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La huelga extrañó a aquellos sindicatos del ICE

Al mediodía del jueves 3 de setiembre, un huelguista intentó empujar al presidente Carlos Alvarado.

Al mediodía del jueves 3 de setiembre, un huelguista intentó empujar al presidente Carlos Alvarado. En las tomas se observa al hombre y su camisa amarilla, la del uniforme de los trabajadores del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE).

Era el día 23 de la huelga contra el plan fiscal o el “combo fiscal”, en evocación del movimiento social histórico que en el año 2000 lideraron los sindicatos del ICE. Ahora, 18 años después, los gremios de esta institución solo destacaban en esta huelga por ese incidente grave y aislado.

Para ese jueves, la ausencia de trabajadores del ICE en su puesto era solo del 18%, según datos institucionales. Suponiendo que todos participaban de la huelga, la cifra absoluta no llegaba a 2.500 funcionarios, la mitad de los que siguen sindicalizados (39% del total) después de una reducción considerable en los últimos cinco años.

Los trabajadores del ICE participaron activamente en los primeros días de la huelga y provocaron trastornos en servicios, según las autoridades. Los dirigentes, sin embargo, ocuparon posiciones secundarias en el movimiento de la huelga.

Una semana después, los dirigentes sindicales de la institución anunciaban que deponían su huelga. Dejaban que otros dirigentes del movimiento siguieran por su cuenta peleando contra el “combo fiscal”, cada vez con menos apoyo, pero con la insistencia de los gremios de educadores.

Para ese momento, la huelga cumplía su cuarta semana y fracasaba en sus dos objetivos más concretos: no había paralizado al país ni había tumbado la reforma fiscal en la Asamblea Legislativa. Y cientos de huelguistas regresaban ya a sus puestos de trabajo, incluidos los del ICE. La lucha contra el “combo” del 2018 se quedaba sin los protagonistas de la lucha contra el “combo” del 2000.

Bueno, no eran exactamente todos. Eran solo en parte los protagonistas del combo del 2000. Muchos se han jubilado, otros se han acogido a movilidad laboral y ya no están los principales dirigentes sindicales de aquel momento (y de movimientos posteriores como la oposición al TLC).

Fabio Chaves se fue en mayo del 2017 antes de que concluyera un proceso disciplinario. Jorge Arguedas se jubiló un mes antes de ser diputado de Frente Amplio en 2014. Los voceros públicos de esta huelga en 2018 llegaron, sobre todo, del sector salud y educación, además del conocido dirigente Albino Vargas, pero no de los otrora poderosos sindicatos del ICE. Ya no tienen aquella fuerza que les permitía remolcar a otros sindicatos.

Lo admite Jorge Arguedas: “se han debilitado demasiado. Afectó mucho el cambo generacional; hay una falta de liderazgo espantosa y venimos saliendo de cuatro años represivos en la administración de Carlos Obregón”, dijo en alusión al presidente ejecutivo del ICE entre 2014 y 2018 y su política dura de “ajustes laborales para buscar la eficiencia”.

“Hay errores garrafales que se han cometido, pero que no conviene hablar mucho. Esta huelga casi la dirigió en el ICE César López (director ejecutivo de la Asociación Sindical de Empleados del ICE, Asdeice), pero él no es trabajador de la institución y no está bajo presión de posibles represalias. Se cometieron errores de estrategia, que bueno…”, criticó el exdirigente sindical Arguedas.

López (dirigente del grupo sindical Patria Justa junto a Albino Vargas) comparte la representación junto a Juan de Dios Cordero, quien sí es funcionario del ICE y era el número dos de Fabio Chaves en el Frente Interno de Trabajadores (FIT). Cordero también estuvo cerca de un despido por ausentarse del trabajo, pero llegó a un acuerdo con Carlos Obregón y solo recibió una sanción de dos semanas sin salario, recordó el expresidente ejecutivo. Lo perdonaron, reconoció este en una entrevista con este semanario.

Cordero, sin embargo, no ha demostrado tener el brazo político ni el poder de mando que hicieron de Chaves un referente del movimiento sindical, dijeron dos dirigentes medios de ese gremio, aunque se apresuraron a advertir que ahora las circunstancias son otras, que sería injusto compararlos.

El personal fijo del ICE pasó de 15.200 en diciembre 2014 a 13.487 en marzo 2018. Además, el porcentaje de sindicalización también se redujo porcentualmente en esos cuatro años, de 46% a 39%, según el reporte institucional.

“Yo creo que los sindicatos coadministraban el ICE porque las autoridades no querían que se les hiciera un infierno. Nosotros quisimos dialogar, sí, pero poniendo límites y asumiendo nosotros nuestras potestades”, cuenta ahora Obregón, a quien Arguedas acusa de haber metido gente afín en los sindicatos y haberles restado “beligerancia”.

“Impulsamos cambios fuertes para ser más competitivos que implicaban asuntos laborales, como el salario global para nuevos trabajadores, y eso provocó algunas discusiones”, añade Obregón, que defiende la reducción que aplicó en el gasto en remuneraciones, que representaban en 2014 22% de los ingresos y pasó a un 16%.

Esto ocurría mientras el presidente Luis Guillermo Solís, su bancada y figuras del PAC manejaban una relación aún cordial con otros dirigentes sindicales como Albino Vargas.

En el ICE el ambiente era otro. Hubo incluso una huelga en agosto de 2016 contra las políticas laborales y, tras una declaratoria de ilegalidad, las autoridades aplicaron rebajos salariales, algo inédito en la institución. “Eso fue un antecedente injusto e indeseable, algo que muchos no queremos repetir. Ya hay que cuidarse más”, dijo este miércoles una mujer de 51 años que trabaja en una agencia del ICE al este de San José y que cree necesario relanzar al movimiento sindical.

“No es que yo quisiera quitar a los sindicatos; es que traté de retomar control de la administración. Además, traté de reunirme con trabajadores que no estaban sindicalizados y abrir otros canales distintos. Los sindicatos, igual que los partidos políticos, deben darse cuenta de que el mundo cambió”, añade Obregón, quien prefiere abstenerse de opinar sobre el trabajo de su sucesora, Irene Cañas.

Consultada por este tema, Cañas evitó calificar el arrastre que tuvieron los sindicatos del ICE en esta huelga. No obstante, sí reporta que hubo alteraciones considerables en algunas agencias y en la atención de averías eléctricas.

“Desde que entré he tratado de mantener canales abiertos. Tenemos una agenda de trabajo conjunta y antes de la huelga me dijeron: ‘bueno, no sabemos cuándo nos volvemos a ver porque vamos a una huelga indefinida’. No sé si tienen más o menos fuerza, pero sí sé que se sumaron ocho sindicatos de la institución y vi por televisión a los ‘pollitos’ (por el amarillo) en las calles”, contó Cañas.

Para Arguedas fue evidente la ausencia del sindicato que agrupa a los ingenieros, que en buena medida ocupan cargos de jefaturas y que habrían tenido más incidencia, dice antes de admitir que también en estos profesionales ha habido un recambio generacional.

“Ya se van yendo los que se formaron con la herencia de los años 70, cuando se sembró el espíritu de sublevación en el ICE, con gente que nos educó para eso, como Mario Devandas o Luis Fernando Alfaro. Las cosas han cambiado”, reflexiona Arguedas. El movimiento laboral enfrenta la necesidad de revigorizarse y modernizarse en el futuro inmediato.

Cuando la huelga llegó al día 45 sostenida por educadores, en el ICE todo funcionaba con normalidad. Los 3.000 funcionarios que se ausentaron el primer día del movimiento se fueron reincorporando poco a poco hasta la totalidad, un mes después. La declaratoria de ilegalidad aún no está en firme y se confirmaba la apertura de procesos disciplinarios contra el hombre que, vestido de amarillo, trató de empujar al mandatario y contra dos funcionarios más, en el momento “más triste” que recuerda Cañas. “Me dio mucha vergüenza, solo eso podría decirle”, concluyó.

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