Opinión

Despertar político

En mi colegial juventud, transcurrida en Itiquís de Eternidad, conocí a un señor mayor, bajito, de rasgos normales, sombrero Stetson

En mi colegial juventud, transcurrida en Itiquís de Eternidad, conocí a un señor mayor, bajito, de rasgos normales, sombrero Stetson, traje hecho a la medida, de corbata y anteojos ahumados, que tenía la obsesión de apostarse frente a la puerta principal del Instituto de Itiquís. Se sentaba en una banca especial del parque, lugar que cualquiera diría que le pertenecía por derecho de prioridad. Desde este puesto vigilaba la salida del alumnado de las aulas y, debido al tumulto que generaban los educandos, se aprovechaba para poder entremezclarse con ellos y con la agilidad de un avieso gato montés tocar las nalgas y los pechos de las muchachas más frondosas, y cuando estas lo miraban con cara de ¡te mataré!, se disculpaba poniendo una carita de santo diciendo—: «¡Perdone, es que soy cieguito!». Las chavalillas que de tonta ni una gota tenían, pronto notaron su presbicia autoimpuesta y lo esquivaban y hasta de él se burlaban. Luego me contaron las viperinas lenguas que era también un voyerista de los que portaban escalera y binóculos para espiar a través del hueco, rendija o ventana de alguna alcoba hasta que se materializase en paños menores la escultural señorita (o señora de buen ver, porque este mirón, en su campo de acción, no andaba con discriminaciones etarias, ni era tan exigente en sus impudicias).

Años después, un Presidente de la República de Eternidad tuvo la “genial” ocurrencia de nombrar al sicalíptico ser, en una evidente canonjía, en “Gobernador de la Provincia de Itiquís”, oficio que como representante de la mal concebida burocracia desempeñó a cabalidad. Recibía un sabroso salario, no hizo nada que valiera la pena, se regodeaba del mal ajeno y permanecía bien apoltronado en su oficina, sin visitar ningún cantón (menos sus distritos) bajo su dominio. El suceso resultó ser mi gran desilusión política y cultural.

«¡El coup de jarnac a la meritocracia!».

En años recientes, en los cuales la privatización de bienes resulta un verdadero regalo al paladar de la oligarquía, cuando las licitaciones y concesiones son arregladas, y también recrudece el tráfico de influencias, además de que por arte de birlibirloque se filtra la información privilegiada para las contrataciones con precios inflados y exenciones multimillonarias, etc., uno está obligado a buscar culpables.

Sin dudarlo censuro al PAC, una esperanza con final desastroso. Ha arribado al poder dos veces al seguir el pueblo la máxima latina ex malis eligere minima. Ahora al PAC solo le restan las invocaciones teúrgicas para que los poderes ultraterrenales nos saquen de esta abisal crisis. Culpo al PLN, un partido que en el sendero ideológico perdió su norte (hace muchos años) y se fragmentó con cada bando para gestionar la creación de sus nichos de poder. Ahora, perdura ondeando un pasado que sus autoproclamados líderes lo han llevado a un proceso de involución irreversible al olvidar el predominio de valores asociados a la capacidad individual o al espíritu competitivo. Eso sí, sus seguidores votan en busca de un enchufe dadivoso. ¡Oh testaferros de un ritual enteogénico! Se ufana la cúpula del PLN con la tautología populista: ¡mi marioneta gobernará bien porque hemos gobernado muchas veces!  También condeno al PUSC y su vaniloquio, una invasión viral que sobrevive por persistencia a los antibióticos de la censura ciudadana. Sus miembros conforman un grupito dirigido por los émulos de los sahaba, compañeros del profeta Mahoma, que se revelan como inseparables del Dr. Calderón Guardia y sus logros. Culpo, también,  al ML porque a los ilustres pensadores que tuvo los tiró por la borda y se constituyó en una ética ideológica unipersonal. A este tipo de egocentrismo muy pronto lo abraza la desgracia. ¡Ya verán!

Despierten, votantes cantonales. Despertá, Costa Rica, que no sos Eternidad.

¡Despertá, Alajuela, en las próximas elecciones municipales!

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