Los museos están donde están: aquí, ahí, allá, en ninguna parte o virtuales. ¿Qué son? Lugares cuyos espacios protegidos y direccionados en función de objetivos concisos, relevantes y constructivos. Exudan memoria personal, familiar, de grupo, regional, nacional, continental, universal en 360 grados. Antes, ahora y perspectiva del después de lo inmediato: cultura y acción, historia, pensamiento y reacción, arte, ciencia, tecnología y creatividad, sociología, entornos y asentamientos humanos, ambiente, naturaleza y ecología, conflictos, guerra y paz, civilización.
Aún más, los museos llevan a la razón de ser del ser humano, su cuerpo físico en evolución, su inteligencia y conciencia que indaga la aparición y presencia en el planeta Tierra y en la exobiología. Esto último es relevante si se considera que la humanidad en el año 2.000 d.C. está en el umbral de una metamorfosis de la vida e inteligencia cósmica; por ejemplo, colonias humanas en el medio a su alcance inmediato que es el Sistema Solar, una revolución cuántica de aprehender y vivir los campos unificados con mente de niños y anclajes siderales.
La idea y práctica de crear museos merece la especial consideración, dado que no son un lujo en la cultura de un país, sino una inversión para su permanente futuro y la calidad de vida superior de sus habitantes y sus intercambios humanos con visitas de quienes llegan de otras latitudes. De una manera más significativa, son espejo de la nación, patrimonio de su devenir, mirarse a sí mismos y a los otros, ser observados y puestos en valor.
Los museos en su materialidad y puertas abiertas son caros. Requieren inversión económica, visión y audacia para que, en lugar de cosificarse en arqueología inmóvil y fosilizada, se conviertan en una extraordinaria y desafiante aventura humana, material y espiritual que mantenga su esencia, cada uno con su particularidad y relaciones de trabajo complementarias. De ahí que requieren de decisiones políticas diáfanas y alianzas entre personas, instituciones y empresas privadas.
Si ampliamos el concepto más en la época contemporánea, son espacios que invitan al encuentro y al diálogo, a derribar fronteras mentales y propiciar un asalto sin límites a lo que preocupa y ocupa a los seres humanos desde que revisan y estructuran la complejidad y el porqué de su existencia. Por ello, además de conocimiento de geografías y múltiples subculturas que han emergido en la raza humana, son una construcción afectiva que debe democratizar las relaciones de poder, porque posibilitan romper los códigos de clase social y visibilizarlos con textos en contexto de una época o momentos únicos.
Si se transmite la información de que los museos son para exhibir solo obras de arte, se reduce la percepción, la educación y el aspecto formativo y lúdico para la persona que siente curiosidad y, a la vez, un extraño recelo y distanciamiento que lo aleja o, al menos, lo mantiene en un limbo, quizá por el signo equivocado que se le presenta. En realidad, los museos deben difundir, posicionar y atraer toda la integridad de la cultura y no solo la idea equivocada de que cultura es pinturas, esculturas o cosas por el estilo para gente culta; hay un infinito de industria humana para compartir a todos los niveles sociales, sin ninguna distinción.
Pero hay un elemento fundamental a cuidar en la administración de los museos y la proyección de sus contenidos: lo ideológico.
Quien administra es alguien que maneja hilos ideológicos, políticos y sus propios intereses de poder. En este punto se debe ser enfático, pues hay que cuidar con mucho rigor a esas administraciones y sus propuestas de difusión ideológicas a través de las colecciones, muestras y actividades a público. No hay nadie puro ni de buena fe, sino actores ideológicos en funciones de mando.
Cuando en un museo el encargado cambia verdades históricas probadas por tradiciones, ficciones y construcciones simbólicas sin fundamento, para quedar bien con el poder y la historia oficial, para exhibirse o para mantener el puesto, la cagó. Se vuelve imperativo rectificar, aunque le duela. ¿Cómo entra y cómo sale el espectador? Elevar el nivel de la persona, esa es la responsabilidad y la tarea colectiva.
