País

Víctor Morales intenta hacer un cambio de marcha, pero sin agenda propia

Pasado el primer tercio del gobierno y en un momento complicado llega el nuevo ministro de la Presidencia. Dice que será solo un “operador” enfocado en generar empleos, sin cartas ajenas a las del presidente Alvarado.

El nuevo ministro de la Presidencia, Víctor Morales, no quiere romper las reglas de la cortesía, pero sus respuestas dejan ver un intento por diferenciarse de lo que hizo o representaba Rodolfo Piza mientras ocupó ese cargo.

Se permite decir que había dispersión, que se debe proteger al presidente Carlos Alvarado, que trabajará sin descanso y que, sobre todo, llega sin una agenda propia, dispuesto a materializar lo que el mandatario pretende, sin más.

Morales, hombre de confianza de Alvarado al punto de haberle servido como jefe de campaña en 2017-2018, llega en un momento crítico, después de un mes de julio complicado por el despertar de numerosos grupos de manifestantes con reivindicaciones diversas y por el enfriamiento de la economía que impacta con un alto desempleo. Ingresa, además, en el mes en que se preparan los presupuestos para el 2020.

Por eso, Morales asume el cargo y advierte que está dispuesto a funcionar como un operador de las políticas económicas y de empleo de Alvarado, pero fijando una alta prioridad que casi se convierta en un monotema, como lo fue la reforma fiscal durante el segundo semestre del 2018.

Morales promete poner su experiencia acumulada como ministro de Trabajo, como diputado y militante de dos partidos políticos, PUSC y PAC, aunque se autodefine como un “político de centro progresista”. Evita referirse a un redireccionamiento ideológico o a un ajuste en el desequilibrio de sectores sociales que le señalan al Gobierno, aunque su discurso está lleno de alusiones al “Estado social de derecho” y a la necesidad de garantizar las posibilidades de ascenso social como lo tuvo él.

“Yo soy ciudadano de un Estado social que hizo que el hijo de un peón de construcción y un ama de casa, que nació hace 61 años en una casa de piso de tierra en Poás de Aserrí, tuviera acceso a la educación pública, a la salud pública y que tuviera movilidad social. Si yo hubiera nacido en otro país, seguramente me habría quedado en la construcción, como mi papá. Yo valoro mucho la institucionalidad del Estado social”.

Ya nadie podrá decir que este es el gobierno de “Piza-Alvarado”, como se aludía para señalar que uno y otro eran mundos distintos unidos, dentro de un mismo Poder Ejecutivo. Ahora no tendría sentido pronunciar “Morales-Alvarado” porque son lo mismo, insiste el nuevo ministro. Encarna sus ideas, le conoce sus ritmos y puede leerlo de manera suficiente para que entre ellos nos no haya contradicciones. No dice que las hubiera con Piza, pero tampoco dice lo contrario.

“El ministro de la Presidencia no puede tener agenda propia. Por naturaleza su agenda debe ser la agenda del Presidente”, dijo Morales, tres veces durante una entrevista dada a este Semanario, minutos después del acto en que el mandatario y una parte del gabinete le dieron la bienvenida. No dice que Piza la tuviera, pero tampoco dice lo contrario.

¿De qué tamaño es el cambio entre Piza y usted?

— Yo trato de explicarlo de esta manera: yo no me voy a poner a juzgar lo que se ha hecho o lo que no se ha hecho de aquí para atrás, pero me parece fundamental que el Presidente tiene una visión, un propósito, la ha anunciado, lo ha declarado. Así como en el segundo semestre de 2018 se decía que era monotemático con la reforma fiscal, ahora lo será con el empleo y crecimiento económico, sin que eso signifique que se tenga una varita mágica para resolverlo mañana.

¿Pero cuál es la dirección que usted ofrece?

— Es que el Ministerio de la Presidencia, en manos de quien sea, debe cumplir el rumbo que tiene el Presidente. Ahora soy yo, y yo recojo ese mandato del Presidente, es ayudar a que el Gobierno, en primer lugar, se articule, se junte, como un haz, en una sola unidad y, a partir de ahí, vaya al encuentro de los sectores.

Al menos podría describir en qué estado encuentra su terreno. 

— Estoy identificando el área de trabajo y los encargos que el presidente me está planteando.

¿Qué es lo que no se puede repetir?

— El señor Presidente ha reposicionado, está insistiendo en un enfoque de gobierno. Un enfoque. Eso es muy importante. En esa ruta es en la que hay que seguir. Hoy estamos enfrentando una coyuntura particular, eso que el presidente plantea como el propósito sobre el que tenemos que trabajar ahora: crecimiento económico para el empleo. Si no hay empleo, hay pobreza, desigualdad e informalidad, y esos son tumores cancerosos en el cuerpo del Estado social y democrático de derecho.

Es un discurso que podría ser parecido al de Rodolfo Piza a pesar de que son figuras diferentes, con pensamientos diferentes, historias diferentes y aspiraciones diferentes. ¿Entonces cuál es la diferencia entre tener como ministro a Rodolfo Piza y tener a Víctor Morales Mora?

— Yo soy un operador. Yo tengo esta visión política e ideológica, pero quiero ayudarle al presidente, y esa la tarea que él me ha encargado: operar en la acción de Gobierno, desde mi experiencia. Muchos de los logros y los resultados pasan por la claridad en los propósitos.

Víctor Morales Mora es un operador de confianza para el presidente Alvarado, de quien fue jefe de campaña y a quien conoce desde hace ya más de 10 años. (Foto: Julieth Méndez, Presidencia)

EL TABLERO

Es aquí, donde entre la “gestión estratégica”, en frase de Morales, se refiere a saber gestionar el pequeño poder relativo que tiene el Poder Ejecutivo y conducirlo en medio de la maraña de sectores e intereses que lo condicionan de manera cada vez más visible, pero también mediante formas ocultas.

Deberá lidiar, también, con un gabinete diverso ideológicamente por el concepto de “gobierno de unidad”, que el mandatario Alvarado asegura sigue vigente a pesar de la salida de uno de sus factores, Piza. Congenia con algunos ministros, pero a otros deberá empezar a conocerlos y sopesar el poder interno que tienen. Enfrentará duras condiciones presupuestarias comandadas con rigor por la ministra de Hacienda, Rocío Aguilar, férrea defensora de límites al gasto público que, a su vez, podrían segar algunos caminos para activación del empleo y la economía.

¿Llega usted suficientemente empoderado? ¿Le dieron las llaves suficientes?

— Yo llego con la confianza del Presidente para poder ayudarle a alcanzar estos objetivos, de manera que uno de los frentes de trabajo va a ser el trabajo con los colegas, con los ministros, con los presidentes ejecutivos, y lo hago, desde luego, desde el encargo del Presidente. Me siento en una posición de fortaleza para poder coordinar y trabajar con el gabinete y con los funcionarios de las instituciones.

¿Su visión ideológica es PAC? ¿Puede decirse que llega un ‘hombre PAC’?

— Claro. Nosotros queremos un Estado productivo, eficiente, que le sirva a la gente. Queremos instituciones sociales, un sistema educativo que funcione, instituciones de salud que funcionen. En nuestra visión, queremos un Estado que cumpla con su función social, que fortalezca la democracia. Por eso es que impulsamos reformas. Hay ajustes que hacer, precisamente por nuestra convicción de esa sociedad que queremos, que promueva la movilidad social y la equidad, un Estado que funcione, que tenga fuentes sanas de financiamiento; si no, la gente dirá ‘qué bonita la democracia, pero me muero de hambre con ella’ y llegan los populistas con sus cantos de sirena.

¿Es esa la visión de todo el gobierno?

—  Las instituciones no pueden tener agendas distintas a las del Presidente.

Pero en la realidad, eso es lo que ocurre. Por ejemplo, Hacienda tiene por naturaleza una visión más centrada en que las cuentas cierren, más allá de que la democracia funcione o la paz social.

—  Es que un tema como la reforma fiscal es un tema que unió el propósito del Gobierno y salió adelante.

Pero la regla fiscal lo desune.

— Ese es un elemento que era necesario en ese debate para que la reforma fiscal avanzara. Se lo digo con conocimiento de causa.

No deja de ser curioso que el Presidente y usted fueron los ministros de Trabajo del Gobierno anterior y ahora la prioridad es el empleo. Se podría decir que algo no se hizo bien antes.

— Desde mi experiencia, precisamente en el Ministerio de Trabajo, es que este propósito no puede ser liderado por ese Ministerio, que tiene competencias más acotadas.

¿Debió de haberlo asumido así el gobierno anterior?

— El Gobierno anterior tenía otras prioridades, otros enfoques. El tema del empleo estaba colocado en esa agenda, pero el Presidente lo que está diciendo ahora es que va a ser monotemático, lo acaba de decir, eso es.

La meta puede ser crear empleos, pero seguro hay diferentes visiones sobre el tipo de trabajos, dónde y cómo. 

— Un primer resultado, si uno lo quiere ver así, es que para los integrantes del gabinete tiene que haber un solo camino para llegar a ese objetivo. Si creemos que hay distintos caminos, hay que conversarlo. Tiene que haber un solo camino porque vamos a ir a hablarle a otros, los liderazgos sociales, los liderazgos empresariales, los liderazgos políticos, y hay que transmitir claridad.

¿La meta es crear qué tipo de empleos?

—  Desde luego que el empleo tiene que ser en la medida de lo posible empleos de calidad, empleos formales. Ciertamente los sectores más deprimidos son sectores de mano de obra menos calificada, que donde encuentra oportunidades es en sectores como construcción, agro y comercio, que dicho sea de paso, son los sectores que en estos momentos están más afectados.

Aquí un objetivo debe ser entonces la inversión pública. Hay que mover el tema de la inversión. El gobierno ha venido trabajando en eso, pero es un tema en el que quiero colaborar.

¿La inversión pública en qué?

  • Por ejemplo, todo el paquete que hay de obras de inversión pública en obras de infraestructura vial, sanitaria, educativa, de todo tipo.

Buscando salidas en el callejón

Sin embargo, el Ejecutivo enfrenta el peligro de tener que detener la inversión si la porción de deuda llega al 60% de PIB, umbral para el que solo falta un punto porcentual. En este punto se aplica la regla fiscal que limita más férreamente el gasto de las entidades públicas y que provoca escozor en algunos jerarcas.

Esto es un arma de doble filo, pues si se limita el gasto de capital se reducen las opciones del Gobierno de impulsar la economía para el futuro cercano, lo cual implica dejar de generar empleos y también achicar las opciones de generar recursos por la vía de los impuestos.

¿Cómo hacerlo con una regla fiscal que lo que dice a muchas instituciones es un ‘quieto ahí’, no gaste o gaste dentro de este margen pequeño?

— Pero ese es el tema. Las instituciones, desde luego, tienen que controlar los gastos corrientes, pero aquí hay que seguir trabajando el tema de inversión pública. Yo espero tener varias reuniones con el equipo económico del Gobierno para tener información más detallada sobre inversión pública. También hay una agenda fuerte en simplificación de trámites, pero todo tiene que ir en una misma dirección, porque tal vez la ciudadanía y actores sociales perciben que hay dispersión en el Gobierno.

La dispersión existe. 

— Bueno, entonces, este enfoque lo que gana es evitar esa percepción de dispersión.

¿Hay algo concreto que se plantee en inversión pública?

— Estoy apenas llegando y quiero ver cómo estamos con ese tema. Allí está todo el paquete de infraestructura vial, infraestructura sanitaria, etcétera.

¿Con más deuda? ¿No implica eso acelerar el tope de la regla fiscal?

— Es el paquete de empréstitos, de recursos que ya hay. La CCSS, acueductos, Conavi, infraestructura deportiva. Hay mucha cosa que uno tiene que armar, organizar y presentar, y a eso era lo que yo me refería cuando decía que en los próximos días vamos a trabajar. Este enfoque nos permite decir que en inversión pública hay algo. Dónde está, en qué condiciones, en qué plazos y en qué requisitos es algo para detallar, pero se trata de buscar posibilidades de empleo a mano de obra no calificada.

Estamos ahora con una tasa de desempleo de 11,9%. ¿Cuál es la meta?

— No voy a precisar ahorita la tasa, es parte de lo que quiero revisar. Si con el crecimiento de la economía sus estimaciones disminuyeron, lo primero es un asunto de contención, que no baje más y que la tasa de crecimiento de la economía aumente.

¿Cuál es el mejor Ministro de la Presidencia que recuerda?

— Creo que han existido ministros de la Presidencia que dependiendo de la coyuntura en particular, destacan, pero en general, los ministros de la Presidencia vienen a ayudarle al Presidente. Un Ministro de la Presidencia es un ministro que hace suya la agenda del Presidente y que le ayuda a sacarla adelante, y claro, cuando eso es así, también hay un desgaste muy alto, porque es el pararrayos.

¿Viene con esa función de cubrir al Presidente?

— Es propia. La función de escudero es propia de este cargo, aquí uno no viene a hacerse a un lado cuando viene una situación fea. No, aquí se pone el pecho. O sea, el Ministro de la Presidencia protege al Presidente. Eso es así de sencillo.

¿Usted está alineado con el Presidente en la norma de aborto terapéutico?

—  Sí. Cuando el Presidente diga.

¿Hay momentos mejores o peores para eso?

— Ya lo veremos, el tema mío aquí es la claridad en el enfoque. Es el enfoque.

Casi terminaba así la conversación en el nuevo despacho, donde aún se exhibían las fotos de los nietos de Rodolfo Piza y sus imágenes religiosas. No es nada que moleste a Morales (un católico de misa semanal y romería obligatoria). Esto en otros tiempos no era digno de destacarse, pero ahora sí lo es. Los jerarcas de la Iglesia Católica parecen haberse recolocado en la discusión política, a juzgar por el discurso del 2 de agosto que Morales escuchó de cuerpo presente en Cartago.


Una curul congelada

Víctor Morales decidió mantener su credencial de diputado, a pesar de suspender sus funciones legislativas para asumir el cargo de Ministro de la Presidencia. Esto implica que la bancada se reduce de 10 diputados a solo 9, sin posibilidad de que se sume la persona que aparece como quinto lugar en la papeleta por San José: Marta Solano, actual presidenta del PAC.

Aunque esta decisión provocó malestar en algunos miembros del PAC, Morales dice estar convencido de que la agenda legislativa del Gobierno se beneficiaría con la doble condición de ministro y diputado. Además, justifica, la dinámica actual de alianzas en el Congreso hace que no resulte sustancial la diferencia de una curul en la bancada oficialista.

“Si fuéramos una fracción de 20 diputados o de 25, como lo eran en el pasado, sería otra cosa. Ahora no importa demasiado si somos 11, 10 o nueve”, respondió después de asegurar que se trata de conveniencia: “me resulta útil conservar la credencial”.

Morales negó que haya algún motivo referido a Marta Solano, abogada promotora de ideas feministas y de la institucionalidad estatal.

El ministro, sin embargo, advirtió la posibilidad de que en meses próximos reconsidere su posición actual y acceda a descongelar su credencial legislativa.


 

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