Cultura Exposición Alegoría, símbolo y libertad cultural

Fotógrafa redescubre la belleza del Teatro Nacional 

Muestra de 23 fotografías revela el micro y macro mundo del Teatro Nacional hasta el 29 de noviembre

Ver el Teatro Nacional como si fuera la primera vez que se visita y desde ángulos y distancias casi imposibles para el público, es lo que permite el lente de la fotógrafa Adela Marín Villegas, quien con su sentido de la meticulosidad logra que se puedan admirar decenas de detalles preciosistas de la decoración, así como de la arquitectura neoclásica del inmueble.

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Estas imágenes inéditas fueron capturadas por Marín como parte de los productos artísticos creados para conmemorar el 120 aniversario del edificio inaugurado en 1897 y declarado Monumento Nacional en 1965.

Un total de 23 fotografías conforman la exposición “Alegoría, símbolo y libertad cultural”, que permanece abierta hasta el 29 de noviembre, de lunes a viernes de 8 a.m. a 4 p.m., en el Centro de Patrimonio Cultural ubicado en San José centro, frente a la Librería Lehman.

Putto. Fotografía: Adela Marín Villegas. Lugar: Friso del frontón en fachada principal. Fecha 1893. Materiales: Mármol

Artista plástica de profesión pero dedicada al arte fotográfico, Marín ganó el concurso para producir las imágenes del libro “Alegoría, símbolo y libertad cultural”, una intensa labor de dos meses que dio como resultado 4.000 capturas.

De ese total, solamente 160 nutrieron la publicación impresa, de manera que las fotografías de la exposición son inéditas y pretenden dar una mirada distinta sobre el Teatro Nacional.

“Literalmente viví esos dos meses en el teatro”, cuenta Marín, quien confiesa que incluso se preguntó si sería capaz de enfrentar los retos del proyecto como subirse a andamios para tomar fotos del frontón del teatro y su ángel, o estar encima de la araña de luces que corona la luneta con su pesada cámara Nikon 7200 en las manos.

La curaduría de la muestra, a cargo de la propia Marín junto con Sussy Vargas, da énfasis a pequeños elementos que se maximizan para enfocar las miradas y captar detalles o panorámicas que se magnifican y que dan un nuevo sentido del contexto que rodea al Teatro Nacional.

Al respecto, Marín precisa que con ese afán de mostrar el macro y el micro mundo se fotografiaron desde un matasellos que mide 9 centímetros hasta una toma aérea del edificio que captura la vida urbana del corazón capitalino alrededor.

Asimismo, para redescubrir lugares por donde pasa el visitante, Marín se tiró al piso para capturar la parte superior de algún espacio: “elementos que la gente normalmente no registra pero que son memoria y que están ricamente decorados, porque en el Teatro todo es un esfuerzo de decoración, todo se cuidó”, destacó.

De acuerdo con Marín, las fotografías se tomaron cuando el edificio no tenía actividad, es decir, no se hicieron con personas adentro. Para lograr este objetivo, la fotógrafa planificó las sesiones de registro a las 5 a.m. o de 9 p.m. a 1 a.m.

Sala principal. Fotografía: Adela Marín Villegas (2016).

De este modo, el teatro es el protagonista.

“Sin embargo -comenta Marín-, para mí era difícil porque el lugar está en continuo movimiento. Lo que puedo decir es que en el escenario quedaban los rastros de la gente”.

Tal es el caso de una foto en la que se ve la parte de atrás de la escena con los tachos de la iluminación bajados, y se notan las equis puestas con cinta adhesiva en el piso para los bailarines.

Aún cuando el teatro estaba vacío, la fotógrafa habla de que el espacio posee una magia particular, porque está cargado de energía de quienes lo habitan, ya sea como creadores o funcionarios.

Incluso para Marín es una manera de dignificar la labor de estas personas. “Esas fotos pueden ser muy bellas pero lo son por los que trabajan ahí. En la noche es impresionante estar en ese teatro, porque está silencioso pero está lleno del esfuerzo y energía de muchos y muy virtuosos”.

Para Marín, el teatro fue una apuesta de un gobierno, de una visión, de una idea de identidad del costarricense, que partió de la necesidad de construir un edificio que le permitiera a esta naciente república conectarse con el mundo y con la posibilidad de entretenerse.

“Fue muy valioso que en vez de hacerse un palacio presidencial se hiciera un teatro para el pueblo, que aunque se habla que fueron los cafetaleros (quienes lo financiaron), se comprueba que no son ellos los únicos que invierten el dinero, sino que fue un impuesto a toda la población”, concluyó Marín.

 

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