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Las ciudades desiertas corren para enterrar a sus muertos

Los españoles piden un bono europeo solidario no condicionado para atender las demandas de la crisis del coronavirus, que Alemania se niega a otorgar.

Las ciudades, desiertas de su trajín habitual, nos dejan ver rostros hasta ahora ocultos de enfermeras, de médicos, de personal de limpieza, de agricultores, como si emergiera un mundo real. Las voces autorizadas ya no son los “mercados”. Mientras se derrumban, el mundo financiero va dejando de aceitar las ruedas de la humanidad.

Grandes ciudades deciden restringir la circulación.

Crece, en cambio, la presión sobre los hospitales y, a medida que aumenta el número de pacientes, sobre sus unidades de cuidados intensivos.

Nueva York registra el mayor número de contagios del Covid-19 en el mundo. Un enfermo del coronavirus moría, el pasado fin de semana, cada 16 minutos en la ciudad.

“El infierno llega a Nueva York”, afirmó Luján Artola, en un artículo publicado en el diario español El Confidencial el domingo pasado. Ayer murieron 728 personas, escribió. Los que pueden huyen a los Hamptons. A 150 kilómetros de Nueva York, las extensiones enormes de playa y campo están sembradas de mansiones espectaculares. La demanda se ha triplicado –como si ahí pudieran escapar– hasta pagar más de 30 mil dólares al mes por una casa de dos habitaciones, cuenta Artola. Los carros se arremolinan ante las pequeñas tiendas de Sag Harbour, “uno de los pocos puntos con algo de actividad comercial de la zona.

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“Esto se va a parecer mucho a una economía de guerra”, Alicia Bárcena (CEPAL).

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Algunos gastan hasta 50 mil dólares en bebidas, comida y mucho marisco”. El drama comenzará cuando los enfermos que necesiten equipos de emergencias tengan que ir al hospital. “En ese momento, los ricos y los pobres, los locales o los que tengan su segunda residencia aquí, necesitarán el mismo quirófano. Y no hay para todos”, advirtió.

Un infierno en la Tierra

Lo que está sucediendo en Nueva York es un infierno en la Tierra, dijo el doctor Steve Kassapidis, del Hospital Público de la ciudad. Traen a los pacientes, los conectamos a los dispositivos, luego mueren y el círculo se repite. Y luego siguen trayendo y trayendo nuevos pacientes…

Según el alcalde Bill de Blasio, la ciudad tiene suficientes suministros para sobrevivir la próxima semana, “pero más allá es difícil hacer pronósticos”.

No es solo Nueva York. También es Madrid. “La UCI no es para el más grave, sino para el que más años puede vivir”, redactaron Paloma Esteban y Rafael Méndez, en El Confidencial. “Los hospitales emplean técnicas de UCI en planta para ganar tiempo mientras se liberan camas”, antes de que sea demasiado tarde para aquellos pacientes que ya no tienen sitio en cuidados intensivos.

Los sanitarios afrontan situaciones difíciles. Hay un solo respirador para dos pacientes críticos. O un escenario aún más difícil: “que lleguen dos pacientes a la vez para un mismo respirador y haya que decidir a quién atender”.

La crisis se extiende también a Egipto, India, Palestina y Cisjordania.

En España recientemente se acordó prohibir las ceremonias fúnebres y limitó a tres los asistentes permitidos en los entierros.  (Foto: agencia AFP)

En la mañana del jueves 26, funcionarios israelíes de la administración civil de Cisjordania llegaron con buldóceres a la comunidad palestina de Khirbet Ibzig, en el valle del Jordán, apoyados por carros militares. Ahí confiscaron y destruyeron materiales destinados a la construcción de tiendas para atender a pacientes afectados por el virus.

“Cuando el mundo enfrenta una crisis sanitaria sin precedentes, los militares israelíes dedican su tiempo y recursos a acosar a las comunidades palestinas más vulnerables en Cisjordania, que Israel ha tratado por años de expulsar”, afirmó el Centro israelí de información para los derechos humanos en los territorios ocupados (B’tselem).

Economía de guerra

“Esto se va a parecer mucho a una economía de guerra”, estimó la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Alicia Bárcena.

Las advertencias se repiten. “Se viene una crisis global mayor que la Gran Depresión del 30”, dijo Claudio Scaletta, en el periódico argentino Página 12.

Ken Rogoff, economista y profesor de políticas públicas de la Universidad de Harvard, afirmó la semana pasada, en una entrevista a PBS NewsHour, que la economía de los Estados Unidos se enfrentará a una recesión descomunal debido al brote de coronavirus. A su juicio, esa recesión hundirá completamente las finanzas estadounidenses.

Ed Young señala en The Atlantic que la economía está experimentando un choque más repentino y severo que el vivido en cualquier experiencia anterior. Cerca de una persona de cada cinco ha perdido horas de trabajo o su trabajo en los Estados Unidos. Los hoteles están vacíos. Las aerolíneas cancelan vuelos. Lo restaurantes y otros pequeños negocios están vacíos. Las desigualdades se están ampliando, con la gente de bajos ingresos –o con enfermedades crónicas– particularmente afectadas por las medidas para enfrentar esta pandemia.

Pero Young agrega algo más: sin rumbo, tomado por sorpresa, aletargado y sin coordinación, los Estados Unidos manejan esta crisis peor de lo que cualquier experto en la materia pudiera imaginar. “La Casa Blanca es una ciudad fantasma en materia de expertos científicos. La oficina encargada de enfrentar pandemias, que era parte del Consejo de Seguridad Nacional, fue disuelta en 2018”.

Los Estados Unidos –dice Young– tiene menos camas de hospital per capita que Italia. Un estudio del Imperial College London advierte que, sin atención adecuada, estas camas podrían estar llenas a finales de abril. Y, a fines de junio, por cada cama de cuidados intensivos, podría haber 15 pacientes esperándolas. A fines del verano (o sea, en agosto), de acuerdo con el peor escenario, 2,2 millones de personas podrían haber perdido la vida en los Estados Unidos.

Y aun con medidas preventivas, 960 mil norteamericanos necesitarían cuidados intensivos. El país solo tenía 180 mil ventiladores y, para enfrentar este déficit, el presidente Trump ordenó a empresas de automóviles que se dedicaran a producirlos.

Pero Young advierte que solo hay personal calificado para atender a cien mil pacientes ventilados.

Después del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, el mundo centró su atención en la lucha contra el terrorismo; después de esta pandemia la atención deberá volverse hacia la salud pública, advierte. Pero nada asegura que será así.

Europa en jirones

El jueves pasado se celebró por videoconferencia una cumbre europea. Se trataba de definir un mecanismo para hacer frente a la crisis provocada por la pandemia en Europa.

Una reunión que algunos preveían como de trámite se transformó en una tormenta. Carlos E. Cué y Bernando de Miguel, del diario español El País, reconstruyeron el debate en un notable trabajo periodístico.

¿Tenemos un acuerdo?, le preguntó el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, al jefe del Gobierno español, Pedro Sánchez.

–No, así es inaceptable– respondió el dirigente español.

Sánchez y el primer ministro de Italia, Giuseppe Conte, exigían mecanismos específicos para enfrentar la crisis. No aceptaban los mecanismos existentes, pensados para otras circunstancias, tanto económicas como políticas. Mecanismos que recordaban la negociación de la crisis de la deuda griega, en 2008.

La propuesta en discusión era acogerse al Mecanismo de Estabilidad (MEDE), el fondo de rescate de la Unión Europea. Para acogerse a esas disposiciones, los países en problemas financieros deben firmar un memorando de entendimiento, con sus exigencias de ajuste como las que han hundido a los griegos en una situación dramática. Una suerte de rescate con medidas fiscales draconianas y reformas estructurales privatizadoras que ni España ni Italia están dispuestas a aceptar.

La exigencia española no era que se adoptara un mecanismo condicionado a un memorando de entendimiento, sino un bono específico, relacionado con el coronavirus. Una especie de bono europeo solidario, un instrumento de deuda común, que otros siete países –Francia, Bélgica, Grecia, Portugal, Luxemburgo, Irlanda y Eslovenia– habían solicitado en una carta al presidente del Consejo Europeo, junto con España e Italia.

Fue suficiente para hacer saltar las alarmas y hacer imposible la firma de cualquier acuerdo, salvo el de decidir aplazarlo por dos semanas mientras los ministros de finanzas negocian alguna alternativa viable.

“Me temo –dijo el eurodiputado Manu Pineda, del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea– que otra vez Alemania va a imponer unas políticas insolidarias en la Unión Europea, que vuelven a demostrar que esto es un club, un consejo de administración de las grandes multinacionales, y que es Alemania, el Banco Central Alemán, el que impone las políticas”.

El ¡Nein! de Alemania

La transcripción de la videoconferencia de los líderes europeos, hecha por Cué y de Miguel, arrojan luz sobre la naturaleza de la discusión.

Sánchez propuso que los presidentes de las cinco instituciones europeas (la Comisión, el Consejo, el Parlamento, el BCE y el Eurogrupo) elaboraran un informe sobre posibles fórmulas europeas de financiación para hacer frente a la crisis del coronavirus.

Nein [No], se oyó desde la pantalla de Berlín.

–Angela, ¿cómo es posible que no confíes en un informe elaborado por nuestras instituciones?— le cuestionó Sánchez.

–Porque propondrá cosas que no puedo asumir– respondió Merkel, convencida de que los cinco presidentes (entre los que hay una francesa, un italiano, un portugués y un belga) acabarían proponiendo algún tipo de mutualización de la deuda (coronabonos y eurobonos) inaceptable para Berlín. Mecanismo para los que Merkel no logrará apoyo en el parlamento alemán.

El diálogo, en todo caso, puso en evidencia los límites que enfrenta hoy la Unión Europea: la voluntad política alemana, contra la cual nada es posible. Merkel no se siente obligada a negociar con sus parlamentarios. Conociéndolos, da por hecho de que eso no es posible y que los demás deben aceptarlo.

Después de la forma dramática y humillante impuesta a Grecia durante la renegociación de su deuda externa y del Brexit británico, el debate actual acentúa la precaria situación europea.

El primer ministro portugués, el socialista Antonio Costa, no ocultó su disgusto con el tono del debate. Costa se refirió a la actitud del ministro holandés de Finanzas, Wopke Hoekstra, que sugirió investigar por qué algunos países europeos no disponían de capacidad presupuestaria para afrontar una crisis, pese a que la zona euro lleva siete años de crecimiento.

“No estamos dispuestos a volver a oír a ministros de finanzas holandeses como ya oímos en 2008, 2009, 2010 y años consecutivos”. “Es el mismo espíritu y comportamiento que ya tuvieron en 2008 y 2009. Ahora no se trata solo de economía sino de salvar vidas humanas. Por eso es repugnante. Re-pug-nan-te”, enfatizó Costa, silabeando la palabra.

Costa se refería a la actitud del exministro holandés Jeroen Dijsselbloem –el más duro contra Grecia, junto al alemán Wolfgang Schäuble–, quien sugirió entonces que no se prestara fondos a países que “no habían hecho sus deberes”, así como nadie prestaría a quien gastara el dinero en “alcohol y mujeres”.

A este lado del mundo

Mientras el coronavirus se extiende por todo el hemisferio, el Gobierno norteamericano anunció, el pasado 26 de marzo, que ponía precio a la cabeza del presidente venezolano, Nicolás Maduro: $15 millones, así como a la de otros dirigentes civiles y militares del país.

El anuncio lo hizo el fiscal general William P. Barr tras vincular a Maduro y a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con el narcotráfico.

Son acusaciones “miserables, vulgares e infundadas”, respondió el canciller Jorge Arreaza, que acusó a Trump de buscar réditos electorales en La Florida. Una acusación sin pruebas que el Gobierno venezolano rechazó.

“Irónicamente es en Colombia donde se produce la droga que Estados Unidos permite entrar y que su población consume desaforadamente”, dijo Arreaza, que acusó a la DEA de haber sido “actor clave en la protección de producción y procesamiento de drogas en Colombia y su traslado a Estados Unidos”.

En un comunicado oficial de las fuerzas armadas de Venezuela, leído por el comandante estratégico operacional, general Remigio Ceballos, se recordó que “el ataque ocurre en momento crítico que vive la humanidad, intentando contener el Covid 19”.

El narcotráfico es generado en Colombia, afirmó el general Ceballos, “donde se produce el 70% de la cocaína del mundo, que en un 93% llega a los Estados Unidos por la ruta del Pacífico”.

Sometida a drásticas sanciones por parte del Gobierno norteamericano, Venezuela enfrenta difíciles condiciones para atender la pandemia del coronavirus.

Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal), dijo la semana pasada que no se podía aislar a Venezuela y Cuba impidiendo la llegada de productos farmacéuticos, de combustible y de comida. “Son países que importan prácticamente el 100% de sus alimentos”, destacó.

En el caso de Venezuela, “los hospitales no tienen agua, no tienen electricidad, carecen de medicinas, de equipamiento, de jabón. Si Venezuela está acudiendo al FMI y se le niega esta ayuda y continúan las sanciones, pues estamos realmente sentenciando o condenando a un pueblo”.

Once senadores demócratas pidieron también, en carta enviada al Secretario de Estado norteamericano, la suspensión por 90 días de las sanciones impuestas a Venezuela e Irán. “Las sanciones de los Estados Unidos están obstaculizando el flujo libre de suministros médicos y humanitarios que se necesitan desesperadamente”, se lee en la carta.

La pandemia y su atención ha tenido también profundas repercusiones en Brasil. Con el presidente Jair Bolsonaro insistiendo en mantener la vida con normalidad en el país, restándole importancia a una pandemia que comparó con una “gripecita”, crece el registro de casos en Brasil (el domingo pasado eran 4.256) y las muertes (136), con un probable subregistro importante.

Manifestaciones de sus partidarios realizadas la semana pasada, con desfile de carros en diversas ciudades del país, fueron recibidas con protestas e insultos en las calles, con los gobernadores mandando a la policía impedir nuevas manifestaciones de ese tipo.

Con una creciente resistencia a sus propuestas y referencias al malestar entre los militares, con 26 de los 27 gobernadores –muchos de ellos sus partidarios en las elecciones pasadas– criticando la posición del Gobierno y apoyando la cuarentena, con cada vez menos apoyo en el congreso y por parte de la prensa –incluso la que lo apoyó electoralmente–, se multiplican las voces en Brasil especulando sobre una eventual renuncia de Bolsonaro.

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