demuestra Innovación y diversidad: la historiografía costarricense en la segunda década del siglo XXI, un nuevo libro editado por Iván Molina Jiménez y David Díaz Arias, que publicó la Editorial Universidad de Costa Rica y el Centro de Investigaciones Históricas de América Central, producto del Segundo Seminario de Historiografía Costarricense (2020). Este minucioso balance de 12 capítulos detalla los campos de acción de la historiografía y presenta su trayectoria en la última década. Una trayectoria que fortaleció las instituciones universitarias donde se cultiva el pasado, que evidencia un gremio sólido y que destaca la intervención de las nuevas generaciones en el estudio del pasado, evidente en tesis de grado y posgrado.

Myrna Rojas Garro y Mauricio Murillo Herrera inauguran el texto con un estudio sobre la historia antigua, que muestra un gremio fragmentado, pero prolífico, influenciado por los debates disciplinarios nacionales e internacionales y al tanto de los aportes de la arqueología. La historia colonial, inspeccionada por Elizet Payne Iglesias y Manuel Chacón Hidalgo, es una disciplina madura y de larga data, que en la última década logró incorporarse de manera destacada en los debates de la historia social, económica y ambiental y que se une progresivamente a discusiones relacionadas con las identidades y el género.

Fueron Sofía Cortés Sequeira y Vicente Gómez Murillo quienes capturaron la esencia de la historia política y la muestran como uno de los campos de investigación más prolíficos. Vinculada al contexto centroamericano, las canteras de esta tradición llegan desde Estados Unidos y Europa y ahora emprende un escape del nacionalismo metodológico. Además, su unión con la historia intelectual y cultural, la diplomacia y las relaciones internacionales le ha permitido insertarse a la creciente corriente de los nuevos estudios históricos sobre la Guerra Fría, en boga a nivel latinoamericano.

Tradicionalmente relacionada con el estudio de los sectores populares, Carlos Izquierdo Vázquez muestra que la historia social de la última década ha empezado a ampliar su campo de trabajo y preocuparse por dinámicas institucionales, de la salud y la infancia, así como la educación, la migración y los movimientos sociales, aunque con el pendiente de hacer aportes sistemáticos para comprender la conformación de las élites económicas y políticas.

Un campo teóricamente especializado y metodológicamente sólido es el que muestra Ronny Viales Hurtado en su disección sobre los aportes de la historia económica, demográfica y de la ciencia y la tecnología. Sobresaliente por su internacionalización y por las preguntas que le permiten abordar temáticas históricas de trascendencia actual, la panorámica de este campo identifica pocas personas vinculadas a él, pero una producción académica muy prolífica y madura, que ha conformado grupos de investigación vinculados a debates de relevancia transnacional y con adscripción a redes latinoamericanas y europeas.

Los aportes de la historia regional y local que presentan Lissy Villalobos Cubero y Luis Conejo Barboza evidencian el esfuerzo de conceptualización que atravesó este tipo de estudios y su visible relación con campos sobresalientes de la acción social y la historia comparada. Una vinculación así es subrayada por Diana Senior Angulo en su estudio sobre la historia con perspectiva étnica, inmersa en debates políticos y académicos de la actualidad. Al estudiar las comunidades indígenas y las poblaciones afrodescendientes, así como las migraciones de personas asiáticas, judías, árabes y africanas a Costa Rica, este tipo de historia tiene un alto potencial para vincularse con demandas sociales, para hacer un uso sistemático uso de fuentes orales, interpretar sus evidencias con mayor imaginación y despegarse del foco nacionalista.

Anthony Goebel McDermott y Andrea Montero Mora, dos especialistas en historia ambiental, hicieron un balance de esta disciplina, cuyos productivos grupos de trabajo en el país se han encargado de investigar dinámicas agrarias, el conservacionismo y el ambientalismo, así como el clima y la biodiversidad. Otra área diversa y prolífica es la historia de las mujeres y con perspectiva de género, inspeccionada por Eugenia Rodríguez Sáenz. En este balance quedan claros los nuevos aportes a temas conocidos como las mujeres notables, su rol en la política, la educación, los movimientos sociales y el mundo del trabajo, así como nuevas preocupaciones que también hacen eco del contexto actual, como la historia de las familias, los matrimonios, el cuerpo, la belleza y la diversidad sexual.

En atención al sostenido crecimiento de la historia cultural, Dennis Arias Mora muestra los avances de esta área durante la última década: los trabajos sobre políticas e instituciones culturales han dado paso a investigaciones que enfatizan en los pasados de la música y otras expresiones artísticas, sin descuidar las dinámicas culturales de la historia intelectual y los medios impresos, así como el consumo, la cultura material y el patrimonio. Otros aportes destacados de esta área abarcaron la trayectoria de las creencias y las religiones, la educación y las juventudes, el cuerpo y los feminismos.

Dos capítulos de sus editores concluyen este libro. El de Díaz hace una original genealogía de las controversias relacionadas con la historiografía costarricense. Ese análisis le permitió rastrear detalladamente sus aportes durante los siglos XX y XXI y el surgimiento de una nueva tradición de estudios históricos preocupados por la memoria. Molina, por su parte, hace una arqueología del gremio especializado en Historia y analiza sus características, que incluyen los nuevos temas que evidencian las tesis de grado y posgrado, la composición demográfica, el panorama laboral y la producción académica. Al final, él mismo expone algunas limitaciones y propone las rutas para superarlas.

En el reciente libro Historians’ Virtues (Cambridge, 2022), el especialista en historiografía, Herman Paul, hizo una síntesis de las virtudes históricamente atribuidas a las personas especialistas en el estudio del pasado. Paul evidencia que esas cualidades han cambiado desde los siglos XIX y XX y que son desafiadas en un presente neoliberal, pero aclara que los historiadores, las historiadoras y su trabajo siguen siendo valorados por su criticidad, su honestidad e imparcialidad en la presentación de sus resultados. Sobresale la rigurosidad en la investigación, el empeño en divulgar el conocimiento y la entusiasta participación en las controversias relacionadas con el pasado.

Aunque estas conclusiones parten de un estudio sobre Asia, Estados Unidos y Europa, Innovación y diversidad apela en su lectura a estudiantes, profesionales en Historia y en otras Ciencias Sociales, para evidenciar que la historiografía costarricense comparte los desafíos y las posibilidades de sus pares transnacionales, a la vez que goza de sus más destacadas virtudes.

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