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Industria petrolera financió campañas electorales de Biden y Trump

Empresas petroleras, encabezadas por Energy Transfer Equity, Chevron y Koch Industries, destinaron cerca de 80% de sus donaciones políticas a los republicanos y a candidatos conservadores, según The Guardian.

En medio de la pandemia y de una transición tensa, Estados Unidos discute sobre su sistema político. El debate sobre el financiamiento de las campañas arroja luz sobre ese sistema.

Sheldon Adelson pudo haber contribuido con $250 millones para la campaña de Trump y de candidatos conservadores al congreso y al senado. Propietario de una de las mayores redes de casinos del mundo, ferviente defensor del Estado de Israel, vio con agrado el traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén, la ruptura del acuerdo nuclear con Irán y el papel de la administración norteamericana en el reconocimiento de Israel por parte de los Emiratos Árabes y otros estados árabes, dijo Peter Stone, corresponsal del diario inglés The Guardian en Washington.

Con una fortuna estimada en $32 mil millones, Adelson preside el lobby proisraelí Republican Jewish Coalition.

En la reciente campaña electoral su papel fue contribuir a que los candidatos conservadores, sobre todo los que parecían estar en riesgo de perder sus cargos, tuvieran recursos suficientes para su campaña. Para eso aportó $50 millones al Senate Leadership Fund, un fondo manejado por aliados del líder republicano ultra conservador en el Senado, Mitch McConnell.

“(Biden recibió en campaña) menos de la mitad de lo donado a Trump,pero es una clara indicación de que la industria (petrolera) piensa que es posible trabajar con él, como trabajó con Obama”, Jonathan Watts.

Detrás de él, dice Stone, está el billonario neoyorquino, Michael Bloomberg, que gastó $107 millones, sobre todo para apoyar la campaña republicana en Florida, estado considerado clave para un eventual triunfo de Trump. Finalmente, Florida se inclinó por los republicanos, con una victoria más holgada que la prevista, pero insuficiente para compensar la pérdida de los republicanos en el resto del país.

Otros billonarios particularmente relevantes en el escenario político conservador norteamericano eran los hermanos Koch. Con una fortuna evaluada en unos $45 mil millones, Charles y David Koch heredaron de su padre el negocio de las refinerías y de las industrias fósiles, que luego han ampliado a otros sectores. Se han opuesto siempre a las iniciativas para enfrentar el cambio climático. Han financiado grupos conservadores vinculados a los republicanos, incluyendo el Tea Party.

David, que murió en agosto del año pasado, fue candidato a la vicepresidencia en 1980 por el Partido Libertario, rechazando las limitaciones a las contribuciones de las empresas a las campañas electorales que estaban vigentes entonces, y a las leyes que criminalizaban el uso de drogas o la homosexualidad.

Juntos fundaron, en 2004, la organización American for Prosperity, hoy una de las más influyentes organizaciones políticas conservadoras del país, en opinión del periodista económico Joseph Zeballos-Roig, en artículo publicado en Bussiness Insider.

Hoy cuenta con más de 700 ricos donantes y representación en 36 estados, con una influencia que solo tiene como rival al mismo Partido Republicano, afirma.

Los Koch “crearon una red importante de donantes alineados con sus ideales libertarios de libre mercado, bajos impuestos y reducción del gobierno federal. En la medida en que inyectaron plata en la reciente campaña electoral, los críticos los llamaron ‘Kochtopus’”, dijo Zeballos-Roig.

Charles Kocht anunció, la semana pasada, en una entrevista al Wall St. Journal, la publicación de un libro en el que se lamenta de las profundas divisiones políticas que promovieron con su financiamiento a esos grupos.

“Boy, did we screw up!” “What a mess!” (Muchacho, ¡metimos la pata! ¡Qué desastre!), dijo Charles. Afirma que no crearon el Tea Party. Compartíamos su preocupación por el gasto público insostenible, pero “parece que, a largo plazo, el Tea Party fracasó totalmente ya que estamos terminando una administración republicana con el mayor gasto público en la historia”, afirmó.

De acuerdo con su propuesto cambio de tono, felicitó a Biden y a su vicepresidenta, Kamala Harris, por su triunfo, sugiriendo la posibilidad de trabajar juntos en temas como la economía, la justicia criminal o la migración.

Otras empresas petroleras, encabezadas por Energy Transfer Equity, Chevron, pero también Koch Industries, destinaron cerca de 80% de sus donaciones políticas a los republicanos y a candidatos conservadores, recordó el editor ambiental del diario The Guardian, Jonathan Watts. El mayor beneficiario fue Trump, con más de $2 millones, sin contar con dineros canalizados por comités secretos de acción política.

También fueron particularmente financiados quienes apoyaron las iniciativas de Trump para revertir en los tribunales el resultado electoral. Entre ellos el senador Mitch McConnell al que, según Watts, le donaron $490 mil.

Pero Biden también recibió recursos de la industria petrolera: $1 millón. “Menos de la mitad de lo donado a Trump, pero hay una clara indicación de que la industria piensa que es posible trabajar con él, como trabajó con Obama”, agregó.

Watts destaca que en años recientes millones de vidas han sido amenazadas o destruidas por la crisis climática, mientras las campañas para combatirla están cada vez más vinculadas a la reivindicación de justicia social. Mientras más vinculadas, más poderosas son y esta fue –en su opinión– la alianza que llevó a Biden al triunfo.

“Lo haré, ciertamente lo haré”

Así funciona la democracia en la práctica, aunque, naturalmente, ese es un tema de interminable debate. Como no coincide con la definición que cada uno tiene de su propia “democracia”, muchos estiman que eso no es “democrático”. Como Noam Chomsky, para quien el éxito de la estrategia política de Trump y de sus propuestas son un ejemplo de la “extrema fragilidad de la democracia norteamericana”.

Viendo las enormes sumas que los grandes millonarios están dispuestos a invertir en ella, podría pensarse todo lo contrario: que el sistema goza de buena salud.

Para Chomsky es sorprendente que alguien cuyas perversas decisiones sobre el manejo de la pandemia provocaron la muerte de decenas de miles de personas pueda aun aspirar a la presidencia, de que mucha gente aún lo apoye, y que “un partido que virtualmente le limpia los zapatos pueda lograr una rotunda victoria a todo nivel, exceptuando la Casa Blanca”.

Lo cierto es que, según encuestas difundidas en Estados Unidos, más de tres cuartos de quienes apoyan a Trump creen que el triunfo de Biden fue resultado de un fraude y su enojo se nutre de la idea de que la elección fue un robo.

No reconocer hasta hoy el triunfo de su adversario no es, en todo caso, una majadería de Trump. Es solo una forma de mantener a sus partidarios enojados y enfilados detrás de quien no perdió, sino que fue robado. Por eso sigue insistiendo que “la elección fue un fraude”.

Pese a esto, Trump ya puso fecha a la aceptación de la derrota: el 14 de diciembre, cuando el colegio electoral se pronuncie oficialmente sobre los resultados y sobre el ganador.

“Ciertamente lo haré. Sin duda lo haré. Y ustedes lo saben”, afirmó. Pero –advirtió– “creo que sucederán muchas cosas entre este momento y el 20 de enero”, fecha del traspaso de poderes. “Muchas cosas”, agregó.

Venezuela o Irán

Venezuela, que en algún momento parecía ofrecerle un escenario listo para una intervención, acudirá a las urnas el próximo domingo para elegir una nueva asamblea legislativa. Una elección que Trump y sus aliados no reconocen.

Venezuela va a elecciones, sometida a las sanciones económicas de Estados Unidos, que ha reducido su economía a condiciones dramáticas. La economía podría contraerse este año otro 30% y llegar a ser el 20% de lo que era hace siete años, cuando comenzó su recesión, dijo France 24 en una nota sobre las elecciones.

Los efectos de las sanciones no pueden ser subestimados. En mayo del 2019, Mark Weisbrot y Jeffrey Sachs publicaron un estudio titulado Sanciones económicas como castigo colectivo: El caso de Venezuela. “Las sanciones redujeron la ingesta calórica de la población, aumentaron las enfermedades y la mortalidad (tanto para adultos como para menores) y desplazaron a millones de venezolanos que huyeron del país como producto del empeoramiento de la depresión económica y la hiperinflación.

Las sanciones agudizaron la crisis económica de Venezuela e hicieron casi imposible estabilizar la economía, lo que contribuyó aún más a un mayor número de muertes. Todos estos impactos perjudicaron de manera desproporcionada a los venezolanos más pobres y más vulnerables”.

Pero otro escenario, más explosivo, que podría intervenir es Irán. El viernes pasado fue asesinado en las afueras de Teherán el “arquitecto del programa nuclear” iraní Mohsen Fakhrizadeh.

El asesinato parece un intento por dinamitar la posible renegociación del acuerdo nuclear que la administración Obama había firmado con el gobierno iraní, dijo el corresponsal del The Guardian en Washington, Julian Borger.

Trump denunció el acuerdo y renovó las sanciones a Teherán, pese a la opinión contraria de sus aliados europeos y de la certificación de la Organización Internacional de Energía Atómica de que Irán estaba cumpliendo con lo acordado. Con el triunfo de Biden, se especula que Washington podría volver al acuerdo.

Hay una opinión muy extendida de que Israel es el responsable del asesinato, dijo Borger. También circula en los medios internacionales información de que las fuerzas armadas israelíes están preparadas para un virtual ataque norteamericano contra Irán.

En enero pasado, Washington ordenó el asesinato del general Qassem Soleimani, comandante de los Cuerpos de las Guardia Revolucionaria y uno de los más importantes jefes militares del país, lo que representó un nuevo paso en la confrontación entre los dos gobiernos.

Israel podría estar intentando provocar a Irán en estos últimos días de la administración Trump para crear condiciones que hicieran imposible cualquier acercamiento entre la administración Biden y el gobierno de Teherán, señalaron los periodistas Patrick Wintour y Oliver Holmes.

La política de asesinatos

Irán reclamó a la comunidad internacional su doble estándar. Condena unos atentados, mientras calla otros. Como, por ejemplo, los atentados contra los rusos Alexei Navalny y Serguei Skripal.

Skripal, doble agente ruso que trabajaba para los servicios ingleses, fue encontrado inconsciente en un parque en la ciudad inglesa de Salisbury en marzo del 2018.

Irán reclamó a la comunidad internacional su doble estándar, porque condena unos atentados, mientras calla otros, como el del “arquitecto del programa nuclear” iraní Mohsen Fakhrizadeh. Los funerales con honores fueron el 30 de noviembre.(AFP)

Entonces, la primera ministra británica Theresa May declaró ante el parlamento que Rusia era, “muy probablemente”, la responsable del ataque. Nunca se pudo probar eso y Moscú rechazó cualquier responsabilidad en ese crimen, pero dos docenas de países occidentales acompañaron el Reino Unido en adoptar sanciones contra Rusia.

Más recientemente, Alexei Navalny, un opositor a Putin, fue trasladado de emergencia a un hospital, después de sentirse mal en un vuelo de poco más de cuatro horas, cuando regresaba de la ciudad de Tomsk a Moscú.

El avión hizo una escala de emergencia en Omsk, donde Navalny fue atendido, antes de que los trasladaran a Alemania, donde se le había ofrecido atención médica.

Ahí se afirmó que Navalny había sido envenenado. Si se confirma el envenenamiento, otros casos podrían volver a la atención pública, dijo la británica BBC.

Ni Skripal ni Navalny murieron. Parece difícil imaginar a las autoridades rusas permitiendo llevar a Navalny a Alemania para ser atendido, si fueran responsables del atentado. Pero el caso ha dado pie a renovadas tensiones entre Occidente y Moscú, en particular contra los planes de terminar el gasoducto ruso Nord Stream 2, con los que se abastecería gran parte de las necesidades de energía de Europa. Un proyecto al que Washington se opone rotundamente.

¿Necesita Europa realmente el gasoducto ruso Nord Stream 2?, se preguntaba la alemana DW en una nota del 9 de septiembre pasado.

Amy Mackinnon, encargada de temas sobre seguridad nacional e inteligencia en la revista Foreign Policy había escrito, en agosto del año pasado, un artículo para explicar por qué Rusia usaba ese método de envenenar a los opositores.

Una posible explicación, dijo Mark Galeotti, miembro asociado del Royal United Services Institute, citado por Mackinnon, es que ese método deja al Kremlin una posibilidad plausible de negar su responsabilidad, aunque eso tenga un gran efecto en la sensibilidad del público.

“El Kremlin tiene una larga, horrible historia de intimidar y matar a aquellos a los que perciben como una amenaza para el Estado” dijo, por su parte, John Sipher, al que Mackinnon presenta como un hombre que trabajó 28 años con la CIA y fue responsable de las operaciones de la agencia en Rusia en los años 90.

El asesinato de Fakhrizadeh no es el primero contra los científicos iraníes y el gobierno de Teherán dijo que es hora de poner fin a esos atentados.

La reciente visita del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu a Arabia Saudita muestra como la confrontación con Irán está realineando la política en Medio Oriente a medida que se acerca el fin de la administración Trump y crece el temor, en Israel y Arabia Saudita, de que Biden retome los acuerdos negociados durante la administración Obama.

El pasado domingo 29 Jared Kushner, esposo de la hija de Trump y asesor de la Casa Blanca, viajó a Arabia Saudita y a Qatar, en otro paso para el reacomodo de las posiciones en la región, en medio de las tensiones provocadas por el asesinato del científico nuclear iraní que Occidente no condenó.

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