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Artemidoro, el Freud de la antigua Grecia

El arte de interpretar los sueños es tan antiguo como la humanidad, pero el primer manual para hacerlo que ha sobrevivido es obra de Artemidoro de Éfeso en el siglo II : La interpretación de los sueños (Alianza), un manual que condensa el saber antiguo sobre esta cuestión, que será leído durante siglos y que fue una referencia para Freud cuando estudió el tema. De hecho, como él, Artemidoro destacó ya hace casi dos mil años la importancia del símbolo y como todos son relativos y dependen de quien los sueñe. Eso sí, si para el antiguo sabio pueden anunciarnos el futuro, en cambio para Freud los sueños hablarán de nuestro pasado.

El exhaustivo manual que escribe Artemidoro, dedicado a su hijo, que como él se dedica a interpretar los sueños de la gente, lo recorre todo, desde volar a la caída de los dientes, mirarse al espejo, el vino, las vísceras, el pentatlón, tener la cabeza entre las manos, los lactantes, los dioses, cada parte del cuerpo, los gladiadores, la caza o las relaciones sexuales, que, como todo el libro constituyen un buen retrato de su tiempo: si las relaciones sexuales son con la propia mujer “y lo acepta de buen grado y no muestra resistencia” es positivo para todos, porque se corresponde con la profesión del que tiene el sueño “o bien con el ámbito en el cual él preside y manda, como le acontece con su esposa”.

También si el sexo es con prostitutas es buena señal, “no en vano son llamadas por algunos profesionales y se ofrecen sin negar nada”. Eso sí, es mejor que sean prostitutas callejeras, porque soñar con un burdel puede significar la muerte, porque es un espacio tan accesible, dice, como el lugar que acoge a los difuntos y también se eliminan en él “muchas simientes humanas”.

Desde luego, pocas entradas del libro explican mejor los comportamientos de la época y la falta absoluta de complejos a la hora de hablar de sexo, y desde luego de soñarlo: unirse con un esclavo o esclava propios es beneficioso, pero en cambio ser poseído por un siervo no es un buen presagio, porque entraña desprecio. Las descripciones no ahorran ningún detalle, se hable de violaciones o de un siervo que “vio mientras dormía que masturbaba a su amo y se convirtió en el pedagogo y educador de sus hijos porque, en realidad, había tenido entre sus manos el pene del patrón, el cual constituía el símbolo de su descendencia”.

Y Artemidoro parece directamente Freud cuando escribe sobre los sueños en los que aparecen “relaciones sexuales con la madre” que “el estudio relativo a la madre ha escapado a la atención de muchos onirocríticos -su oficio- por ser complicado, constar de muchas facetas y exigir un análisis pormenorizado”. Dependerá “de los tipos de cópula y las posturas de los cuerpos”… que pasa a explicar y que pueden significar desde celos a la muerte del padre.

En el manual se puede encontrar casi cualquier símbolo del sueño, pero sobre todo la interpretación que ofrece no es monolítica sino que como después haría Freud es siempre relativa a la condición del individuo que sueña: no es lo mismo que una acción la sueñe un esclavo que un hombre rico, o una mujer que un hombre.

“Ver en sueños que se vuela a poca distancia de la tierra y en posición erguida constituye un buen presagio para el interesado. De hecho, en la medida que uno se aleja de ella, está más alto que los que caminan abajo. Y siempre llamamos ‘más elevados’ a los que disfrutan de mayor felicidad”, escribe. En cambio, “ver que se vuela sin alas y a gran distancia de la tierra presagia peligro y miedo al durmiente. Realizar esta acción en torno a los tejados, a las casas y a las calles expresa inestabilidad mental y perturbaciones”. Soñar que uno se desplaza por el aire junto con aves puede significar que se vivirá con extranjeros, pero volar alto para un malhechor puede significar la muerte, “a menudo por crucifixión”.

La vida de Artemidoro la conocemos básicamente por él: nació en Éfeso, en la costa turca, un lugar donde el culto a la diosa Ártemis era notable -su nombre significa literalmente ‘regalo de Ártemis’- y vivió ya avanzado el siglo II porque menciona los Juegos del emperador Adriano del año 138. Viajó por Grecia, Italia, Asia y las grandes islas del Mediterráneo para perfeccionar su oficio, la mántica.

Y como subraya en la introducción del libro sus textos son un impresionante testimonio de la época que le tocó vivir. Una época en la que la sociedad estaba cansada, había envejecimiento de la población, baja natalidad, proliferación de sectas y de creencias, aumento del individualismo y de la inseguridad que sufría el individuo, aumento de la importancia del panem et circenses, del pan y circo, y el importante peso concedido al análisis y la interpretación de las pulsiones sexuales. Nada nuevo bajo el sol.

Tomado de La Vanguardia

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