Ni su gestión durante la tormenta Nate, ni sus apariciones en tele con la chaqueta de aviador, ni la noche de explicaciones que dedicó a un grupo de diputados, ni el pedido de renuncia a su delfín en el Congreso, ni su polémica con los directivos del Banco de Costa Rica (BCR), ni su ausencia por razones de salud; nada logró evitar que su imagen personal se salvara del brutal choque con el caso del cemento chino.
La estrategia presidencial para conjurar el ácido que emana de las operaciones del empresario Juan Carlos Bolaños comenzó mal, por decirlo discretamente.
A los meses iniciales de silencio, respondió el 28 de agosto pasado, durante una conferencia de prensa en la que lanzó una furibunda arenga en la que sugirió que el empresario cementero era una persona honesta y que las denuncias sobre el cemento eran parte de un plan para perjudicar al gobierno.
“El día que yo le cierre mi puerta a un costarricense que me lo pida, siendo ese costarricense una persona honesta, porque sí me cuidan que no me reúna con sinvergüenzas”.
“Ya los tengo identificados. Sé quiénes son. Tengo amigos en partidos políticos que me cuentan lo que están haciendo, lo que buscan y quién lo está financiando”.
Ese discurso, leído en retrospectiva y con la foto del momento a la vista, en la que el presidente aparece por flanqueado el Director de Inteligencia y Seguridad, Mariano Figueres, explica buena parte de los resultados obtenidos en la última encuesta del CIEP.
Según el estudio efectuado por el CIEP entre el 6 y el 14 de noviembre de este año, más de un tercio de los consultados (34,2%) empeoró la opinión que tenía previamente sobre Luis Guillermo Solís. Y solo un porcentaje mínimo del 1,7% afirmó que mejoró su criterio acerca del mandatario.
El castigo sobre la figura del presidente es más severo entre quienes tienen estudios universitarios. En ese segmento casi la totalidad de las personas (99,4%) empeoró su opinión acerca de Solís por causa del “cementazo”.
Los datos de la encuesta permiten analizar este juicio negativo según variables sociodemográficas como el sexo y la escolaridad.
En todas las variaciones las opiniones negativas sobre el presidente están por encima del 95%, aunque tienden a ser menos severas entre las mujeres jóvenes y con baja escolaridad.
