Los Libros

Un selfie en otra cara

El ojo del mundo Guillermo Fernández Novela Uruk editores 2019

Sucede con la foto “La niña y el buitre” de Kevin Carter que nadie sale indemne de su contemplación, eso mismo le sucedió a Guillermo Fernández y de ahí surgió su novela, merecedora del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría del 2019, El ojo del mundo. Tampoco de la lectura de esa novela se sale indemne. De entrada, intriga el tema: qué cosa tiene que decir Fernández que no se haya dicho o especulado sobre esta fotografía, su autor o de su entorno.

Una somera revisión en Internet esclarece algunas de las dudas que surgen de seguido a la contemplación de esa fotografía, la primigenia de si la niña (después se supo que era un niño) sobrevivió, de si Carter le ayudó o no, de si esperó mucho como para lograr ese enfoque efectivo y un tanto insensible, etc., también de esos detalles se ocupan los personajes de El ojo del mundo.

Traslucen a veces esos personajes una actitud cínica ante los demás, como si carecieran de empatía, rasgo que comparten con retazos de meditación que sacan al lector del meollo principal de la novela sin restarle interés a la lectura y hasta a menudo enriqueciéndola. Son personajes dados a los cuestionamientos, a las inferencias, a las especulaciones, a las sospechas, a la malicia, lo que les confiere hondura y personalidad.

Al menos en dos casos: en la relación un tanto morbosa del narrador Henry Brown con Malou (la otra reportera en pos de Carter) y en su desatención a la supuesta empleada de Greta Garbo que desea para darle una primicia sobre la enigmática actriz, la novela parece abrir derroteros diferentes al principal, suficientemente interesantes en sí mismos, pero sin poner en peligro la supremacía que el tema principal ejerce sobre el lector: ¿qué es lo que quiere preguntarle Brown a Carter? No obstante, al final Fernández las descontinúa sin desarrollarlas del todo, para retomar el hilo principal. De no estar vinculadas a los personajes se les podría tomar como verdaderas digresiones narradas a retazos o bien como malabarismos literarios de un escritor avezado.

Desde el arranque de la novela Fernández, con el dato guardado, cimenta la estructura de una novela sólida, donde la pertinencia de ese secreto se fundamenta en el temor de Brown de que le roben su idea y esa situación da como consecuencia que ese dato permanezca guardado también para el lector hasta casi el final de la novela, estimulando su lectura; y su revelación no decepciona para nada, antes bien permite constatar que para la propuesta inicial el escritor si tenía una respuesta contundente, una respuesta donde la empatía y el desdén se tocan.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido