Cultura

Docente impulsa reencuentro de cabécares con su memoria histórica y cultural

Revalorar la cultura y fortalecer la identidad y los conocimientos ancestrales son algunas de las metas que se propuso el docente cabécar Jeison Fernández Morales.

Los más pequeños y los ancianos -hombres y mujeres- se convirtieron en amalgama de un proyecto que vincula el interés por saber de unos con el conocimiento de los otros: los mayores portadores de la cultura y conocimientos ancestrales del pueblo cabécar.

Jeison Fernández, educador indígena, se propuso rescatar y desarrollar conocimientos relacionados con la historia, tradiciones y costumbres del pueblo cabécar, luego de ganar una beca por parte del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), con la cual impulsa el rescate del patrimonio cultural inmaterial.

“Trabajar con niños y niñas es sinónimo de un encadenamiento cultural, y con los ancianos hay que volver a dialogar, a reaprender”, expresó Fernández, impulsor del proyecto “Fortalecimiento de las manifestaciones culturales cabécares del territorio Tjain”.

Los niños y niñas cabécares son la esperanza de que el conocimiento ancestral y la cultura cabécar no caigan en el olvido. (Foto: MCJ).

En su caso, el equipo de gestores de la unidad de Fomento Cultural de la Dirección de Cultura del MCJ reconoció como un valor agregado del proyecto, el que fuera “una persona del territorio indígena el que está buscando fortalecer la cultura de la zona donde vive”, comentó Vanessa Biasetti, gestora del Ministerio.

Con los recursos de la beca, Fernández realizó varios talleres y entregó, además, el documento “Fortalecimiento de las manifestaciones culturales cabécares del territorio Tjain”, disponible en la página de Becas Taller de la Dirección de Cultura del Ministerio.

Aunque para Fernández es apenas “una pincelada”, uno de sus objetivos fue despertar en los más pequeños el interés por los conocimientos ancestrales y su cultura, manteniendo vivos los saberes de los cabécares que, según él, “están cayendo en el baúl de los olvidos”.

A pesar de que los programas educativos que se imparten en las comunidades indígenas cuentan con un componente relacionado con la cultura y tradiciones indígenas, esto no pasa de ser un formalismo, pues el programa es prácticamente el mismo de los escolares del resto de país, señaló Fernández.

La otra realidad que le preocupa a este educador indígena es la reducción del número de lecciones sobre cultura e idioma propios, que se queda en el papel y no se aplica como debería.

Para despertar el interés por la cultura en los más pequeños, el programa integró a los kabálawá (señores mayores) y abuelos,

quienes poseen conocimientos en temas que, de acuerdo con Fernández, no están contemplados en las escuelas y programas oficiales.

“El sistema actual no toma en cuenta muchos contenidos y aprendizajes que los niños pueden adquirir y que tienen que ser visibilizados. No existe diferencia. Lo que se aplica en San José es lo mismo que en un territorio indígena”, insistió Fernández. Este joven educador aboga por que, dependiendo del aprendizaje o conocimiento por adquirir, la enseñanza se realice fuera de la formalidad del recinto escolar.

“Muchos de los aprendizajes se pueden lograr en el contexto, saliendo del recinto escolar. Por ejemplo, respecto de las plantas medicinales, llevamos a los niños a conocerlas fuera del aula.

Muchos no habían vivido esa experiencia”, manifestó. En consecuencia, los talleres contemplados en el Proyecto se desarrollaron en lugares abiertos y la convocatoria se hizo extensiva a toda la comunidad, incluyendo niños, niñas y personas adultas.

Como un hecho particular, Fernández menciona el impacto que tanto para él como para los niños significó el contacto con los mayores; por ejemplo, escuchar el canto de las abuelas o la importancia del conocimiento de los sabios y abuelos en el proceso de aprendizaje.

“Contamos con un médico tradicional -awa- que nos enseñó sobre las plantas medicinales, y con otro que nos enseñó sobre cómo tejer la cestería. Poco a poco los niños fueron entendiendo que eso tiene un valor importante en nuestra cultura”, mencionó Fernández.

MEMORIA DEL PROYECTO

El documento, de carácter bilingüe, consta de tres capítulos relacionados con temas culturales y tradicionales, como la elaboración de cestería, aspectos trabajados en los talleres de idioma y narraciones orales cabécares.

El primer capítulo está dedicado a la artesanía cabécar y tiene como objetivo la adquisición de conocimientos para la selección de materiales para la elaboración de cestería y hamacas.

También se muestran utensilios de cocina como platos, cucharas y coladores elaborados con Me (jícaras). Un segundo capítulo aborda desde el idioma y aspectos relacionados con el origen de los nombres de los lugares y de los cuerpos de agua del pueblo Cabécar; además de frases de cortesía como piana piana (hasta luego), dúnakepa (por favor) o wëktë (gracias), entre otras.

Los colores y sus significados, nombres de árboles maderables y frutales, además de frases de uso común, también forman parte de este capítulo.

La misma región Tjai (Estrella) de los cabécares, se conoce en español como río La Estrella, que baña con sus aguas el valle del mismo nombre.

El origen de los clanes cabécares destaca en un apartado que da cuenta del nombre y el papel que juegan sus miembros, ya sea como Yëria (cazadores), Jawá (médicos tradicionales) o los Nama Dölona (primeros cuidadores de semillaspersonas), entre otros.

El principio de los tiempos, valores y normas de los clanes y pueblo cabécar, el amor y respeto por la naturaleza, así como el reconocimiento de la fuerza creadora de Sibö (Dios) son algunos de los aspectos que el educador cabécar Jeison Fernández recoge en el tercer capítulo.

Conocedor de la lengua materna cabécar, las narraciones orales fueron recopiladas por Fernández.

Según él, estas fueron escuchadas por los participantes, en su mayoría niños y niñas, con respeto y atención, de boca del këkëpa (sabio mayor) Esteban Morales Soto.


La doncella Naitami

Según la tradición oral de los cabécares, cuando Sibö (Dios) emprendió la tarea de hacer la Tierra, se encontraba solo.

Necesitado de ayuda, escogió a la doncella Naitami para que lo ayudara en tan monumental tarea. Después de que Naitami bailara tomada de las manos de los hombres, la tierra quedó “batida y aplastada por sus grandes talones”.

“Por eso se dice que Sibö la llamó especialmente por esos pies (talones) y manos (palmas) para que batiera la tierra y se esparciera por todos lados.

Y así Sibö comenzó a hacer la Tierra gracias a la ayuda de esta dama Naitami”.


 

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