Opinión

Educación pública y catolicismo romano

En el Semanario Universidad (Opinión del 17/07/2019), Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo de San José, solicitó un Derecho de respuesta por una entrevista hecha al Mag. Edgar Mora, ex Ministro de Educación

En el Semanario Universidad (Opinión del 17/07/2019), Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo de San José, solicitó un Derecho de respuesta por una entrevista hecha al Mag. Edgar Mora, ex Ministro de Educación, en la que el señor Mora indicó que “La Iglesia Católica tiene siempre especial interés en el MEP”. Analicemos la cuestión.

Los primeros cuatro párrafos del artículo del señor Obispo son meramente descriptivos:  señalan problemas del país, pero sin ninguna solución de parte de la Madre Iglesia.  En el quinto párrafo se lee:  “El tema del diálogo fue la asignatura de Educación Religiosa desde la sentencia 2023-2010 de la Sala Constitucional, que determinó una primera etapa confesional y otra ecuménica”.  Sin embargo, si uno sigue de cerca los contenidos actuales que componen la etapa “ecuménica” de la asignatura de Educación Religiosa en el MEP, se entera de inmediato que esta etapa no tiene nada de “ecuménica”, sino que continúa el proceso de enseñanza (militante) en las verdades propias del catolicismo.  Por una parte, porque el catolicismo al hablar de ecumenismo está pensando teórica y únicamente en las religiones monoteístas reveladas (judaísmo, cristianismo e islam) y, además, porque los profesores de religión no pueden dar lo que no poseen:  si no tienen formación en religiones, no pueden hablar sobre religiones, pues no son especialistas en historia de las religiones (como el judaísmo y el islam).  Por otra parte, porque el Programa actual de las clases de religión es aún confesional desde primer grado de escuela hasta quinto año de colegio, cuyos últimos contenidos en secundaria, el 7 (Jesús de Nazaret) y el 8 (La Iglesia), son estrictamente católicos, ni ecuménicos ni muchos menos tolerantes con otras religiones. Ahora bien, la Iglesia católica está en crisis -y sobran ejemplos- como lo están las demás instituciones.  Así, en Costa Rica, poco a poco hemos pasado de ser ‘todos’ católicos a no tener ni idea de qué hacer con el pasado religioso; el proceso de secularización hace que cada vez menos jóvenes crean que las clases de religión así planteadas les digan algo debido al hecho de que se sienten ciudadanos del mundo y culturalmente cercanos a los demás pueblos y sus religiones.  Una cuestión de fondo es que lo que está entre paréntesis es el sentido de la vida humana, o lo que es lo mismo, habrá que construir un nuevo sentido más pensado, más estudiado, más informado.  Se comprende así que la Iglesia vea que la educación religiosa sea el único bastión social y político que le queda para amortiguar la inmensa crisis y para moldear las mentes de los más pequeños, y ojalá la de los más grandes en secundaria. Lo que se persigue con las clases de religión así planteadas es que los estudiantes sean militantes, estos es, obedientes a un discurso y a la jerarquía religiosa..

En el séptimo párrafo del escrito, don José Rafael señala que “la Educación Religiosa en las instituciones públicas no era un privilegio de la Iglesia Católica en Costa Rica (sic), sino un derecho humano (sic) de los padres y madres (sic) de familia tutelado en el artículo 26 de la Declaración Universal (sic) y el Pacto de San José (sic). Y que, a la luz de lo resuelto por la Sala Constitucional, a los padres de familia católicos les asistía el derecho que, en primera etapa confesional (sic), sus hijos contaran con un docente de confesionalidad católica”.  Ya se ha indicado más arriba que el Programa de Educación Religiosa actual sí es un privilegio de la Iglesia Católica porque solamente se enseñan contenidos confesionales, las demás religiones están fuera y, además, trasciende  lo resuelto por la Sala Constitucional porque va más allá de la primera etapa confesional (la primaria), pues incluye la secundaria. En este sentido, el derecho humano del que habla del señor Obispo no tiene que ver con la enseñanza de ninguna religión particular -ni siquiera la católica-, sino con el derecho a la libertad de conciencia y de religión y, sobre todo, a manifestarlas como tales tanto en lo público como en lo privado, así en la enseñanza, culto, etc., (Declaración Universal de Derechos Humanos, número 18).  La hermenéutica del señor Obispo sobre este artículo de la Declaración es tendenciosa porque interpreta que el derecho es a la educación religiosa particular, cuando más bien se trata del derecho de todo ser humano a manifestarse libremente tanto en “la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.  Además, lo que tutela la “Declaración Universal” -supongamos nuevamente que el señor Obispo está hablando de la Declaración Universal de Derechos Humanos– en el artículo 26 es la “educación (que) debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental”, no la educación religiosa y de la cual no habla el artículo 26, pues, si formara parte la educación religiosa, entonces deberían enseñarse todas las religiones, no solamente la católica, lo cual tampoco es cierto.

Respecto del Pacto de San José, en lo general de la afirmación, se indica que los tutores de los hijos, a saber, los padres y madres de familia, tienen derecho a que sus hijos reciban formación religiosa conforme a sus creencias; si estamos hablando de educación privada, los padres y madres la escogen y, si estamos hablando de educación pública, también -y exclusivamente católica o protestante o judía, etc.-, pero, de hacerle caso al artículo 12 (incisos 1-4) del Pacto de San José, el derecho no es a la educación religiosa en sí brindada por el Estado, sino al derecho de que la formación religiosa -si la hay- no contradiga sus creencias, y si se le hace caso a lo primero, ¡interpretación del señor Obispo!, estaríamos nuevamente ante el privilegio del catolicismo costarricense, el cual va más allá de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y del Pacto de San José. El señor Obispo lleva agua a su molino sin turbación.

Si bien la educación pública es un bien básico “en las sociedades avanzadas porque ella es la condición de igualdad para las oportunidades” (J. Rawls), darle indiscriminadamente a todos valores católicos invisibilizando otros credos no es igualdad en sentido ético, sino más bien igualitarismo o uniformismo igualitario (valores católicos porque sí), esto último no es de recibo por parte de los Estados democráticos (liberales) modernos.

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