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Las duras (y valiosas) lecciones de la epidemia que golpeó a Costa Rica hace 100 años

Costa Rica lidia con el coronavirus un siglo después del contagio mortal de uno de cada 230 habitantes por la “gripe española”. Sólo después se creó un_sistema_de_salud_preventiva y ventajas que_van_desde_los acueductos y las vacunas hasta nutrición y la_reciente ley de_fumado.

La pobreza, la precariedad alimentaria, el consumo de agua contaminada y la ausencia de higiene eran la norma en la Costa Rica que hace exactamente 100 años sufría el embate de la epidemia “gripe española”, que acabó matando a casi 2.300 personas (el 0,45% de la población).

Era un sistema de salud casi inexistente, según se deduce del artículo en que la historiadora Ana María Botey repasa las circunstancias de la época en un país que 100 años después, en un mundo globalizado, enfrentaría la epidemia de COVID-19 con apariencias de haber aprendido antes las lecciones principales.

[padding type=”medium_right”][quote_colored name=”Ana María Botey. Historiadora e investigadora” icon_quote=”no”]

“Las epidemias exacerban las contradicciones en un país, como lo estamos viendo ahora, pero también han sido claves en el desarrollo de nuevas condiciones sociales”

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Allá en 1920 el sistema sanitario –sin merecer ese nombre– se basaba en esfuerzos aislados (como el del médico Carlos Durán), en el aporte  de los maestros y en el escaso personal médico a cargo de municipalidades (médicos de pueblo). No había posibilidad de llevar registros centralizados y mucho menos lanzar políticas de alcance nacional. La salud estaba supeditada a la Policía porque se trataba de un asunto de orden público. Ni pensar en la prevención.

Era una ventaja el relativo aislamiento de Costa Rica, pero la “gripe española”, como se le llamó al nuevo tipo de influenza propagado al son de los tambores de la I Guerra Mundial, llegó a finales de febrero de 1920 y la tomó con las defensas por el suelo, cuando la esperanza de vida al nacer no llegaba ni a los 30 años.

Solón Núñez, primer ministro de Salud

Las condiciones eran aún peores por las secuelas sociales y económicas heredadas de la dictadura de los Tinoco, que apenas había caído seis meses atrás, señala el artículo titulado “La tardía epidemia de influenza o gripe ‘española’ y sus desenlaces en Costa Rica (1918-1920)”, publicado en 2017 en la Revista de Estudios Latinoamericanos.

El presidente provisional Francisco Aguilar Barquero intentaba mantener a flote el país después del colapso institucional y el grave impacto sobre las obras de infraestructura: la construcción de cañerías se había paralizado tanto como la de excusados higiénicos, se había usurpado las rentas de las pocas instituciones de beneficencia y estaban eliminadas las medicaturas. Así lo documentó Botey, investigadora del Centro de Investigaciones Históricas de América Central, en la Universidad de Costa Rica.

Por eso el parte histórico es ingrato: casi 2.300 muertes y graves efectos sociales. Un titular periodístico del 22 de febrero de ese 1920 adelantaba: “La influenza haciendo estragos en la provincia de Limón”, recopiló la historiadora. El golpe era duro para un país que apenas trataba de componer sus instituciones, su sistema político, su economía y su entramado social.

El “después”

Lo bueno fue que el país aprendió buena parte de las lecciones posibles casi de inmediato: la salud pública se convirtió en un asunto prioritario y dio paso a la su centralización e institucionalización, después de que por años los Gobiernos se resistieran a crear estructuras administrativas para atender a la población vulnerable. La salud empezaba a dejar de ser caridad o voluntariado.

La élite médica, formada mayormente en Europa, empezó a ocupar espacios de política pública, aunque no todos los sectores lo aplaudían. El cierre de teatro e iglesias durante la epidemia, para evitar una mayor propagación, causó gran malestar en otros sectores tradicionales.

Pese a todo, el Consejo Nacional de Salubridad, creado en el contexto de la epidemia en el seno de la Facultad de Medicina (antecesora del Colegio de Médicos), llevó a la apertura de la Subsecretaría de Higiene y Salud Pública en 1922, a cargo del Dr. Solón Núñez Frutos.

Núñez, un maestro que había crecido pobre y sin sus padres en Desamparados, encarnaba una historia en sí mismo. Con un dinero que se ganó en la lotería y otras ayudas viajó a estudiar a Ginebra, donde obtuvo los conocimientos y las sensibilidades para que, al volver, se ocupara más de la salud pública y menos de la privada.

El servicio de acueductos es vital para el higiene y la salud pública, tanto o más que un hospital, decía Solón Núñez.

“El mejoramiento de las condiciones de salud de la infancia tomó nuevos bríos (…) La epidemia dejó en evidencia la importancia de las organizaciones creadas desde la sociedad para fortalecer las iniciativas estatales, en concreto, las del Consejo Nacional de Salubridad”, cuenta el artículo de Botey.

Además, se aprobó en 1923 la Ley de Protección de la Salud Pública, considerada la primera ley general en salud y después, en 1927, un decreto ejecutivo convirtió a la subsecretaría en Secretaría o Ministerio, ya a cargo del funcionamiento de hospitales y oficinas protectoras de la niñez.

Solón Núñez fue el primer ministro de Salud, cargo que ocupó por intervalos hasta mitad del siglo al frente de una institución reconocida internacional por su vanguardismo, creada solo después del Ministerio de Salubridad de Cuba (1909, primero en el mundo, según su sitio oficial).

[padding type=”medium_right”][quote_colored name=”María Luis Ávila. Exministra e infectóloga” icon_quote=”no”]

“Podemos decir que Costa Rica tiene un verdadero sistema de salud y no solo de atención de enfermedades. En Italia o en Estados Unidos tienen un sick care, pero lo nuestro es un health care”

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En Costa Rica se cruzó el trabajo preventivo de Salud con la creación de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) en 1941, como resultado de las transformaciones sociales impulsadas en esa primera mitad del siglo XX.  Se juntaron esfuerzos gubernamentales, sociales y gremiales en ámbitos como la salud maternal y la seguridad ocupacional, agrega Botey, autora del libro Los orígenes del Estado de bienestar en Costa Rica: salud y protección social (1850-1940), publicado en 2019.

Desde el ámbito gremial y político hay coincidencia: “Fueron muchas cosas. Menos personas andaban descalzas, había una relación de esto con la anemia y los parásitos. También empezaron a desarrollarse más los acueductos y ya se sabe lo que esto aporta a la salud de la población. Solón Núñez decía que salvaba más vidas un acueducto que un hospital”, apunta la epidemióloga y exministra de Salud María Luisa Ávila.

Un país con mejores defensas

Reformas progresivas fueron ampliando la cobertura de políticas de salud en ámbitos como la nutrición (comedores escolares, CEN-CINAI), la vacunación y hasta en hábitos como el fumado, reseña la doctora Ávila, en alusión a la ley antitabaco aprobada durante el Gobierno de Laura Chinchilla.

Por ejemplo, en 2010, el 14% de la población mayor de 20 años consumía tabaco y en 2018 se redujo a 11%, según una encuesta de la CCSS. Este es uno de los hábitos que derivan en una condición de mayor riesgo de enfermar gravemente de COVID-19, confirmó el Ministerio de salud.

La nutrición ha mejorado a lo largo de las décadas y los programas escolares son parte de los esfuerzos.

Costa Rica, además, se ufana de su 97% de cobertura en agua potable y de llevarla al grifo de casi todos los hogares a muy bajo costo para los usuarios, un lujo que solo comparte con Chile en el contexto de América Latina. Ahora que la recomendación reiterada es lavarse las manos, el alcance de servicio de agua adquiere doble importancia.

Es así, a pesar de los recientes cortes de agua ocasionales en diversas comunidades, como se pueden cumplir condiciones que anhelaba desde 1914 el médico de pueblo Segreda: “El día que lleguemos a conseguir limpieza personal, aseo en los solares y construcción de excusados científicos, habremos disminuido la mortalidad en un 50%”, anota Botey.

Se añade la amplia cobertura de la atención primaria en salud, pues el 94% de la población está asignada a algún equipo básico Ebáis cercano, después de una acelerada mejoría desde un 25% en los años 90, según cifras de la CCSS.

A la hora de recibir una epidemia de enfermedad respiratoria todo cuenta, incluida hasta  la calidad del aire que respira la población, en lo cual Costa Rica también lleva ventajas respecto de otros lugares.

“Podemos decir que Costa Rica tiene un verdadero sistema de salud y no solo de atención de enfermedades. En Italia o en Estados Unidos tienen un sick care, pero lo nuestro es un health care”, agrega Ávila.

Ahora que Costa Rica llegó a su día 26 desde el primer caso de coronavirus, con 347 infectados y dos fallecidos, los especialistas coinciden en que la salud pública costarricense es infinitamente más desarrollada que cuando llegó la “gripe española”, pero también mejor que otros países que tienen incluso más desarrollo. “Tenemos pulmones de país rico”, resume la doctora.

Para la historiadora Botey también “es probable que los efectos de la epidemia no fueran tan alarmantes como en otros países de América Latina, pese a la coyuntura, por las condiciones apuntadas y debido a las rápidas acciones del gobierno provisional y del Consejo Superior de Salubridad, la contratación de personal de salud y la entrega de alimentos, desinfectantes, ropas y abrigos entre la población. Una tarea en la que el Estado se dio la mano con la sociedad civil”.

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