Cultura Gioconda Belli, escritora

“Rosario Murillo no cree en la democracia y tampoco en el feminismo”

La escritora y poeta nicaragüense Gioconda Belli conversa sobre su concepto de feminismo, la situación política de Nicaragua, la juventud y las redes sociales.

Del exilio Gioconda Belli sabe muy bien. Durante los setentas tuvo que emigrar forzosamente a Costa Rica, dejando toda su vida atrás, debido a su activa participación en las filas del sandinismo en contra de la dinastía somocista. Hoy, más de cuarenta años después, regresa a San José, en medio de otra rebelión cívica en Nicaragua, esta vez para asistir al también exiliado festival de literatura Centroamérica Cuenta.

Estilizada con sus rizos dorados, que ya son más bien su marca personal y sus conocidas camisas de algodón suave, que la hacen transmitir una peculiar sensación de paz, constantemente sonríe. Ha viajado a innumerables países, pero nunca ha perdido ese acento “cantadito” de los nicaragüenses.

Bajo el cielo gris de mayo, que anuncia una probable lluvia torrencial, Gioconda observa fascinada lo precioso, para ella, que está el día. Trata de ver lo bueno de la vida, aunque afirma que en la política es muy negativa.

Con más de dos docenas de libros traducidos a más de 15 idiomas, no ve un escenario en que pueda parar de escribir. Para ella, la mejor descripción que se le pueda hacer es la de escritora, poeta, madre de cuatro hijos nicaragüenses y apasionada por la vida.

Gioconda Belli presentará en Costa Rica su más reciente libre “Las fiebres de la memoria”, que relata la historia de su propio tatarabuelo. Foto: Miriet Ábrego.

Con nostalgia, afirma que ama tanto la vida que quisiera durar unos trescientos años. Se siente joven, pero está bien consciente de los años. Así es Gioconda.

En esta entrevista brindada a UNIVERSIDAD cuenta sobre sus inicios prematuros en la política nicaragüense, sobre feminismo, la naturaleza de la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, y las redes sociales que, admite, le fascinan.

¿Qué es ser mujer en la literatura?

-Significa explorar un territorio inexplorado. Realmente las mujeres no hemos tenido voz. Hemos sido imaginadas por los hombres. Hemos sido retratadas, o bien, tipificadas por la literatura masculina. Realmente es revelar lo que es el territorio de la mujer, lo que son las emociones de la mujer desde nuestra perspectiva, ya no através de un interlocutor.

Entonces, ¿cómo interpreta el feminismo?

-Para mí el feminismo es la corriente de pensamiento más importante del siglo XX. Sigue siendo muy importante. Hay que decir que yo lo veo en términos globales. Cada feminismo es diferente, hay muchos feminismos. Cuando yo digo “feminismo” yo hablo de la lucha de la mujer por sus derechos, la afirmación del cuerpo femenino, de la intelectualidad y la capacidad de la mujer. O sea, es llamar la atención de la marginalidad del 52% de la población del mundo.

Hablamos de feminismo, que es un movimiento también político. ¿A usted le gusta la política?

-No es que me guste -risas- sino que siendo nicaragüense me tocó participar en política. Para mí la política es eminentemente colectiva y es la participación del ser humano en su propia sociedad, en su propio futuro. En Nicaragua hemos tenido que intervenir nuestro futuro; hemos tratado de cambiarlo; lo seguimos tratando de cambiar. Ha sido a la vez un privilegio participar en esos procesos y a la vez una maldición.

¿Cuándo comenzó a participar en estos procesos políticos?

-Como esta generación ahora se va a acordar de todo lo que oyó, igualito me pasó a mí. Yo oía en mi casa hablar de (Anastasio) Somoza, hablar de las cosas que pasaban, cosas terribles. Entonces una se va creando una narrativa, una película muy clara de dónde estás en el mundo y de lo que está mal; porque la injusticia se ve, la pobreza se ve, las muertes por violencia política se ven. Yo lo vi todo eso. Desde los nueve años llevaron a Pedro Joaquín Chamorro, que era vecino de mi casa. Todo eso me marcó profundamente.

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En Nicaragua hemos tenido que intervenir nuestro futuro; hemos tratado de cambiarlo; lo seguimos tratando de cambiar. Ha sido a la vez un privilegio participar en esos procesos y a la vez una maldición.

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¿Cómo sintió usted la división de esa Revolución de 1979, de la que fue parte, con el Sandinismo que vemos ahora?

-Fue un proceso que uno sospecha. Nació desde los noventa. Para mí no ha sido una sorpresa lo que ha pasado. Realmente la rebelión fue más bien una alegría, porque lo que veníamos viendo desde los noventa era un Daniel Ortega que se venía transformando, que venía centralizando el poder. Bueno, primero que hizo sin escrúpulos lo que sea para volver al poder y después que, digámoslo así, fue interpretando el poder de una manera bien personalista, caudillista. Entonces yo decía, “¿Por qué no hay una rebelión? ¿Por qué estamos aceptando todo esto?”. Lo que me ha sorprendido es el nivel de zaña y de violencia que ha ejercido. Nunca pensé que iba a ser tan terrible. Realmente me ha sorprendido mucho.

¿Cuándo se sale del sandinismo?

-En el 93. Sí, en ese entonces nos salimos muchos. Tratamos de inclinar la balanza de una manera diferente, de plantear un partido diferente, una manera de hacer política diferente, una especie de “renovación” del Frente Sandinista, de ahí nace el MRS (Movimiento Renovador Sandinista). Pero bueno… yo al final también me salí del MRS. En determinado momento dije yo que iba a ser independiente, que iba a escribir, a dar mis opiniones. Tuve un blog por cinco años en El Nuevo Diario (medio nicaragüense), hasta que realmente llegué a una situación de sentirme muy pesimista. Por eso lo de abril me pareció una maravilla, porque uno creía que la gente estaba dormida y de repente te das cuenta que no, que sí había esa percepción, que la gente sí estaba viendo lo que estaba pasando.

Ahora que lo menciona, ¿cómo lograba balancear entre ser miembro activa de la revolución y ser escritora?

-Es que en Nicaragua tenemos esa tradición de la vinculación de la literatura con la política, con el quehacer del colectivo. No me ha sido tan difícil, más bien es como una… Yo digo que para escribir necesitás vivir. La vida en Nicaragua nos ha puesto frente a hechos muy dramáticos. Tenemos amplio terreno, amplias experiencias de las que tomar inspiración, a veces, desafortunadamente, a veces uno quisiera ser “suizo”.

¿En qué inspira sus personajes?

-No sé… la verdad es que a veces tiene que ver con la historia. A veces son historias que se vienen… Es que el escritor es como un observador; entonces uno observa, observa y llega un momento en que todo ese escenario que uno va observando te salta y de ahí salen los personajes. Salen de la vida real en algunos casos, pero son mezclas de muchos personajes. Entonces uno agarra… uno es como un hacedor, como que estás haciendo a una persona de arcilla, agarrando de diferentes partes de la tierra para crear al muñequito.

¿Qué significa para usted el 18 de abril del 2018?

-Para mí significa el comienzo de una nueva era en Nicaragua. Una era que va a ser muy sacrificada, es como la repetición, como otro ciclo pero muy distinto por muchas razones. Muy distinto porque ahora tenemos una posibilidad más grande de hacernos oír, pues también ha existido una revolución tecnológica de la comunicación. Cualquier cosa que pase la conciencia del pueblo nicaragüense ha tenido un cambio bien grande. Yo creo que ese cambio va a generar una nueva manera de hacer política.

Foto: Miriet Ábrego

En el País de las Mujeres  usted propone al PIE (Partido de la Izquierda Erótica) donde se daba como solución del caos político el liderazgo femenino, pero hay mujeres como Rosario Murillo…

-Bueno, pasa que no todas las mujeres tienen una mentalidad desarrollada. Hay mujeres que tienen una vocación machista, una vocación de poder absolutamente pérfida.

¿Consideraría que Rosario Murillo es una persona machista?

-Sí. Patriarcal. Su concepción del poder es patriarcal, es dominante, autoritaria, de obediencia. Ella no cree en la democracia y no cree en el feminismo tampoco. Ella ha hecho un discurso sumamente conservador y cada vez más conservador. Con una visión de la familia totalmente tradicional. Yo creo que es una mujer que más bien ha venido involucionando. Ella era más desarrollada, más liberal. Cada vez se va cerrando en una concepción más tradicional de la mujer. Ella tiene un doble discurso, porque ella sabe que ella manda, pero siempre está hablando del comandante, de “nuestro presidente Daniel”… pero yo creo que no es una mujer que está siendo auténtica con ella misma.

Usted la conoce desde hace mucho… ¿Siempre ha sido así?

-Yo siempre tuve, no siempre en verdad porque al principio no la conocía tan bien, ese conocimiento de que ella es muy hábil, muy manipuladora. Cuando ella se propone algo pasa por encima de cualquier persona y eso a mí me asustó mucho, cuando ya viví esa experiencia con ella, en la Asociación de Trabajadores de la Cultura. Me preocupó. Siempre me ha preocupado su poder.

Hablando de revoluciones, ¿cómo le hace una escritora para adaptarse a la revolución de Facebook y Twitter?

-¡Me falta Instagram! -ríe- Yo creo que esto es una maravilla. Realmente me metí a las dos cosas como escritora, esa es mi idea, pues. Pensar cómo puedo tener acceso a mis lectores. Eso me encantaba; tener retroalimentación continúa de mis lectores. Eso ha sido fantástico. Porque sí, eso te da otra visión de tu propio trabajo mucho más completa. Por otro lado creo en la efectividad política. Creo que es un hervidero donde hay de todo. Así como hay mucha superficialidad, también hay muchas oportunidades de oír ideas nuevas, opiniones diferentes. Es bien democrático en su concepción. También puede ser una cosa extraña… La democracia no es insultar a quién le da la gana.

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Realmente las mujeres no hemos tenido voz. Hemos sido imaginadas por los hombres. Hemos sido retratadas, o bien, tipificadas por la literatura masculina.

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Usted ha mencionado en redes sociales mucho a los jóvenes. Para usted, ¿qué representan ellos en esta rebelión?

-Yo creo que a veces se hace demasiado énfasis en eso ¿No? Debe haber un balance, pero yo pienso que a la juventud le toca, definitivamente, llevar el ritmo de esto. Es que ustedes son los que van a vivir más tiempo en el mundo que están creando. Eso sí, creo que no se debería despreciar la experiencia de los viejos. Nosotros también éramos jovencitos cuando iniciamos la revolución. Eso no quiere decir que nosotros no nos equivocamos, como también que por el hecho de ser joven tampoco te equivoqués. Hay que pensar en… a mí me gustaría más tener una relación menos conflictiva. Hay como un desprecio que no me parece que sea constructivo.

Y sobre su juventud, ¿recuerda la primera vez que escribió algo que le gustó?

-Sí, a mis 20 años. Era un poema.

¿Ha tenido fracasos en su vida?

-Es que… yo no veo algo, lo que sea, como fracasos. Yo no veo la vida blanco y negro, triunfos o fracasos. Pienso que son partes que uno va creciendo, uno va aprendiendo de los errores. Te podría mencionar muchos errores, pero de lo que sí me siento contenta es de haber sido humilde, en el sentido de admitir que he cometido errores y tratar de trabajar para deshacerlos y rehacer mi vida.

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